En el octavo año de su pontificado, el papa Francisco que ya lleva realizados treinta y tres viajes fuera de Italia, después de quince meses de no salir al exterior, decide dar un paso de extremo coraje: desafiar a una pandemia que ha rebrotado con virulencia y hacerse presente en un escenario severamente cuestionado por los capitanes del poder mundial y sus medios afines. Si bien algunas de estas salidas tuvieron como destino lugares donde los cristianos son minoría como Tailandia, Emiratos Árabes, Japón, Corea, sería hacer una lectura superficial considerar este viaje a Irak como el quinto en ese sentido.
Esta discutida visita tiene connotaciones más complejas que compartir la presencia evangélica del Obispo de Roma con esa minoría de antiguos cristianos y leales católicos, que a partir del atroz maltrato protagonizado por el terrorismo yihadista -importado a la región en los últimos años- fue diezmada. Constituye, además, parte fundamental de la estrategia ecuménica del actual pontífice y sus antecesores. Y lo consagra como el primer papa que se hace presente en Irak.
Al segundo día de su llegada, en la ciudad sagrada de Nayaf, se produce el histórico encuentro con el ayatola Al Sistani, líder del Islam Chiita, cerrando de esa manera el periplo ecuménico con el Islam que comenzó cuando recibió en el Vaticano al gran imán de la mezquita Al Azhar de El Cairo, principal institución de los musulmanes sunitas.
Las Apariciones refuerzan la Fe
La historia del cristianismo está pautada por numerosos acontecimientos donde lo sobrenatural se hace presente para dar testimonio de lo trascendente. Las apariciones de la Virgen María forman parte de ese universo de verdades reveladas que integran los misterios de la Fe. Prácticamente cada santuario mariano tiene como origen una revelación o un fenómeno extraordinario vinculado a la Virgen María. La actitud de la Iglesia católica ante estos fenómenos ha variado según los casos, desde la aceptación, luego de un proceso de investigación y análisis intenso, hasta el rechazo.
Desde su primera aparición aún en vida (2 de enero del 40 d.C.) para indicarle al Apóstol Santiago el lugar donde se debía edificar un templo, a orillas del río Ebro, pasando por la aparición a Juan Diego en México bajo el nombre de Guadalupe, el 12 de diciembre de 1531, siguiendo en Lourdes en 1858 a Bernadette Soubirous. Así llegamos a Fátima en mayo de 1917 con los pastorcitos Lucía dos Santos, Francisco y Jacinta Marto.
El arzobispo de Buenos Aires, elegido papa el 13 de marzo de 2013, con motivo del centenario de aquel 13 de mayo canonizo a los tres pastorcitos.
Fue una emotiva ceremonia, mientras el sol se ponía en el santuario dedicado a Nuestra Señora de Fátima, los peregrinos sostenían miles de velas encendidas. “Desde lo más profundo de tu ser, desde tu inmaculado corazón, mira los dolores de la familia humana que gime y llora en este valle de lágrimas,” rezó el Papa.
Esta oportuna aparición no solo sirvió para anunciar las calamidades mayores que se avecinaban -la masacre del cristianismo en Rusia, la Gripe Española, etc.-sino también para ofrecer un antídoto que las galvanizara: la oración. Durante años se mantuvieron en secreto los tres misterios que la Virgen había revelado.
María y los Musulmanes
En Estados Unidos surgió un sacerdote que fue el primero en usar los medios radiofónicos y televisivos para difundir el evangelio, se trataba de Fulton J. Sheen, Obispo de Rochester. Un pensador católico que en plena guerra fría hace una aguda evaluación de su mundo contemporáneo, el que emergía de la segunda posguerra. La confrontación que en esa época era simplificada entre mundo libre y mundo totalitario, él con una visión casi que dostoyevskiana, subía el punto de mira y expresaba que “Europa posee un Cristo sin la cruz y Rusia se quedó con la cruz sin Cristo…”.
En 1952 escribió un artículo titulado María y los Musulmanes, reimpreso en octubre de 2001 por la Fundación Cardenal Mindszenty.
