El pasado 21 de febrero se cumplieron cien años del nacimiento de John Senior, un profesor de literatura estadounidense que llegó a ser un gran maestro de la educación clásica. En los años ´70, junto a otros dos colegas –Frank Nelick y Denis Quinn– Senior fundó en la Universidad de Kansas (estatal y laica) un Programa de Humanidades Integradas (PHI) que funcionó entre 1971 y 1979.
¿Qué tuvo de novedoso este programa? Senior había visto a lo largo de su carrera que los jóvenes de su tiempo estaban impregnados de modernismo, que prácticamente no habían leído y que eso los incapacitaba para ver la realidad tal cual era. Influenciados como estaban por una serie de ideologías que desembocaron en la crítica antisistema –relativista y hedonista– de los ´60 y los ´70, no podían admitir que hay verdades objetivas o que, necesariamente, debe haber una causa final. El propósito del PHI, era educarlos en el realismo.
Para ello, Senior, Nelick y Quinn tomaron algunas ideas del Movimiento los Grandes Libros iniciado por Robert Hutchins y Mortimer Adler en la primera mitad del siglo XX. Estos profesores habían detectado un excesivo fraccionamiento y especialización en la educación moderna y procuraron despertar en sus alumnos el interés por los clásicos. “Ningún hombre puede considerarse educado sin estar familiarizado con las obras maestras de su tradición”, dirá Hitchens en Great Books of the Western World. Y es que los clásicos ayudan a integrar saberes y a conocer la realidad completa –con su dimensión trascendente incluida– y, por tanto, a no absolutizar ciertos aspectos de ella –como la razón, la libertad, la economía o el sexo– que son importantes, pero relativos.
Senior vio, sin embargo, que debía empezar por los buenos libros (Dickens, Stevenson, Verne, Dumas…), para luego llegar a los grandes clásicos (Homero, Cervantes, Shakespeare…). La buena música –folklórica y clásica–, también formaba parte del programa. Al final de cada año, los mismos chicos que habían entrado al programa vestidos de hippies, organizaban bailes de gala…
También vio Senior que, para proporcionar una excelente formación realista, junto a la lectura de los buenos y grandes libro, era necesario que sus alumnos tuvieran experiencias de vida en contacto con la naturaleza. Las cabalgatas, la contemplación de las estrellas, los buenos vinos y los buenos momentos compartidos al aire libre predisponían a los estudiantes al asombro. El cual, según los griegos, es el principio del conocimiento, de la ciencia y de la filosofía.
Tanto miraron hacia arriba –intelectual, física y espiritualmente– que ocurrió el milagro: en los nueve años que duró el PHI, más de doscientos de sus alumnos se convirtieron a la Iglesia católica. Veinte se hicieron monjes benedictinos en la Abadía de Fontgombault, Francia. Algunos se hicieron sacerdotes seculares o fundaron colegios católicos especializados en educación clásica.
¿Cómo ocurrió esto? ¿Hicieron los docentes proselitismo religioso? Hubo sospechas y denuncias y se investigó a fondo. La conclusión de los peritos fue que jamás ninguno de los profesores había intentado evangelizar a los alumnos. A pesar de todo, la Universidad de Kansas decidió cerrar el programa.
Entonces… ¿qué pasó? Según Juan Manuel de Prada, los clásicos nos hablan de un mundo “invadido de Dios, un mundo donde la fe era una realidad sustantiva”: una especie de “líquido amniótico” en el que la sociedad se desarrollaba. Y agrega que, a través de la belleza de las poesías clásicas, es posible comprender temas fundamentales como el perdón y el amor de Dios más fácilmente que a través de una fría clase de doctrina. Por eso De Prada –siguiendo a Oscar Wilde– sostiene que Jesucristo hablaba en parábolas porque era poeta. Porque sabía que la poesía y el lenguaje literario, “tienen una capacidad de conmoción mucho más fuerte que un lenguaje puramente doctrinal”: “aproximarse a Dios sin belleza –dice De Prada– es mucho más difícil”.
En rigor, los docentes del PHI no hicieron “apostolado”, no “evangelizaron”. Pero hicieron algo mucho más eficaz: procuraron que sus alumnos contemplaran la belleza de la Creación y la belleza de las obras creadas por los grandes maestros que en todos los tiempos le han cantado, escrito y bailado al Creador. Y al hombre, imagen y semejanza de Dios. Así, allanaron el camino para que sus almas, pletóricas de realismo, fueran capaces de recibir la gracia.
TE PUEDE INTERESAR: