Hace unos días, en un grupo del que participo en una red social, alguien citó unos dichos de Manuela Rosas y Ezcurra, hija del restaurador don Juan Manuel de Rosas, sobre la relación de su padre con los ingleses… y con los argentinos que, en su tiempo, estaban vendidos al Imperio inglés. Decía Manuelita:
“Tatita se entiende con los ingleses porque los ingleses son patriotas. Ellos defienden Inglaterra, y Tatita, la Confederación Argentina. Con los que nunca se podrá entender Tatita, es con los que se dicen amigos de los ingleses, y ponen por delante sus intereses a los de la Confederación Argentina”.
Esta cita, magnífica en su sencillez, muestra con claridad meridiana la relación –frontal, pero leal– de un gobernante con sus enemigos y la relación del mismo gobernante, con los traidores a la Patria. Estos “enemigos de la Patria, vendidos a los de afuera”, como dice la letra de “Mazurca de las Mazorcas” de Luis Arrúa, son los que tradicionalmente se conocen como “cipayos”. Término despectivo si los hay…
El término “cipayo” –en persa: “Sipahi”, en turco: “Spahi”, en inglés: “Sepoy” y en francés: “Cipaye”–, se aplicaba originalmente a los miembros de las tropas de caballería de élite que formaban parte del ejército del Imperio otomano. Más tarde, en el Imperio británico, se denominó “cipayo” a los nativos de la India reclutados al servicio del Reino Unido, aunque el uso se extendía también a los ejércitos coloniales de Francia y Portugal. De ahí que la Real Academia lo defina como “secuaz a sueldo” de las potencias extranjeras.
En todo tiempo han existiendo hombres que han antepuesto sus intereses personales al bien común de las sociedades en las que viven. Por eso no sorprende que hoy, como ayer, siga habiendo “cipayos”. Hoy no visten como soldados, ni portan armas. Pero consciente o inconscientemente, con intención o sin ella, siguen estando al servicio de los enemigos de la Patria.
Quienes procuran imponer en nuestras patrias agendas que se elaboran en otras latitudes, aunque suene fuerte, trabajan para el enemigo. Son cipayos. Porque lo que promueven estas agendas, generalmente es contrario a la letra y/o al espíritu de nuestra Constitución. No responde a los intereses de los orientales, sino a intereses que no coinciden con los nuestros. Tampoco condicen con nuestra idiosincrasia…
Basta ver algunos textos, programas y espectáculos “para niños” para entender hasta qué punto se pretende colonizar la mente de los chiquitos con ideologías cuidadosamente planeadas y generosamente financiadas desde el exterior. ¿Con qué propósito? Parecería que el objetivo es generar confusión en torno a la identidad sexual de los niños y/o sembrar división al interior de la familia.
Por otra parte, hay que tener claro que las principales víctimas de ciertas políticas promovidas desde fuera –la de violencia de género o la que legalizó la marihuana– son los niños. Si en Uruguay, donde la natalidad ha descendido escandalosamente, cada año son más los niños atendidos por servicios oficiales, ello significa que cada año hay menos padres capaces de encargarse de sus hijos. Que el Estado deba encargarse de la crianza de un número creciente de niños, demuestra cuán grave es la crisis familiar y social provocada por los cipayos.
Como si fuera poco, estas ideologías cosifican al ser humano hasta convertirlo en un mero productor/consumidor. A veces parecería que los sus impulsores –llámense Soros, Schwab, Rockefeller, Rothschild, Gates, Club de Bilderberg, etc.– pretenden convertir al hombre en una “cosa” más o menos narcotizada, incapaz de desarrollar un pensamiento propio.
Por eso es necesario rebelarnos. Los orientales conformamos una nación independiente. No podemos aceptar que nuestra patria se gobierne desde fuera. Y menos, con la complicidad de cipayos globalistas. Es urgente plantar cara a la Agenda 2030. Y es urgente desarrollar una “Agenda Uruguay” propia, criolla, fundada en un sano realismo filosófico y antropológico; y en las necesidades reales de los orientales.
Obviamente, quien enfrente y denuncie los pésimos resultados de las inicuas políticas impuestas desde fuera y proponga estas alternativas “criollas”, fundadas en valores clásicos, será vilipendiado, agraviado, perseguido. Todo tipo de adjetivos y argumentos “ad hominem” se usarán en su contra. Pero este buen oriental podrá decir al final de la jornada, con la conciencia tranquila: “Ladran, Sancho: señal que son cipayos”.
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