Bajo el mandato del actual primer ministro Narendra Modi, India pretende reafirmar su status de potencia emergente al dar un paso adelante y ejercer mayor poder en la región históricamente conflictiva de Cachemira. Desde su independencia, India y Pakistán han reclamado como propias la zona.
No hay frontera oficial, sino que está dividida por una línea de control altamente militarizada y carente de reconocimiento internacional, donde es usual que se registren incidentes entre ambas naciones (los dos países cuentan con armas nucleares). En la parte de Cachemira administrada por India, existe un movimiento separatista pro musulmán que hace décadas que lucha contra el gobierno indio, a veces con el apoyo de grupos extremistas situados en la parte pakistaní de cachemira o en el mismo país.
Dos de las tres guerras que han tenido estos países ha sido por el dominio total del territorio en disputa.
El lunes pasado el gobierno indio revocó el artículo 370 de la constitución, el cual le daba status especial a la zona de Jammu y Cachemira central, las cuales tenían su propia constitución además de autonomía política. Bajo el pretexto que este articulo “impedía la integración de la región con el resto de India”, Modi intenta aumentar su influencia en un territorio donde la mayoría musulmana convive de manera caótica con la población hindú y budista.
En las pasadas elecciones de mayo, el partido de Modi, Bhartiya Janta (Nacionalista hindú), había prometido acciones firmes y constantes para traer paz a esa región. La zona controlada por India será dividida en dos territorios: Jammu y Cachemira, las cuales tendrán sus propias legislaturas, mientras que Ladakh no la tendrá y será administrada directamente por el gobierno central. Para evitar la posibildad de un levantamiento armado, India ha desplegado 10.000 militares más, en una zona que es de las más militarizadas del mundo. El control no solo es físico sino que se han prohibido las reuniones públicas, las escuelas están cerradas y se han bloqueado las comunicaciones, incluyendo internet y líneas de teléfonos celulares desde hace varios días. También se ha ordenado a miles de peregrinos y turistas que abandonen el área por una alerta de posibles ataques terroristas. El arresto domiciliario de varios políticos y activistas locales ha movilizado a la población en protestas por las medidas que Nueva Delhi ha tomado.
Estas decisiones han desatado el enojo en Pakistán y el primer ministro Imran Khan afirmó: “Este intento es para cambiar la demografía de Cachemira mediante limpieza étnica. La pregunta es: ¿El mundo se va a quedar quieto y mirar todo como hicieron con Hitler en Munich?”. Luego tuiteó el domingo pasado que “la ideología supremacista Hindú, como el supremacismo ario nazi, no van a parar en Cachemira. Llevando a la supresión de los musulmanes en India y eventualmente apuntando a Pakistán”. Islamabad ya expulsó al embajador indio y también detuvo el comercio bilateral, suspendiendo todas las importaciones de su vecino bajo el acuerdo de tránsito Indo-Pakistaní. También todas las exportaciones fueron suspendidas.
Posiblemente esto no tendrá mucho efecto ya que en el pasado mes de febrero luego del ataque terrorista en Pulwama (hecho por una organización terrorista islámica pakistaní), a Pakistán se le revocó el status de Nación más favorecida (NMF) y se le impuso aranceles a sus exportaciones en un 200%. Los transportes de pasajeros no fueron ajenos al conflicto y Pakistán suspendió el llamado “servicio de la amistad” ómnibus que conectaban a las ciudades de Lahore y Delhi. Cortando el último enlace de transporte público que los unía. Los trenes también se han detenido, quedando sin uso los recorridos de Delhi y Attari, y Lahore y Attari, hechos por el Samjhauta express . Hasta el momento tres lineas de aviones de pasajeros que conectaban a estos dos países fueron revocadas, afectando a la empresa Air India.
