Según el informe publicado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés), una cuarta parte de la población mundial afronta escasez extrema de agua. 17 países enfrentan un “estrés hídrico posiblemente alto” debido a que consumen el 80% del agua que disponen anualmente. “Actualmente nos enfrentamos a una crisis mundial del agua”, dijo Betsy Otto, directora del programa mundial de agua de WRI. Con el aumento de temperaturas y el desarrollo económico que impulsa un mayor consumo energético (mediante más construcciones de represas en ríos que varios países comparten (como el Río Nilo, el Mekong, el Tigris y el Éufrates), se lleva a que los países refuercen su cooperación o aumenten las tensiones por un bien tan vital como lo es el agua. Esto sumado a la falta de tratamiento de aguas servidas y el poco uso responsable de los recursos tiende a aumentar un problema que tiene foco en las principales zonas de aumento poblacional: Asia y África.
La amenaza de la guerra de quinta generación en Asia
La semana pasada se reunieron representantes de Rusia, Irán, Turkmenistán, Azerbaiyán y Kazajistán en Awaza, Turkmenistán, para tratar temas relacionados en el Primer Foro económico del Mar Caspio. Siendo este el cuerpo de agua interior más grande del mundo, se logró llegar a un acuerdo para que los cinco países puedan dividir sus riquezas en paz y fomentar el desarrollo de empresas en conjunto.
Siguiendo en Asia, el conflicto en Cachemira entre India y Pakistán no es solamente étnico, sino hay algo más importante, los recursos hídricos. Esta zona es el punto de origen de varios ríos y afluentes de la cuenca del río Indo. Entre ellos se cuentan el Jhelum y el Chenab que fluyen básicamente hacia Pakistán mientras que otros ramales, como el río Ravi, el Beas y el Sutlej, irrigan el norte de India. Pakistán ha sido aprensivo en cuanto a que, en una situación extrema, India pueda utilizar su ventaja estratégica que le brinda su porción de Cachemira en el origen y pase de los mencionados ríos y retenga el cauce de los mismos, con lo cual estrangularía la economía agraria de Pakistán, que depende en un 80% de ello.
El Tratado de aguas del Indo, firmado en 1960, resolvió la mayoría de estas disputas sobre el reparto del agua e hizo un llamado a la cooperación mutua en este sentido. Este tratado enfrenta cuestiones planteadas por Pakistán sobre la construcción de represas en el lado indio que limitan el agua en el lado pakistaní. Con el aumento de tensiones por la decisión del presidente Indio Narendra Modi de eliminar el status especial de Cachemira, Pakistán afirma que India aplica “tácticas de guerra de quinta generación” al aumentar el flujo de agua que sale de sus represas y que pueden inundar la frontera. En junio de 2019, en la ciudad india de Chennai, las autoridades han sido forzadas a decretar Sel “Día cero”, que significa que ya no quedan reservas de agua. Dejando a siete millones de personas dependiendo de tanques privados o la ayuda del gobierno, algo que desató disturbios.
En el sureste asiático los problemas también están presentes en torno a la misma cuestión. La cuenca del río Mekong en el Sureste Asiático, nace en las tierras altas tibetanas y atraviesa seis países: China, Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, desembocando en el mar de la China meridional. La cuenca fluvial alberga la mayor pesquería interior del mundo y más de 60 millones de personas dependen de ella para su sustento. China, tiene 11 represas a lo largo del Mekong (Lancang se le dice en China), es criticada por el secretismo por el cual maneja sus presas, sin preocuparse por el flujo del agua río abajo. Tampoco forma parte de la Comisión del Río Mekong, comisión intergubernamental fundada en 1995 para facilitar el diálogo regional en la cuenca baja de dicho río. La decisión de China de reducir a la mitad el agua de la presa de Jinhong durante dos semanas en julio pasado debido al “mantenimiento de la red”, habría contribuido en gran medida a los caudales históricamente bajos de este año en el Mekong. Las promesas de los chinos de liberar más agua de la presa en el futuro solo han generado inquietud por el control que ejerce China sobre el caudal del Mekong. Preocupan los planes de Laos para convertirse en “la batería del Sudeste Asiático”, que está construyendo decenas de presas hidroeléctricas en el Mekong y sus afluentes y vendiendo energía a los países vecinos. Es uno de los países más pobres de la región y actualmente casi tiene más de 45 centrales hidroeléctricas operativas en dicha cuenca. El año pasado, una presa se derrumbó en el sur de Laos e inundó grandes zonas, matando a decenas de personas.
África: la escasez y las grandes obras de infraestructura
El aumento de las temperaturas junto a la falta de lluvias ha generado en África constantes disputas de índole interestatal. Desde la antigüedad, Egipto ha sido altamente dependiente y ha tenido hegemonía sobre el Río Nilo. El río provee el 90% del agua que necesita y la cuenca del Río Nilo es hogar de más de la mitad de la población del país. El crecimiento de la población, el mal uso de los recursos y los caudales bajos han generado un déficit hídrico enorme, el cual ha obligado a reducir en un 10% menos la cantidad de tierras cultivables para el arroz, siendo un golpe duro para la agricultura, la cual representa un 11% del PBI de Egipto.
“Después de haber firmado la paz con Israel el único motivo que tendremos para entrar en guerra será el agua” había dicho hace pocos meses el actual presidente de Egipto, Abdel Fatah el-Sisi. Explicando su posición frente a la cuestión del Nilo, cuenca que comparten con otros países como Sudán, Etiopía, Kenia, Uganda, Tanzania, Burundi, República Democrática del Congo y Ruanda. Desde 2010, Egipto ha entrado en una batalla política y diplomática con cuatro países de esta cuenca (Uganda, Tanzania, Ruanda y Etiopía), debido a que firmaron el Acuerdo de Entebbe, el cual buscaba una distribución más justa del caudal del río, ya que Sudán y Egipto poseían la mayoría. Respecto a Etiopía, desde 2011 viene construyendo la “Gran Represa Etíope del Renacimiento” un ambicioso plan para potenciar su producción de energía eléctrica, en un país donde más de la mitad de la población no tiene acceso a ella. Una vez terminada será la represa más grande de África y la séptima del mundo. Afectaría el caudal del Nilo en Sudán y Egipto, los cuales tienen bastantes reservas acerca del megaproyecto etíope. Actualmente el mayor problema es que llevaría entre 5 y 7 años llenar de agua los embalses de esta mega represa, lo que sería un total aproximado de 55 mil millones de metros cúbicos de agua, lo cual Etiopía desea cumplir en cinco años, mientras que Egipto afirma que debe ser hecho en siete para mitigar los efectos negativos de la baja del caudal del Nilo.
Kenia y Etiopía buscan soluciones en conjunto
El presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta asistirá al Festival de la Reconciliación del próximo mes de setiembre en la capital de Etiopía, Addis Abeba. Esto se da en medio de la aspiración conjunta de fortalecer aún los lazos que tienen ambos países. La falta de agua y de pasturas ha llevado a conflictos étnicos fronterizos entre pastores de ambos países, dificultando las relaciones desde comienzos del siglo XXI. Kenyatta, quien apoya la iniciativa etíope de promover paz e integración, afirmó la necesidad que los líderes “dejen un legado de paz y prosperidad en vez de destrucción y fracaso”.
Como respuesta a los constantes conflictos tribales entre pastores de los ambos países, los gobiernos han puesto en marcha esfuerzos en conjunto para promover la diplomacia cultural como medidas integradoras. La semana pasada han llegado a un acuerdo Etiopía y Kenia para organizar el Festival de Cultura y Turismo en Turkana, que traerá aproximadamente 10.000 participantes. La intención de esto es promover la coexistencia pacífica entre las comunidades fronterizas. Según el Embajador de Etiopía en Kenia, Meles Alem, “El evento próximo ayudará a los grupos de ambos países a crear cercanía y poder tener mutuo entendimiento en el tema del desarrollo pacífico. La diplomacia cultural en la frontera de Kenia y Etiopía tienen un rol esencial para frenar los recurrentes conflictos y asegurar el desarrollo”.