Fuimos recibidos con gran calidez en el centro de estudios Balseiro que funciona dentro del Centro Atómico de Bariloche en la Patagonia argentina, que, al decir de su director Mariano Cantero, “es una fábrica de empresas tecnológicas”. Actualmente son cinco las áreas del centro en las que se apuesta a futuro: energía, alimentos, medio ambiente, salud y telecomunicaciones. Cantero, quien regresó al país a través del programa de repatriación de científicos argentinos tras vivir casi una década en Estados Unidos, destacó el compromiso de trabajar por el bien común y desarrollo de su país, teniendo en cuenta que todos los alumnos estudian becados gracias al aporte de toda la sociedad.
Si se piensa en Bariloche, en el sur de la Argentina, una idea recurrente son sus montañas nevadas, los lagos transparentes, el frío y paisajes que deslumbran. Allí, en el medio de ese entorno natural se acuna uno de los centros educativos más importantes del país: el campus del Instituto Balseiro en el Centro Atómico Bariloche (CAB).
Basta llegar a Av. Bustillo al 9500 para encontrarse con el camino de entrada a un mundo diferente, donde la ciencia y la historia de un país son los grandes protagonistas. A medida que se avanza sorprende la mezcla de compactos edificios antiguos en piedras verdosas y madera, con otros sumamente modernos, construidos en metal y cristales.
En el aire se respira patriotismo y orgullo por contar con un centro de avanzada de esas características. Es que, además del Instituto, las instalaciones se encuentran en una de las sedes pioneras de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que tuvo sus inicios en la década del ’50. Desde entonces se ha convertido en la cuna de la ingeniería nuclear en Argentina y América Latina, y a pesar de los altibajos durante más de 70 años, aún permanece erguido, al igual que las montañas y árboles que lo rodean.
Desde el Centro Atómico parece derramarse conocimiento y desarrollo para la población, no solo de la zona, sino de todo el país. Y con ese pensamiento en mente mientras el recorrido continúa, llega uno de los responsables actuales del Instituto, el ingeniero nuclear Mariano Cantero, quien es el director del Balseiro, exestudiante y docente del lugar desde 2009.
En una distendida conversación, rememora que mientras vivía en el exterior, nació su primer hijo y que un compañero uruguayo lo acompañó al hospital. Por esa razón, nos sentimos parte de lo mismo, de experiencias entrelazadas de pueblos hermanos que en los momentos importantes saben que pueden contar con el otro.
Es así que comenzamos a dialogar de su historia y cómo se dio su ingreso al Instituto en el que se formó. “Nací en Bahía Blanca, y de muy chiquito me llevaron a Río Cuarto, provincia de Córdoba. Cuando estaba en el colegio secundario analicé qué me gustaba estudiar: medicina, la parte de cardiología, oftalmología… pero también me gustaba la ingeniería industrial”, recuerda.
Lo habló con su padre, que fue rector de la Universidad Nacional de Río Cuarto y más tarde intendente de la ciudad; y, a su vez, fue director de Radio y Televisión Argentina. Este le comentó de la existencia del Instituto Balseiro, en donde se ofrecían becas totales. “Averigüé un poco y lo que leí me gustó”.
Para acceder a la beca de CNEA debía tener dos años de estudio en alguna ingeniería o licenciatura vinculada, además debía afrontar una prueba de ingreso. “Decido hacerlo y buscar un lugar para hacer los dos años previos de matemática y física básica para rendir la prueba del ingreso”. Su idea fue estudiar ingeniería en Río Cuarto, donde su padre era rector.
“Como mi padre era muy reconocido en el lugar, me dijo que era mejor irme a Córdoba capital, donde no tendría ni amigos ni enemigos, donde podía ser hacedor de mi destino y que mis logros sean míos”, contó. Posteriormente, y habiendo cumplido con los requisitos, ingresó como alumno al Balseiro.
Devolver al pueblo lo que el pueblo dio
El Instituto Balseiro es un organismo público que forma parte de la CNEA y de la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo). Está financiado por recursos de los ciudadanos y tradicionalmente los montos de las becas han estado entre los US$500 o US$550 mensuales por cada alumno. Es por esto que Cantero afirma que existe un compromiso muy grande de producir efectos positivos en la vida de las personas.
