La cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) puso de manifiesto que en esta nueva etapa de la globalización, la competencia por los recursos minerales y energéticos será decisiva.
Europa hoy es un barril de pólvora y sus líderes son como hombres fumando en un arsenal. Una simple chispa desatará una explosión que nos consumirá todos. No puedo decirles cuándo tendrá lugar la explosión, pero sí puedo decirles dónde: alguna maldita estupidez en los Balcanes la desatará.
Otto von Bismark, en 1878, primer ministro de Prusia.
No es novedad que cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la trama de fondo que provocó el desencadenamiento de las hostilidades estaba en la radical competencia que las principales potencias europeas mantenían entre sí por mercados y regiones a lo largo y ancho del globo.
Para decirlo con otras palabras, el estallido de la Primera Guerra Mundial fue consecuencia directa de la búsqueda de liderazgo en un mundo multipolar, en el que la carrera económica y tecnológica entre los Estados más poderosos de Europa no medía más límites éticos ni morales que los que pudiera asumir su propio interés.
En ese sentido, vale la pena hacer un paralelismo con lo que viene sucediendo a nivel global desde el inicio de la década del veinte de este siglo, con el ascenso de China al podio de potencia económica mundial, la pandemia, y la guerra entre Rusia y Ucrania. Estos tres factores en conjunto han marcado un punto de inflexión en materia geopolítica respecto a cómo el mundo se había organizado tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial con el liderazgo de Estados Unidos.
En ese orden, podemos decir que la irrupción de la pandemia de covid-19 no sólo puso contra las cuerdas a las mayores economías del mundo, sino que hizo permear la idea de que algunas organizaciones internacionales podrían cumplir un rol aún más decisivo en la política interna y externa de los Estados que entonces se hallaban con sus economías deprimidas y sus sistemas de salud saturados. Además, puso a prueba la resiliencia del eje Estados Unidos y Europa, y dejó en evidencia que China se había convertido, a pesar de la pandemia, en la economía de mayor crecimiento a nivel mundial.
Por otra parte, el estallido de la guerra en el este de Europa obligó a esta última a repensar el diseño de su matriz energética, ya que la dependencia de los hidrocarburos rusos era poco menos que exclusiva, sobre todo para países como Alemania.
Así, en este contexto de guerra energética en el que la competencia entre las potencias occidentales y China es cada vez más exacerbada, Latinoamérica y África se han convertido en un territorio en disputa como proveedores de recursos y suministros vitales.
Global Gateway: La estrategia geopolítica de Europa para América Latina y el Caribe
Apoyaremos las inversiones inteligentes en infraestructuras de calidad, en el respeto de las normas sociales y medioambientales más estrictas, y conforme a los valores y las normas de la UE. La Estrategia Global Gateway es un modelo de la forma en que Europa puede construir conexiones más resilientes con el resto del mundo.
Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea
La semana pasada fue presentada la estrategia que la Unión Europea tiene preparada para América Latina y el Caribe. La misma consiste en un fondo de inversión llamado Global Gateway que estaría dispuesto a desembolsar 45.000 millones de euros en inversiones estratégicas en la región en sectores como energía y minerales, hasta el año 2027.
De esa forma Europa pretende renovar su presencia a nivel mundial, planteando objetivos comunes que tengan como eje la transición energética. Y en ese sentido, la mayor parte de las inversiones planificadas por Global Gateway apuntan a proyectos e inversiones en minería y en la producción de hidrógeno verde.
Pero lo que hay que comprender al final de cuentas es que Global Gateway no es simplemente un fondo de inversión, sino más bien una estrategia que pretende competir con la “Iniciativa de la Franja y de la Ruta” (BRI: Belt and Road Initiative) también conocida como “La nueva ruta de la seda” que China lanzó en el año 2013. En definitiva, este fue el primer paso que dieron los dragones para convertirse en un actor decisivo a nivel global, realizando un programa de inversiones a escala transcontinental en sectores estratégicos como energía, minería, y transporte.
