En su teoría económica de la regulación, el Nobel de economía George Stigler señalaba que el recurso privilegiado del Estado, y que las entidades privadas no poseen, es el poder de coerción. Aquellos grupos de interés que tienen capacidad de convencer al Estado para que utilice ese poder coercitivo en su beneficio, pueden obtener rentas económicas a costa de los demás. Con estos fundamentos, Stigler pudo demostrar por qué la regulación tiende a ser “capturada” por grupos de interés bien organizados, que actúan para maximizar sus propios beneficios, a menudo a costa de los intereses de la sociedad en general. James Buchanan (también premio Nobel) y Gordon Tullock, contemporáneos de Stigler, también se preocuparon por las consecuencias socialmente indeseables de la captura de los reguladores y el consecuente comportamiento de búsqueda de rentas. Buchanan y Tullock distinguían “búsqueda de rentas” –cuando los agentes intentan obtener beneficios económicos a través de un tratamiento estatal preferencial– de la “búsqueda de beneficios”, cuando en cambio los agentes intentan obtener ganancias innovando y actuando sobre nuevas oportunidades. Mientras existan regulaciones, los grupos de interés intentarán secuestrar el aparato coercitivo del Estado en su propio beneficio. La mejor manera de reducir la captura de la regulación pasa por un esfuerzo doble: en primer lugar, el Estado debe mostrar contención en lo que regula; y, en segundo lugar, cuando la intervención resulte absolutamente necesaria, el Estado debe utilizar formas de regulación centradas directamente en fallas del mercado claramente identificadas, y que preserven la competencia y la libertad de elección.
Susan Dudley, directora del GW Regulatory Studies Center, The Regulatory Review, Universidad George Washington (2016)
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