Desde Medio Oriente, y pasando por el conflicto en el Cáucaso, las relaciones comerciales en Asia central y su nuevo rol en África, es que Turquía logra incidir en un mundo cada vez más multipolar, mientras mantiene relaciones ambiguas con las potencias.
La historia y la geografía hicieron que Turquía esté entre dos mundos, entre la puerta a Europa y el camino a Asia, teniendo una posición privilegiada. Ejemplo de eso fue la ruta de seda, esa histórica ruta comercial que pasaba por Constantinopla, ahora conocida como Estambul.
En este siglo, el país ha comenzado a tener una nueva relevancia en el sistema internacional, mediante una estrategia que involucra poder blando, comercio, cooperación, despliegues militares y apoyo a distintas organizaciones para lograr posicionarse como un actor de primera línea a la par de potencias como Rusia, China, Francia o Estados Unidos.
Cuando nos referimos a “poder blando”, término popularizado por el profesor de la Universidad de Harvard, Joseph Nye, hablamos del uso de la cultura, instituciones y valores para generar apoyo o influencia en terceros, algo que Turquía ha logrado de manera efectiva en Asia Central.
La esfera túrquica
La región de Asia Central, dominada históricamente por varios imperios, pasando por el Imperio Ruso hasta la URSS, quedó huérfana luego de la caída del bloque soviético a inicios de la década de los 90. Como forma de unirlos, se funda la TURKSOY, la Organización Internacional de la Cultura Túrquica, que agrupa a los países que hablan lenguas túrquicas como también pueblos de ese origen. De esta forma, logra acercarse aún más a países como Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán y la República Turca del Norte de Chipre, un Estado con reconocimiento limitado. Además, también hay varias repúblicas federales de Rusia que integran esta organización, como la República de Altái, Tartaristán y Tuvá.
Gracias a esta influencia se han construido escuelas y universidades turcas en territorios rusos, por ejemplo, en Tartarisán y en Sajá. Esta organización agrupa a más de 144 millones de personas y es uno de los bastiones más importantes del panturquismo, ese movimiento iniciado a fines del siglo XIX que promueve la unidad de todas las naciones que tienen un pasado turco, el cual tiene, actualmente, como centro político, económico y diplomático a Turquía. De esta manera ha podido competir en la región con actores como China y Rusia, que tienen lazos económicos e históricos fuertes.
Nueva etapa del conflicto con Armenia
Luego, a nivel del Cáucaso, Turquía mantiene una estrecha cooperación con Azerbaiyán, producto de los lazos comerciales, culturales e históricos que tienen y que se ven reforzados en esta nueva etapa del conflicto del Alto Karabaj, en que participa como proveedor de armas para los azerbaiyanos, principalmente con la venta de los drones armados Bayraktar TB2. Para el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es tanta la cercanía que tienen ambos países que, incluso, ha dicho que son “una nación, dos estados”.
Además, aquí hay otro punto de enfrentamiento con Rusia, quien ve esta región como zona de influencia propia y tiene lazos históricos con Armenia, a pesar de que las relaciones con el actual primer ministro armenio, Nikol Pashinián, no estén en su mejor momento. Esto facilita a Turquía su intención de lograr mayor influencia a la hora de negociar un cese al fuego o alguna posible modificación diplomática o territorial.
Relación con el mundo árabe
En Medio Oriente, Erdogan ha logrado influencia en Siria, Irak e incluso en Palestina, donde ha promovido reuniones entre miembros de Fatah y Hamas, organizaciones rivales, que en 2007 tuvieron una guerra y se han dividido el control de Cisjordania (Fatah) y la Franja de Gaza (Hamas).
Esta acción apunta a intentar lograr algo que en ocasiones anteriores ha terminado en un fracaso por distintos países árabes, siendo ejemplos anteriores Arabia Saudita, Egipto, Yemen y Catar. Además, Erdogan, apelando al panislamismo y al otomanismo, declaró el mes pasado durante una sesión legislativa que “Jerusalén es nuestra ciudad”, haciendo referencia a los 400 años que fue parte del Imperio Otomano. A pesar de esa retórica, el comercio entre Turquía e Israel ha aumentado y las exportaciones turcas han llegado a los US$ 3.2 mil millones, haciendo que ese país sea el sexto socio comercial más grande de Israel, según el diario The Jerusalem Post.
