El Cr. Danilo Astori develó la incógnita días pasados: su sector político apoyará al Ec. Mario Bergara como candidato en las elecciones internas del Frente Amplio. Con ello el artífice de la política económica durante los quince años del FA en el gobierno procura asegurarse el oligopolio de la conducción económica ante un eventual regreso al poder. Frente a la pregunta efectuada por El País de si el MEF debería quedar en manos de su corriente política, Astori fue tajante: “No tengo ninguna duda de contestar afirmativamente. Sí, sin duda, porque una de las cosas que el FA demostró desde el gobierno, y en particular desde el MEF, es que hubo un equilibrio sabio, justo y equitativo de los equilibrios macroeconómicos, que son absolutamente fundamentales”.
A un año y medio de las elecciones nacionales, y ante la posibilidad real de un retorno del FA al poder, cabe preguntarse cuáles serían los cambios sustanciales de política económica que los agentes podrían esperar. Para ello resulta imprescindible repasar cuáles han sido hasta ahora los principales resultados de la actual gestión económica.
Lo primero que se distingue es el énfasis que se pone en un reducido número de indicadores macroeconómicos, particularmente aquellos reclamados por los acreedores, los cuales permiten colocar deuda fluidamente. Nos referimos al déficit fiscal y el ratio de deuda pública. Cualquier otra medida de la marcha de la economía pasó a tener un rol secundario, subordinado al cumplimiento de los anteriores. Esto es lo que ocurre por ejemplo con la política monetaria, que ha resultado en un nivel de atraso cambiario que probablemente ni el mismo Bergara hubiera permitido. Sin embargo, este atraso cambiario contribuye a mejorar el ratio deuda/PIB, por lo que paradojalmente, mientras la economía aguante con el motor del consumo y consigamos financiar el creciente déficit de cuenta corriente colocando bonos, nada cambiará. Un cuadro que parecería calcado del manual descrito por el economista Sebastián Edwards en “La macroeconomía del populismo en la América Latina”.
En efecto, si analizamos la evolución del índice global de commodities compilado por el FMI, podemos constatar que desde que asumió funciones en marzo del 2005 hasta la crisis financiera de setiembre de 2008, el astoribergarismo se benefició de una duplicación de precios internacionales. La fuerte caída producida entre el último trimestre del 2008 y el primero del 2009 pudo ser absorbida porque el país venía con niveles de deuda y déficit fiscal relativamente bajos, adecuados niveles de liquidez y por encima de todo, porque se permitió una suba del tipo de cambio para absorber mejor el shock, acompañando a la región.
La situación actual no parecería ser muy diferente. Por más que sigamos departiendo de los efectos nocivos de la pandemia, en el frente externo la Ec. Azucena Arbeleche y su equipo se han favorecido con un escenario similar al que benefició a su antecesor y exjefe en Colonia y Paraguay. Concretamente, en marzo de 2020 los precios de los commodities se encontraban en niveles cercanos a los mínimos de los últimos quince años, pero para el tercer trimestre del 2022 éstos se habían duplicado. Al igual que había ocurrido quince años antes, esto permitió al equipo económico exhibir una baja del déficit fiscal, aunque sea de naturaleza cíclica. Mientras tanto, el endeudamiento sigue creciendo de forma importante si se lo mide en dólares. Efectivamente, la deuda bruta pasó de US$ 27 634 millones a fines de 2019, a US$ 40 549 millones cerrado el primer trimestre del 2023.
Este aumento de casi 50% que resultaría alarmante aún para un país desarrollado, logra pasar más desapercibido cuando se lo compara con el PIB medido en dólares, que pasó de aproximadamente US$ 50 000 millones en 2019 a US$ 70 000 millones en 2022. Si tenemos en cuenta que en términos reales el producto se encuentra levemente por encima de los niveles prepandemia, resulta evidente que en este crecimiento del PIB está jugando fuertemente el atraso cambiario. El resultado es que el ratio deuda bruta/PIB ha sufrido un aumento más moderado, llegando a 58% a fines del primer trimestre de este año, cercano a los niveles que exhibía el indicador a fines de 2001. El problema es que desde fines del año pasado los precios vienen cayendo sustancialmente, lo que se ve reflejado en una caída sustancial en las exportaciones de bienes. Precios externos en caída, aumento de los costos en dólares, película ya vista en las postrimerías de la gestión astoribergarista.
Por lo demás, tampoco se advierten grandes cambios respecto a los quince años de gobiernos frenteamplistas. Si antes el Cr. Astori quiso convertir a Uruguay en el primero de la clase con la OCDE, hoy la ministra Arbeleche lidera la participación de nuestro país en las COP, atando las finanzas del sector público y privado a metas que de un modo u otro comprometen la estructura productiva del país. Esto podría llegar a entenderse si generara algún tipo de ahorro tangible para el país, pero parecería ocurrir exactamente lo contrario. “Uruguay colocó un bono verde y lo hizo a una tasa de interés mucho más alta de lo que lo habría hecho si hubiera colocado unos meses antes un bono tradicional”, explicó el Ec. Javier de Haedo a La Mañana, agregando que “cuando uno tiene en la vida un objetivo, incurre en costos para alcanzarlo”, lo que en este caso se vio reflejado en un costo de emisión más alto.
El resultado es siempre el mismo. Los costos los pagan las pymes y las clases medias, que se van extinguiendo para hacer espacio a multinacionales y modelos de negocios impuestos desde afuera, beneficiarios de generosos subsidios para asistir a los vencedores de la carrera por la creación destructiva.
Quizás lo único positivo de esto es que en caso que el Frente Amplio regrese al gobierno, se cumpliría en nuestro país un ciclo de cuarto de siglo de una política económica sin cambios. ¿Qué mejor señal de continuidad para los capitanes que manejan nuestra economía, mientras hacen sentir a nuestros gobernantes como reyes? En los hechos, parecería que por acción u omisión, la única política de Estado observable pasa por postrar a la empresa nacional para dejarla como un bonsái de adorno. Lo lamentable es constatar que mano a mano que adobamos el regreso del astoribergarismo, los uruguayos vemos cada vez con mayor lejanía las aspiraciones de la Rerum Novarum.
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