El anterior espiral de tensión entre ambos países se desató a mediados de febrero pasado, luego del ataque terrorista en Pulwama, con la fuerza aérea india bombardeando supuestos campamentos de entrenamiento de insurgentes en Pakistán, la situación derivó en un intercambio de ataques aéreos entre ambos países, por primera vez desde la guerra de 1971, pero se distendió notablemente tras la liberación de un piloto militar indio cuyo MIG-21 fue derribado por los pakistaníes.
El conflicto se vuelve a internacionalizar y al momento distintos países apoyan soluciones pacíficas, sabiendo ponerse en contra de India en este orden internacional multipolar es algo peligroso. Tanto China como Estados Unidos han llamado al diálogo para encontrar una solución no bélica y evitar que la tensión aumente. Esta coincidencia de las dos potencias enfrentadas en una guerra comercial no es otra cosa sino pragmatismo, ambas saben la importancia de India como aliado y contrapeso en la región. Históricamente China ha apoyado a Pakistán en sus reclamos contra India, ya que también ellos han tenido conflictos (guerra sino-india) por regiones fronterizas.
A pesar de que China haya condenado las acciones de Nueva Delhi para mantener cerca a Pakistán, en sus acciones es totalmente distinto. En mayo pasado, cambió su postura de veto y apoyó el pedido de India en las Naciones Unidas para que Masood Azhar sea incluido en la lista negra de terroristas. Azhar es el líder del grupo extremista islámico Jaish-e-Mohamed, localizado en Pakistán, responsable del ataque terrorista en Pulwama. También ponerse en contra de India significaría que este país pudiera tener un rol mayor en el conflicto territorial en el mar de China meridional, apoyando los reclamos de Vietnam o Filipinas.
A su vez India podría presionar diplomáticamente en Hong Kong por las actuales protestas, ya que ahí viven más de 25.000 indios. Por su parte Estados Unidos mantiene buenas relaciones con India, solamente parcialmente perjudicadas por la lucha que el presidente estadounidense, Donald Trump, mantiene contra la OMC y la intención de cambiar el status de “nación en desarrollo”, India junto a China, Turquía o México son considerados así en la OMC. Este status permite la posibilidad de contar con más tiempo para implementar compromisos de libre comercio, proteger algunas industrias domésticas y mantener subsidios.
El conflicto puede internacionalizarse aún más, cuando el jueves se realicen festejos en Londres por el aniversario de la Independencia de India, en la que están organizadas celebraciones de la comunidad india en Reino Unido (La diáspora incluye más de 1.300.000 indios cachemires), mientras que también habrán protestas de la comunidad pakistaní (la cual también supera al millón de personas).
Una potencia no alineada
Consultada por el semanario La Mañana, la especialista en economía y negocios de India y Asia-Pacifico, Sabrina Olivera, ha destacado que las acciones de India están fuertemente marcadas por un pragmatismo nacionalista.
“A pesar de las tensiones limítrofes con China, se mantienen buenas relaciones de alto nivel entre ambas potencias y el buen relacionamiento entre Modi y Xi Jinping logra que se llegue a solucionar las disputas. Con Rusia es histórica la constante compra de armamento, reafirmando el poderío de India en el océano indico. Los tres mayores ejes de vinculación que tienen son la cooperación militar, la aeroespacial y la energía nuclear. Putin y Modi tienen muy buena relación y alrededor del 60% de todo el equipo militar que India importa proviene de Rusia”, señaló Olivera.
“Muchas de estas compras e inversiones están dentro del marco del programa “Making India” lanzado en 2014 por Modi. Tiene como objetivo promover la inversión en 25 sectores que se consideran estratégicos. Estados Unidos no ve con buenos ojos esta cooperación, pero las relaciones con India han sido históricamente buenas, incluso el entonces presidente Barack Obama afirmó que “India es uno de los socios más definitorios del siglo XXI”. Con Trump como presidente, poco ha variado el vínculo ahora que es presidente ya que para Estados Unidos es de gran interés la posición india en Asia como contrapeso de China”, agregó la experta.