Respecto a Siria, Turquía tiene un rol directo al apoyar a las Brigadas Sirias Turkmenas y al Ejército Sirio Nacional (ESA), este último opera en territorio sirio ocupado por tropas turcas, gracias a las distintas operaciones militares llevadas a cabo desde el año 2016. Esto viene luego de la propuesta de las “zonas libres”, idea que no pudo ser concretada gracias a la falta de acuerdo entre Estados Unidos y Turquía, ya que para los norteamericanos era prioridad terminar con el Estado Islámico, mientras que para Erdogan la prioridad era que el gobierno de Bashar Al Assad cayera.
Repercusiones en relación con socios europeos y de OTAN
Producto de la guerra civil en Siria, actualmente Turquía tiene más de 3 millones de refugiados en su territorio acorde al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Lo que también le ha permitido un poder de negociación frente a la Unión Europea ya que en más de una ocasión ha amenazado en permitir que los refugiados sigan su camino hacia Europa, previamente la Unión Europea había prometido 6000 millones de euros para que Turquía tuviera a los refugiados en su país, aunque solo se le ha pagado la mitad. Pero aquí en Siria hay otro punto en que choca con Rusia, quien a fines del mes pasado ha bombardeado una refinería en la ciudad siria de Jarablus, cerca de la frontera con Turquía.
Además, se atacó un desfile militar en Idlib, matando al menos 50 soldados proturcos, según la Agencia Federal de Noticias de Rusia. Otro escenario en donde estos países se encuentran otra vez en lugares opuestos, uno apoyando a la oposición (Turquía) y el otro (Rusia) apoyando al gobierno de Bashar al Assad. Aunque también tengan diferencias respecto a la cuestión en Libia y que estén enfrentados en cada zona de influencia, ambos países tienen buenas relaciones en lo que refiere a lo comercial, teniendo a Turquía como comprador de los sistemas de misiles antiaéreos S-400 Triumf, por un valor de US$ 2.500 millones. Esto generó amenazas por parte de Estados Unidos, ya que Turquía es uno de los flancos más al sur que tiene la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Aunque Turquía mantiene una dualidad entre EE. UU. y Rusia, al comprarle sistemas de defensa a Rusia y ser parte de la OTAN, mientras que es cliente ruso y sus drones destruyen los sistemas de misiles rusos en Libia, Siria y en el Cáucaso.
La proyección en el Mediterráneo
África es otro continente que ha recibido la nueva influencia turca a nivel económico y militar, siendo grandes ejemplos de ello su rol en la Guerra Civil de Libia y la nueva cooperación con Somalia. Luego de la caída de Muamar el Gadafi, Libia se sumió en una guerra interna entre las distintas facciones que estaban por todo el territorio y pronto se internacionalizó el conflicto, teniendo como partícipes indirectos a países como Egipto, Francia, Arabia Saudita, Rusia y Turquía. Erdogan apoya al Gobierno de Acuerdo Nacional, liderado por Fayez al Sarraj ha necesitado pedir ayuda militar a Turquía para contrarrestar a las tropas de Jalifa Hafter, líder del Ejército nacional libio. Producto de ese conflicto es que al Sarraj firma con Erdogan dos acuerdos sobre Cooperación Militar y de Seguridad y Restricción de Jurisdicción Marina.
Sobre este último acuerdo, que establece límites marítimos con Turquía, generó condenas por parte de Egipto, Grecia y Chipre, quienes ven cómo se genera una lucha en el mediterráneo por los límites marítimos, algo que incluye posibles yacimientos de gas y petróleo, los cuales Turquía reclama para sí y ha realizado prospecciones en distintos mares del mediterráneo oriental. Sucede con la cuestión de la República del Norte de Chipre que, según Turquía, está operando en aguas de su propia plataforma continental. Además, este país no ha firmado la convención de las Naciones Unidas de 1982, la cual regula las fronteras marítimas y, además, no reconoce el sur de la República de Chipre y sus acuerdos para una zona económica exclusiva con Egipto, Líbano e Israel. Cabe destacar que Egipto ha realizado acuerdos de límites marítimos con Grecia a modo de respuesta del accionar turco. Mientras que Líbano e Israel han tenido conversaciones el mes pasado para delimitar sus fronteras marítimas.
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