Así, en pocos años, la expansión de China fue abrumadora y provocó que en 2021 Estados Unidos lanzara, durante la administración de Joe Biden, su programa “Build Back Better World” con el objetivo de competir con el BRI. La iniciativa se anunció durante la COP26, proponiendo un nuevo paradigma que también tuvo como eje la transición hacia las fuentes de energías renovables, en consonancia con el Global Gateway europeo.
Repercusiones de la Cumbre UE-Celac
Tras dilatarse el acuerdo por un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea, el presidente Lacalle Pou firmó –tras reunirse con el presidente de Francia, Emmanuel Macron y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen– un “Memorándum de entendimiento en materia de Cooperación en energías renovables, eficiencia energética e Hidrógeno Verde”.
Obviamente, la intención del Ejecutivo de presentar la noticia como un éxito no tuvo el impacto deseado, dado que en nuestro país nos hallamos inmersos en un contexto de déficit hídrico, en el que el abastecimiento de agua potable tanto para consumo humano, como para la producción de alimentos se halla en una situación crítica. Por lo que las prioridades del pueblo uruguayo pasan por otro lado.
Además, el presidente dejó en claro que Uruguay no firmaría un TLC con la UE por separado, dando a entender que esperaría a que se resolviera el asunto en el marco del Mercosur. Pero, también manifestó que “no descarta la posibilidad de avanzar en acuerdos bilaterales por fuera del Mercosur”. “Nosotros tenemos todo arriba de la mesa. Nunca hablamos de Uruguay con la UE. Sí lo dijimos con respecto a China, sí lo dijimos con respecto al CPTPP [Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico]” (La Diaria 20-7-23).
De esa forma, el Ejecutivo parece verse tentado a coquetear en solitario con las potencias en un momento de definiciones decisivas, en que la región podría, si actuara de forma coordinada y en conjunto, obtener mejores resultados en cuanto a la inserción internacional.
De hecho, no se puede eludir la defensa que hizo el presidente de Brasil, Lula da Silva, de las pymes brasileñas, cuando declaró el día lunes en Francia: “Estoy deseando hacer un tratado con la UE, pero no es posible”, dando a entender que las exigencias que la UE impone al Mercosur son una amenaza para la integridad y soberanía de la región. Y manifestó que, así como hay consenso entre los líderes globales de luchar contra “el cambio climático”, también lo debería haber para combatir la desigualdad y la pobreza. El referido punto con el que estaba en desacuerdo el presidente de Brasil refería a que las pymes europeas recibirían el mismo trato que las pymes brasileñas en territorio brasileño, pero no a la inversa.
No obstante, un reconocido analista uruguayo, Ignacio Bartesagui, director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay, hizo una declaración, un tanto sorpresiva por lo ingenua, afirmando: “Si Uruguay resuelve su pertenencia al Mercosur, cierra en siete meses un TLC con China. Y empieza un proceso de apertura al mundo. No me cabe la menor duda” (Montevideo Portal 11-7-23).
¿Acaso, alguien verdaderamente cree que Uruguay puede ser un interlocutor global aislado de la región, contradiciendo a muchos probados analistas, entre los que se encuentra el Cr. Enrique Iglesias, que han recalcado hasta el cansancio que el mejor camino para Uruguay para cerrar un acuerdo de este tipo, sería dentro del Mercosur?
Probablemente las palabras de Bartesagui hayan tenido una intención política más que un objetivo netamente comercial y diplomático. Y podríamos decir que el tenor de sus declaraciones es comparable al expresado en la declaración final de la Cumbre UE-Celac, en el apartado referido a las Islas Malvinas, en el que Europa parece aceptar por primera vez una demanda sensible para la región y la soberanía del mar austral. Pero no vale confundirse, la competencia geopolítica que se está llevando a cabo a nivel global se basa también en un manejo correcto de apariencias y de ilusiones.
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