El docente de la Universidad de Brasilia, es autor de varios libros en torno a la historia de la cuenca del Plata, particularmente durante el período que va entre la Guerra de la Triple Alianza y los inicios del siglo XX. En 2014 fue publicada la segunda edición de su libro “O Brasil no Rio da Prata (1822-1994)” por la Fundación Alexandre de Gusmão, donde Francisco Doratioto analiza la política externa de Brasil con respecto a nuestra región. En diálogo con La Mañana, se refirió al proceso de “aprendizaje a cooperar y a superar las divergencias” en la decisión de construir la hidreléctrica binacional brasileño-paraguaya, que sería después Itaipú.
¿Cuál es el significado geopolítica de la obra hidroeléctrica binacional de Itaipú entre Brasil y Paraguay sobre el río Paraná?
Por un lado, Itaipú atendió a la necesidad brasileña de obtener una nueva fuente de energía eléctrica abundante y barata para acelerar la industrialización de la región Sudeste. Por otro lado, Paraguay se convirtió en socio de Itaipú y optó por Brasil como su mayor socio económico y político. Así, en la disputa hegemónica por Paraguay e incluso por el Río de la Plata, Argentina quedó en una posición de relativa desventaja respecto a Brasil.
¿Cómo fue la reacción de Argentina?
Al inicio se produjo una dura reacción política y diplomática en contra del proyecto por parte de Argentina, ya que esto implicaba perder la competencia con Brasil por la hegemonía en el Río de la Plata. Cabe recordar al respecto que, en la década de 1970, la doctrina de las fuerzas armadas de Brasil y Argentina se fundamentaba en el escenario de guerra entre ambos, una idea que tenía su origen en el siglo XIX. Lograr la hegemonía en el Río de la Plata significaba lograr las simpatías -o al menos la neutralidad- de Paraguay y Uruguay en caso de una eventual guerra entre Brasil y Argentina. Cabe señalar, sin embargo, que los ejercicios de guerra de estos dos países solían ser defensivos, es decir, no eran concebidos para preparar una acción ofensiva, sino para defenderse de una eventual invasión. En otras palabras, ni Brasil ni Argentina tenían realmente la intención de iniciar una guerra, pero albergaban fuertes sospechas de que el otro lo haría y, por lo tanto, reaccionaron comprando más armas, evitando construir carreteras en las fronteras, de modo de dificultar la imaginada invasión.
¿Cómo se tejieron los acuerdos que años después permitieron saldar las diferencias con Argentina?
Con mucha diplomacia y negociación. Brasil ofreció garantías de que indemnizaría cualquier posible perjuicio causado por Itaipú en las costas argentinas del río Paraná. Además, Argentina concluyó que no existía riesgo de que Itaipú fuera utilizada como una “bomba hidráulica”, o sea abriendo sus compuertas para inundar Buenos Aires, el centro económico y político argentino, como algunos analistas geopolíticos argentinos llegaran a pensar. Después de todo, si se abrieran las compuertas de Itaipú, no habría producción de energía eléctrica y como resultado se paralizarían las actividades económicas en la región sudeste de Brasil, el centro económico del país.
¿Qué efectos pudo tener ese evento en la firma del Tratado del Río de la Plata que firmaron Juan D. Perón y Juan M. Bordaberry?
Tuvo alguna influencia, pues Argentina se iba quedando aislada en el Río de la Plata. A la decisión del gobierno de Alfredo Stroessner en Paraguay de estrechar relaciones con Brasil, se sumaba la negativa de larga data de Argentina a compartir el uso del estuario del Río de la Plata con Uruguay. Perón se acercó a Bordaberry no sólo por la solución de la cuestión de la soberanía en el Río de la Plata, sino también por la cooperación en torno al Complejo Hidroeléctrico Salto Grande.
¿Podría dar su parecer de cómo ve la oportunidad actual de integración energética en la región?
En cuanto a la integración energética, eso puede ser una alternativa para nuestra región si ella tiene viabilidad técnica y financiera. No es algo fácil de hacer, ya sea por las fuertes inversiones necesarias para eso, o por las complejidades técnica y de establecer criterios de origen, abastecimiento, prioridades y montos a pagar. Brasil tiene hoy distintas fuentes de energía: campos de petróleo y gas por explorar; hay un fuerte desarrollo de la energía eólica y solar; utiliza energía nuclear y puede instalar pequeñas centrales hidroeléctricas.
Por lo tanto, deben ser estudiados con mucho cuidado los costos financieros de la integración energética regional, que va más allá de la cooperación energética bilateral ya existente. Sin embargo, la decisión de una estrecha integración regional debe considerar no sólo aspectos técnicos y financieros sino también políticos, de los objetivos de política exterior de los países de la región.
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