Entrevistado por La Mañana, el ecuatoriano Rubén Flores Agreda, representante de la FAO ad interim en Uruguay -y oficial principal de políticas con énfasis comercial para América Latina y el Caribe- reflexionó sobre la producción regional y el mercado de alimentos internacional tras los efectos de la pandemia.
¿Cómo afectó la pandemia de COVID-19 a la cadena de distribución mundial de alimentos?
El impacto y esfuerzo hay que entenderlo en tres momentos. El primer momento es el de la emergencia misma, el segundo es cuando se intenta sostener los sistemas productivos y finalmente un tercer momento que involucra la recuperación de los sistemas alimentarios.
Esta crisis sanitaria tiene varios mecanismos de trasmisión que afectan al sistema alimentario. Primero fue el distanciamiento social, la cuarentena, que afecta el comportamiento humano y también la demanda de productos debido a la imposibilidad de salir a los mercados. El segundo componente fue la evolución de la pandemia y las consecuencias económicas que trae, como pérdidas de trabajo. Además las entidades multilaterales proyectan que América Latina tendrá una tasa de decrecimiento de 5,2%.
La buena noticia es que en estas ocho semanas los sistemas alimenticios han funcionado. Esto es algo que hay que rescatar. En primera línea hay agricultores que han estado dándole continuidad al proceso. En el medio de la emergencia se han mantenido los sistemas alimentarios. Es fundamental advertir con absoluta responsabilidad que todo el efecto de la crisis económica puede ir generando algunas señales importantes de crisis alimentaria, ya que con el impacto socioeconómico es que tendremos un incremento de 16 millones de personas bajo la línea de la pobreza que se sumarán a los 60 millones de personas que ya están en esa situación en nuestro continente.
¿Qué mercados y/o países lo han sentido más?
Este impacto es distinto en países que son exportadores netos de alimentos que en los que son importadores. En la región tenemos de los dos tipos: una Sudamérica que es, con la excepción de Venezuela, un continente que tiene un componente muy fuerte de exportación y Centroamérica que juega entre las dos caras de la moneda y un Caribe que es un importador neto de alimentos.
El comportamiento de los países y los efectos de la crisis serán distintos en base a estas características. Esto implica un desafío sobre cómo evitar una crisis alimenticia y generó que gobiernos, empresas privadas y ONG realizaran serios esfuerzos en iniciativas para no llegar a una emergencia. Sumando así esfuerzos de toda la sociedad, yo creo que en este contexto la palabra “colaboración” ha sido fundamental para poder garantizar que los impactos y el nivel de riesgo se manejen de forma razonable.
Ahora nos toca concentrarnos para evitar la crisis alimentaria y desarrollar una serie de elementos para recuperar los medios de vida de los productores, y capital de trabajo para los productores para que sigan produciendo, además de ingresos y transferencias netas de dinero para aquellas poblaciones vulnerables para que puedan tener acceso a los alimentos.
¿Cuál es la tendencia de los países en el sector de alimentos?
Hay dos señales claras, la primera es la restricción de la demanda en base a la recesión, con gran efecto negativo para los países exportadores, que también significa una gran oportunidad para abrir otros tipos de mercado.
Durante los últimos 30 años, América Latina se ha preparado para exportar a grandes mercados como Europa, Estados Unidos y China. Ahora como la crisis es global, se genera una necesidad de volver a mirar a la región y se ve cómo se abre la puerta para el arroz uruguayo en México o los porotos argentinos para ese mismo país.
El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Carlos María Uriarte, hace con mucha claridad un llamado a que los países podemos hacer, con la ayuda de organizaciones como la FAO, una plataforma en tiempo real que permita ver la evolución de los stocks y las demandas de los países para facilitar el comercio. Por ahí está una de las grandes oportunidades.
¿Cómo afectó a Uruguay el retroceso en la demanda de alimentos y cómo se puede beneficiar de la “nueva normalidad”?
A diferencia de América Latina, Uruguay no ha seguido al conjunto de países de la región en términos de decrecimiento económico. Ha sido el único país que ha tenido tasas de crecimiento relativamente más altas que el promedio.
El país tiene una institucionalidad sólida acompañada por una cultura institucional que le permite capturar todos estos desafíos en términos de construcción. Desde la FAO hemos tenido la oportunidad de apoyar al Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y al MGAP con esta estrategia nacional de bioeconomía. Dentro de la misma está la economía circular. Buena parte de esa visión prospectiva que está teniendo Uruguay es ir adelante en la búsqueda de oportunidades.
