En estos días, mucho se ha discutido por el fideicomiso que solicitó la intendencia de Canelones. Es lógico y hasta sano que eso se de, principalmente, cuando la repercusión es en el propio territorio.
El problema es cuando se mezclan intereses externos y algunos actores políticos no asumen la discusión de forma honesta, ni se hacen cargo de sus verdaderos objetivos, ni del daño que generan a la descentralización, a la participación y a la ciudadanía, con sus propias decisiones y acciones políticas.
Canelones es un departamento que tiene 30 municipios con Alcaldes y cientos de Concejales de todos los partidos. En la Junta Departamental hay 31 bancas de ediles. Representación suficiente para que los destinos de cada territorio, sean discutidos y resueltos en cada territorio, por quienes viven ahí y representan a los ciudadanos.
Eso había sido así hasta ahora, el gobierno de Canelones nunca tuvo la mayoría especial y sin embargo, para todos los fideicomisos anteriores, que son varios, la Intendencia siempre dialogó, acordó y logró el apoyo de representantes departamentales de la oposición, esta no parecía ser la excepción. Autoridades locales y dirigentes de los dos partidos que integran la oposición, ya habían aportado propuestas y manifestado públicamente, la voluntad de dar la mayoría necesaria para la aprobación.
Pero esta vez algo cambió, y no es muy difícil entender lo que ocurrió. Por lo evidente que marcan los hechos, pero también por las posteriores opiniones públicas que dieron varios actores políticos, tanto dirigentes nacionales, como departamentales y locales.
Resulta claro que se operó desde afuera del territorio y en otro nivel de gobierno para incidir, es más, algunos dirigentes locales que justificaron su disciplina partidaria, fueron bien explícitos y dijeron de dónde y como venía la orden.
También quedó evidente el objetivo, perjudicar a un gobernante electo con una mayoría importante, con muy buena aprobación actual y proyección nacional. No hay que ser muy inteligentes para darnos cuenta que el intendente de Canelones Yamandú Orsi, es candidato cantado a la presidencia en las próximas elecciones.
Por lo tanto, no parece creíble la preocupación por la deuda que les entró a algunos dirigentes justo ahora, después de tantos fideicomisos aprobados y con un intendente asomando a disputar la presidencia.
Aquí el cálculo electoral está por encima de todo, y por eso en esta oportunidad desde lo más alto de las estructuras partidarias, se presionó para alinear a representantes locales y departamentales, que estaban de acuerdo y dispuestos a aprobar el fideicomiso.
Este centralismo y política partidaria mezquina, que pone el cálculo electoral por encima de todo, viene generando un daño brutal a la política como herramienta y sigue lesionando la credibilidad de todo el sistema político.
Además con algunos argumentos se entrevera y se empobrece aún más la discusión. Es absurdo intentar contrarrestar con la excusa de que en Rocha, los del mismo partido de quienes gobiernan Canelones, no apoyaron el fideicomiso al gobierno de otro partido en Rocha. Cuando en realidad lo que corresponde, es la autonomía para decidir en cada territorio de acuerdo a la realidad y a las condiciones que allí se dan para dialogar y acordar.
Pretender negociar y decidir por fuera de cada territorio los fideicomisos, como si fueran paquetes todos iguales, es una visión más preocupante aún. Se aplasta fuerte, bien desde arriba, el trabajo y la posibilidad de incidir a quienes están en contacto con la gente y conocen de cerca la realidad.
Los ediles, los alcaldes, los concejales y los dirigentes políticos locales de todos los partidos, son bien conscientes de la importancia para los ciudadanos, de acceder a un montón de obras y mejoras tan necesarias en el lugar donde viven.
La descentralización y la participación son un beneficio para la sociedad, pero cuando hay centralismo y politiquería electoral, es todo lo contrario, pagamos el pato los ciudadanos.
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