“Evidencia para respaldar estas opiniones se encuentra en el hecho histórico de que los musulmanes ocuparon Portugal durante siglos. Cuando al fin los echaron fuera, el último jefe musulmán tenía una hermosa hija llamada Fátima. Un joven católico se enamoró de ella y por él, ella no solo se quedó cuando se retiraron los musulmanes, sino que también abrazó la Fe. El joven esposo estaba tan enamorado de ella que le cambió el nombre al pueblo donde vivía por el de Fátima. Por lo tanto, el lugar donde la Virgen apareció en 1917 tiene una conexión histórica con Fátima, la hija de Mahoma (y con la conversión de los musulmanes)”.
El obispo Sheen señalaba, para empezar, que el Islam ha sido uno de los más pedregosos y estériles terrenos de evangelización y una peculiaridad histórica.
El obispo consideraba que la Virgen María, especialmente a través de la advocación de Fátima, sería la llave para la conversión de muchos musulmanes.
“Si el Islam es una herejía, tal y como lo cree Hilaire Belloc, entonces sería la única herejía que nunca disminuyó. Otras han tenido su momento de vigor para luego entrar en un decaimiento doctrinal al morir su líder, y finalmente evaporarse en un vago movimiento social. El mahometanismo, por el contrario, solo ha experimentado su primera fase. Nunca hubo tiempo en que disminuyera, ni en su número ni en la devoción de sus fieles”, señala.
“Los esfuerzos misioneros de la Iglesia para con este grupo han sido, al menos en la superficie, un fracaso, ya que los musulmanes, son hasta ahora, inconvertibles.
Los musulmanes creen que ellos tienen la final y definitiva revelación de Dios para el mundo, y que Cristo solo fue un profeta que anunciaba a Mahoma, el último de los verdaderos profetas de Dios”, añade el prelado, que escribe en 1952.
Después explica que María es una figura venerada y respetada en el Corán, como madre del Profeta Jesús (al que engendra y pare milagrosamente), y símbolo de pureza y obediencia a Dios. Sólo hay otra mujer que podría rivalizar en grandeza con ella: la hija de Mahoma, Fátima. Y sin embargo, María es mayor incluso que Fátima.
“María, entonces, es para los musulmanes la verdadera Sayyida o Señora. El único posible serio rival en su credo sería la hija del mismo Mahoma, cuyo nombre es Fátima. Pero después de la muerte de Fátima, Mahoma escribió: “Tú serás la más bendita entre todas las mujeres del paraíso, después de María”. En una variante del texto, Fátima dice: “Sobrepaso a toda mujer excepto a María”.
“La última prueba de la relación de Fátima y los musulmanes es la entusiasta recepción que los musulmanes en África, la India y otros lugares dieron a la estatua peregrina de Nuestra Señora de Fátima. Los musulmanes asistieron a servicios de la Iglesia en honor a la virgen de Fátima y permitieron procesiones religiosas, y hasta oraciones frente a sus mezquitas. En Mozambique, los musulmanes que no se convirtieron comenzaron a ser cristianos después que la imagen de Nuestra Señora de Fátima fue erigida”.
Tomar otro camino
“Los misioneros del futuro van, cada vez más, a ver que su apostolado entre los musulmanes será exitoso en la medida en que proclamen a Ntra. Sra. de Fátima; María es el adviento de Cristo, que trae Cristo al pueblo antes de que Cristo naciese. En el trabajo apologético, es siempre mejor comenzar con lo que la gente ya acepta. Ya que los musulmanes tienen devoción a la Virgen, nuestros misioneros deberán sentirse satisfechos con el solo hecho de aumentar y desarrollar esa devoción con la plena realización de que Nuestra Señora llevará a los musulmanes el resto del camino hasta su divino Hijo… Igual que aquellos que pierden la devoción a la Virgen pierden la fe en la divinidad de Cristo, aquellos que intensifican la devoción a ella, gradualmente adquieren fe en la divinidad de Cristo”.
El Obispo Sheen, aludiendo al paciente trabajo apostólico de los misioneros para contrarrestar la resistencia, que provocó la depredación de las potencias coloniales europeas en África, señala un nuevo camino:
“Muchos de nuestros grandes misioneros en África han logrado quebrantar el odio amargo y los prejuicios de los musulmanes para con los cristianos por medio de sus actos de caridad, escuelas y hospitales. Ahora nos queda tomar otro camino: Tomar el capítulo 41 del Corán y demostrarles que fueron sacados del Evangelio de Lucas, que María no podría ser, aún para ellos ´La Más Bendita entre todas las mujeres del cielo, si no hubiera también dado a luz al Salvador del mundo´”.
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