El resultado del 27 de octubre significó un duro revés electoral para Cabildo Abierto. Una votación incluso por debajo de las tenues expectativas que existían después de la notoria caída en las elecciones internas de junio y con las estimaciones de las principales encuestadoras. De los 268 mil votos en 2019 se pasó a 60 mil en 2024.
He participado desde el origen del partido y he sido testigo de todo el proceso. Fueron cinco años vertiginosos, sumamente intensos, con momentos exageradamente buenos y otros exageradamente malos. El estado de ánimo en este momento es una mezcla de frustración por el desenlace, pero tranquilidad por haber dado las batallas que cada tiempo requería.
El camino artiguista está más signado por las derrotas que por las victorias, que serán asunto de la posteridad. Estoy convencido de que el paso de Cabildo Abierto por la política no es en vano, que no ha pasado desapercibido y que dejó huellas inocultables. Y lo más importante: que todavía tiene mucho para hacer y decir en la política nacional.
Es muy tentador procurar una autocrítica, pero es más prudente dejar que se calmen las aguas y entonces sí, cada uno de los integrantes del partido analizaremos los aciertos y los errores cometidos. Sin ningún ánimo de señalar culpables, sino de volver a poner ladrillo con ladrillo para la reconstrucción y para seguir levantando las banderas del artiguismo. Ahora mismo Cabildo Abierto tiene una responsabilidad muy grande de contribuir a la victoria de la Coalición Republicana en el balotaje, porque cada voto cuenta en una definición que podría ser muy ajustada.
En el año 2018 el Frente Amplio ya mostraba signos de agotamiento, el progresismo imponía mayorías parlamentarias para aprobar leyes woke prefabricadas en el extranjero que en nada cambiaban la vida de la gente, se entregaba obscenamente la riqueza nacional, proliferaban los asentamientos, se hundía la educación pública y teníamos una mitad política contra la otra en un contexto en que se perdían miles de empleos y crecía la violencia criminal en las calles.
La irrupción de Guido Manini en la política nacional sacudió a todos los partidos, que veían el crecimiento de este fenómeno con mucha desconfianza, porque dejaba expuesto el letargo en que estaba la política tradicional y porque se nutría de votantes colorados, blancos y frenteamplistas. Era el momento en que también apareció con fuerza el movimiento Un Solo Uruguay, con una serie de reivindicaciones del país productivo.
Manini optó por entrar en la arena política con un partido enteramente nuevo, fundacional. Conformó la fórmula con Guillermo Domenech, el escribano de gobierno, que tuvo un rol muy importante no solo en darle el nombre a Cabildo Abierto sino en ser su primer presidente, el primero que puso la cara y que pidió a Manini públicamente que encabezara el partido.
En tiempo récord se logró una campaña y una votación del 11% en octubre de 2019, con bastiones en departamentos del norte y este del país, y una fuerte adhesión en barrios de la periferia de Montevideo y la zona metropolitana. Para el balotaje, Manini interpretó el sentir de la mayoría de los cabildantes y optó por integrar la Coalición Republicana con blancos y colorados. Pero una porción no despreciable de los que le prestaron el voto en octubre luego votaron al candidato frenteamplista en noviembre, una decisión acorde a la nula fidelización partidaria de los votantes cabildantes.
La representación parlamentaria en ambas cámaras permitió la llegada de nuevos integrantes con un perfil diferente al del político profesional, la mayoría dedicados a oficios, pequeños comerciantes o docentes. Ese hecho más el de ser el “fiel de la balanza” en las votaciones le dio a esta bancada una visibilidad y exposición mediática mayor a la normal.
Muchos temas que antes se barrían bajo la alfombra empezaron a aparecer en la agenda política: proliferación de bosques en las mejores tierras, endeudamiento familiar, defensa de la soberanía, compromiso con la vida, impulso al trabajo nacional, auditorías obligatorias, contratos leoninos en perjuicio del Estado, personería jurídica de los sindicatos, la dignificación del salario del personal subalterno de las Fuerzas Armadas, reparación a víctimas de la guerrilla, respeto a los pronunciamientos de los plebiscitos, tenencia compartida, internación y tratamiento de adictos, preservación de áreas protegidas, entre muchos otros.
Si todas esas acciones hubieran sido la mera repetición de consignas o de discursos moralizantes no hubieran merecido la atención de sus detractores. Lo que realmente incomodó y puso nerviosos a varios lobbies económicos e ideológicos fue que el discurso de Cabildo Abierto venía acompañado de propuestas concretas que estaban dispuestas a llevarse adelante hasta sus últimas consecuencias.
Así como el senador Catón cerraba todas sus oratorias con la célebre frase “Carthago delenda est” (Cartago debe ser destruida) reflejando el temor que tenía sobre la influencia de esta ciudad en la política romana, no faltaron los catones locales repitiendo por lo alto o por lo bajo: “Cabildo delenda est”.