La mayor riqueza que tiene América Latina son sus recursos naturales y ahí hay dos opciones: entender que terminas los recursos naturales o que los manejas de una manera responsable hacia un futuro sostenible y creo que es el camino fundamental. Esto no es solamente con la producción agropecuaria sino también con la extracción minera o forestal.
Uruguay se ha venido preparando para generar una base científica importante. Hay talento humano que reflexiona sobre estos temas y lo que ahora debe estar pensando es cómo darle valor agregado para que esos recursos naturales sean sostenibles en el tiempo. No dudo que Uruguay puede enfrentar ese esfuerzo.
¿Cuál es el escenario y las oportunidades que la FAO ve para el sector agroexportador de Uruguay?
Antes de la pandemia, nosotros reflexionábamos sobre el incremento de la población en el mundo. Cuando uno ve que en los próximos 20 años tendremos 5.000 millones de bocas más para alimentar, América Latina tendrá un rol importante a desempeñar y buena parte de la división internacional del trabajo hizo que el continente se especializara en la producción de alimentos. Esa oportunidad debemos usarla bien, no solo alimentando al mundo sino también garantizando que exista acceso y capacidad de acceso a los alimentos; esa combinación es clave a nivel regional como a nivel internacional.
Uruguay tiene un aspecto bastante bien desarrollado y creo que hay que mirar un poco al campo. Uruguay generó una economía de servicios muy importante. ¿Cómo ponemos esos servicios en función de agregar valor al campo? ¿Cómo hacemos que la tecnología, la innovación de valor agregado llegue realmente y sea accesible para consolidar este esfuerzo de crecimiento y salto a nivel país? Estos son los desafíos que debemos impulsar y que son parte de esta oportunidad que tiene el país.
No es solamente del sector alimentos, sino también del sector de servicios y del agropecuario en su conjunto. La fortaleza que tiene Uruguay en la producción de carne es clave. Se debe estar alerta a las señales del mercado y poder trabajar. Ahí hay una misión grande para los negociadores comerciales uruguayos, para las instituciones responsables de las negociaciones, el abrir nuevos mercados que es importante en esta época y el poder promover con mucha eficiencia las exportaciones y servicios que tiene Uruguay.
¿Qué países podrían ser nuevos o mejores mercados para los alimentos uruguayos?
La mirada del ministro Uriarte no es equivocada y es mirarnos a nosotros mismos internamente en la región. A través de México hay una puerta importante, al igual que Estados Unidos, donde ya existe una relación consolidada. Me parece que el mercado andino es también relevante sobre todo en la parte de la carne. Son fundamentales los esfuerzos que ya han iniciado los negociadores uruguayos con India, Emiratos Árabes Unidos, Australia, Vietnam y Turquía, lo que genera una potencialidad importante.
Esa mirada no es menor e implica un gran desafío ya que Uruguay tiene el mismo problema que tiene América Latina en su conjunto y es una dependencia en los grandes mercados, dígase Estados Unidos, Europa y China, como así de productos, que dos, tres o cuatro productos que marcan el 80% de las exportaciones.
El cambio debe ser poder diversificar las exportaciones y aprovechar la institucionalidad del país. Hace 20 años conocí y estudié el Consejo Consultivo del Arroz, me sentí muy motivado por lo que estaba haciendo y la incidencia que tenía como mecanismo de articulación entre el gobierno y el sector productivo. Un mandato de ese Consejo Consultivo es que, si se nombraba un embajador de Uruguay en cualquier país, su misión era exportar arroz. Ese tipo de estrategias son absolutamente consistentes con este esfuerzo de promocionar y capturar nuevos mercados.
Algunos países apuestan al modelo minero o al forestal, ¿cuánto afecta al medio ambiente? ¿Tiene futuro Uruguay como país productor de alimentos?
América Latina y Uruguay tienen futuro como productores de alimentos. Nuestro continente es la zona más biodiversa a nivel del mundo. Tenemos que utilizar esa oportunidad haciendo un uso eficiente de los recursos pensando a futuro, pero para eso debemos invertir –algo que Uruguay ya comenzó a hacer- en el talento humano, los servicios y el valor agregado. Esa es la gran riqueza que tiene América Latina geopolíticamente hablando.
Cuando uno ve como miran a América Latina la estructura del poder, lo que están mirando es cómo capturar esos recursos naturales, en vez de simplemente recibir materias primas. Creo que el poder de negociación de América Latina es invertir y darle la vuelta a esa relación en donde el conocimiento se genere en nuestro continente y se quede en América Latina y finalmente tengamos unos elementos a través de la ecuación del poder con base en el conocimiento y al valor agregado a las materias primas y los recursos naturales.