En un artículo nuestro publicado en La Mañana el 8 de julio de 2020, titulado “¿Es posible hacer buena política?”, decíamos que para un político, “mantener los ideales a lo largo de los años no resulta nada fácil. Quienes lo logran son auténticos héroes. Hay que tener mucho temple, mucha claridad de ideas y principios firmemente arraigados para no ceder ante las mil tentaciones y presiones que aparecen por el camino. Para actuar con responsabilidad, con ética, con noble espíritu de servicio. De ahí la importancia de una vida recta, de una profunda formación filosófica, e incluso de motivaciones trascendentes que fijen los objetivos del político mucho más allá del poder, del dinero o del éxito terreno”.
Si comparamos el político ideal con los políticos reales concluiremos que algo falla. Y no solo en el sistema, sino en los políticos. ¿Qué es? A nuestro juicio, el problema más grande es que muchos carecen de una mínima formación filosófica y humana sólida que les permita tomar decisiones de gobierno acertadas. En otras palabras, no todo político capaz de ganar una elección es capaz de gobernar una nación.
Además, la escasa formación disponible –específica para el buen gobierno–, suele fundarse en la obra “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo. A diferencia de Plutarco, Aristóteles o Jenofonte – cuyas enseñanzas se utilizaron para formar políticos durante siglos–, este político, filósofo y escritor italiano del siglo XVI no aconseja al gobernante ser virtuoso y procurar a toda costa hacer feliz a su pueblo. Lo que él enseña es que el gobernante debe tomar todas las medidas necesarias para perpetuarse en el poder. Recomienda al gobernante actuar solo para su propio beneficio y aprovechar para ello todo lo malo que hay en el hombre: los bajos instintos, el egoísmo, la ambición…
Hace falta, por tanto, volver a brindar una formación clásica específica que motive a los políticos a adquirir las virtudes propias del buen gobernante y a mirar, ante todo, por el bien común de sus pueblos. Es necesario que muchos gobernantes vuelvan a respetar la naturaleza humana y esto sólo se podrá lograr, si tienen una preparación filosófica clásica sólida y realista, fundada en la ley natural y en el derecho natural. Una formación que les permita elaborar leyes positivas que no ocasionen catástrofes sociales, como las que hoy están provocando algunas leyes, pensadas y elaboradas de espaldas a la realidad.
Ahora bien… ¿dónde pueden formarse nuestros gobernantes actuales o futuros, si casi no hay oferta de cursos específicos? ¿Cómo acceder a una formación que les permita adquirir capacidades de gobierno, fundadas sobre una buena base filosófica?
La respuesta a estas preguntas la han dado unos amigos paraguayos y argentinos que, gracias a la costumbre generada por la pandemia, han decidido lanzar un Diplomado –virtual– en Filosofía Política, Gobernabilidad y Liderazgo. Es un curso piloto, de posgrado, de 120 horas de duración, organizado por la Liga Patriótica Universitaria y la Asociación Stella Maris de Ciudad del Este (Paraguay). Empieza el 20 de agosto de este año y está certificado por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del Este.
Algunos de los temas que se tratarán en el curso son: instituciones fundacionales, hispanoamericanas y patrias; fundamentos filosóficos del orden jurídico; principios del orden político; principios del orden internacional; principios de derecho constitucional; principios de políticas públicas; fundamentos de economía y principios de política económica; política educativa; política pena; fundamentos de los Derechos Humanos; entre otros.
El cuerpo docente está compuesto por profesores de una incomparable solidez académica y de grandes virtudes humanas; por ejemplo, el Dr. Sergio Raúl Castaño, el Dr. Sebastián Sánchez, el Abog. Roberto Helguera, el Dr. Fernando Romero Moreno, el Dr. Didier Allende y la Lic. Claudia Ortiz, entre otros. Porque conocemos la trayectoria de estos docentes, recomendamos vivamente este diplomado. Los interesados pueden anotarse en: kavichui.com/diplomado
Finalmente, creemos importante recordar que los grandes maestros de la antigüedad, a través de la palabra y los conocimientos de quienes los han estudiado en profundidad, todavía pueden enseñar mucho a los políticos de hoy. Porque lo importante en este caso, no es si las ideas son nuevas o viejas, sino si son buenas o malas.
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