La hostilidad sufrida por Cabildo Abierto tiene su explicación, en buena medida, en lo anterior. Es cierto que abrir muchos frentes al mismo tiempo fue una muestra de coraje mezclada con una dosis de insensatez, que tal vez faltó más de la filosofía de Sun Tzu o Lidell Hart, pero lo que es innegable es que este partido nuevo no se amilanó ante las presiones externas, ante la persecución judicial o lawfare, las amenazas de “cordón sanitario” parlamentario y televisivo o las maniobras de desprestigio vía el bombardeo de noticias de escándalos.
Además, la victoria de la Coalición Republicana permitió a Cabildo Abierto encabezar dos ministerios y participar en varias reparticiones del Estado. Aquí se desempeñaron varios militares retirados o profesionales vinculados a ese ámbito, aprovechando muchas capacidades en donde el Estado invirtió por años en su formación y lo hicieron mayoritariamente en políticas sociales como salud y vivienda, con buenos resultados, en fecundo diálogo con empresarios y sindicatos, gremios y cooperativas. ¿Sería eso imperdonable para los que se alimentan de la fractura cívico-militar?
La Coalición Republicana y cada una de sus iniciativas se fortalecieron en la medida que los socios tuvieron libertad para proponer cambios. Seguramente en el futuro se conformará una mesa de coordinación de la coalición que contribuirá todavía más a aceitar esos procesos y robustecer el funcionamiento. Pero en este periodo, su ausencia provocó algunas desavenencias que eran evitables.
Cabildo Abierto reunió en el último año a un equipo de programa multidisciplinario que colaboró en distintas áreas y publicó el documento “El Uruguay del trabajo y los valores”, participando en múltiples conversatorios durante la campaña electoral. Ahora, algunos de sus coordinadores estamos abocados a trabajar codo a codo con los socios de la coalición republicana en un nuevo compromiso por el país, que de certezas de un rumbo de cambios.
En el plano interno, Cabildo Abierto tiene por delante el desafío de revitalizar el movimiento y fortalecer el partido. Un movimiento unido por la doctrina artiguista, que no es un conjunto de ideas abstractas, sino que solo tiene sentido en la acción, que es donde se vuelve imperfecta aunque concreta, con aciertos y errores, pero persiguiendo un horizonte. Y un partido mejor preparado para afrontar una instancia electoral, desde el punto de vista administrativo y organizativo, con una juventud que tiene que ser necesariamente un factor clave en esta reconstrucción.
Más de uno observa con preocupación que hay un sistema que empuja sutilmente a los partidos hacia un nihilismo posmoderno y al predominio del marketing, promoviendo más una competencia de simpatía entre aspirantes a gerentes del país, que a verdaderos presidentes y conductores de los pueblos. Cabildo Abierto tiene que asumir lo mejor de las distintas tradiciones históricas de este país y empezar a escribir la propia para este tiempo.
Al conocerse los resultados el pasado domingo, Manini hizo un discurso muy atípico para el medio. Asumió personalmente la responsabilidad de la magra votación, una actitud infrecuente en la política, que lo enaltece como líder. Reafirmó que seguirá luchando por las banderas que caracterizan a este movimiento y con espíritu patriótico manifestó su apoyo al candidato más votado de la Coalición Republicana.
Apenas unos días atrás el propio Manini cargaba las cajas con las 322 mil firmas que se lograron para impulsar el plebiscito contra la usura y por una deuda justa, una causa que enarbola y defiende Cabildo Abierto en solitario. Es necesario reconocer todo.
En mi última columna, previa a las elecciones, titulada “Razones para volver a votar a Manini” sostuve por qué su liderazgo es fundamental para no volver atrás en muchas políticas y en temas que se han puesto en agenda que afectan directamente a cientos de miles de uruguayos. Su exclusión del Senado sin dudas va a hacerse sentir y no será reemplazable en los próximos cinco años.
No fue fácil encarar esta campaña electoral con escasez de recursos –muchos de ellos volcados a la recolección de firmas para la deuda justa–, con marcadas desavenencias internas y ya no siendo la novedad en el escenario político, con el surgimiento de otros candidatos con perfiles semejantes en algunos aspectos, como Salle, Bordaberry y el propio Orsi, que seguramente captaron muchos anteriores adherentes.
No obstante, 60 mil personas equivalen a un Estadio Centenario repleto que dio su confianza a Cabildo Abierto. Con todos ellos está la obligación de llevar adelante nuestro programa e ideas desde la Cámara de Diputados y donde toque estar. También en sumar para que la Coalición Republicana siga en pie con una nueva conducción y un renovado compromiso por el país que refleje la voluntad de cambiar lo que está mal y de seguir mejorando aquello que se está haciendo bien.
Reitero, hay muchos factores internos, errores inducidos, malas decisiones que llegado el momento se tienen que sincerar. Pero ningún cabildante puede perder de vista que los principales adversarios siguen siendo los herederos de Posada, los enemigos de Artigas de ayer y de hoy, los que prefieren un pueblo sometido, sin patria ni justicia. Contra eso Cabildo Abierto se rebelará una y otra vez, siempre desde la propuesta y la construcción de puentes en la sociedad.
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