“La actividad que hacemos no solamente puede impactar al desarrollo de los recursos humanos dentro del Instituto, sino a todos. Es el compromiso que hay que tomar dentro de las instituciones públicas y plantearlo como desarrollo del país”, añadió.
Cantero es un ferviente convencido de que los logros son individuales y que el esfuerzo personal es central, pero que las personas no están solas en el mundo. El Instituto tiene 66 años, la CNEA tiene 70, la Uncuyo tiene más de 80, “y existen porque hubo mucha gente que le puso el cuerpo y la hizo funcionar, hay inversión pública de personas que no estudiaron acá, pero aportaron. Uno no puede olvidarse de eso”.
En esa línea, sostuvo que debe haber responsabilidad en el uso de los recursos públicos, y deben volver, directa o indirectamente, a las personas. Para eso, entiende, es necesaria una maquinaria de desarrollo compuesta por desarrollos federales que impacte en el sector productivo.
“Hay que motivar a los recursos humanos para que se desarrollen plenamente, teniendo educación, ocio, buena medicina, que los niños puedan hacer deportes. Esto hace que se afiancen las personas, instituciones y empresas. Arraigados es que impactan en el desarrollo regional. Hoy estamos empezando a perder muchos recursos humanos que se van al exterior con buenos proyectos”, explicó.
Más que una comisión, una política de Estado
Desde su creación, la CNEA ha sido el organismo público de referencia del desarrollo nuclear argentino y un actor destacado dentro del sistema de ciencia y técnica. En esa línea, Cantero explicó que la Comisión no solo ha impulsado la formación de recursos humanos, sino que ha sido una fábrica de empresas tecnológicas. “La CNEA divisa un rumbo y apuesta a eso hasta el final”, expresó.
El campo nuclear comenzó a desarrollarse en Argentina con la formación de profesionales en las ciencias y tecnologías asociadas. Luego se crearon laboratorios y se iniciaron actividades como la radioquímica, la metalurgia nuclear y la minería del uranio. Posteriormente se consolidaron las actividades para la construcción y operación de reactores de investigación y sus combustibles; la producción de radioisótopos y el empleo de las radiaciones ionizantes para diagnóstico y tratamiento médico; y se logró el acceso a la nucleoelectricidad.
“La Comisión y el Instituto Balseiro tienen una impronta muy grande, pero están permeados por la política. Han sido suficientemente fuertes e inteligentes quienes las llevan adelante y han habido gobiernos que han aportado muchísimo”, sumó Cantero quien hoy dirige esta casa de estudios.
La biblioteca de la hermandad
“Más allá de la carrera que estudie cada alumno, más allá del grado en el que se encuentre, más allá de si es estudiante, profesor o practicante, lo cierto es que existe un lugar que es común para todos: la biblioteca”, cuenta a La Mañana, Laura García Oviedo, responsable del área de comunicación.
Al llegar a la biblioteca y pasar entre las personas, la bibliotecóloga relata que acaba de terminar un acto y está empezando otro, que llegó la rectora de Buenos Aires de otra universidad y que acaban de inaugurar la muestra “Heroínas de América”, una serie de esculturas y cuadros que retratan a mujeres ícono de Latinoamérica.
Al recorrerla, es posible sentirse parte de una América común, en la que diferentes cualidades se entrelazan y puestas juntas hablan de nuestra historia en un centro educativo de ciencias y tecnología en medio de una biblioteca que se funde con la naturaleza del lugar, con las montañas nevadas, y la calidez de quien, con orgullo, muestra cada una de las diferentes secciones.
La colección de la biblioteca está formada por 21.000 volúmenes, 900 títulos de publicaciones periódicas en papel, acceso electrónico a 63 títulos por suscripción institucional. También se facilita el acceso a las más prestigiosas revistas académicas, a bases de datos referenciales y a textos completos, a través de la Biblioteca Electrónica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Otros compañeros se acercan y relatan que ese lugar es donde reciben a todos los alumnos; cuentan de investigadores famosos que pasaban el día entero allí dentro, leyendo, escribiendo, buscando, siguiendo las actualizaciones de las publicaciones internacionales. Suenan nombres, los presentan en fotografías.
Se siente como una experiencia de familia científica, de hermandad que invita a permanecer y seguir conociendo, siendo parte de esa pasión por el desarrollo y la investigación. Vienen a la mente las palabras de Mariano Cantero donde habla de la responsabilidad de volcar al país la oportunidad de haber estudiado en ese lugar.
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