El destino quiso que la farsa terminara en el estadio Olímpico de Roma, moderno sucesor de aquel Circo Máximo de los emperadores romanos, fundado sobre el lugar donde según Tito Livio y la mitología romana, siglos antes habría tenido lugar el Rapto de las Sabinas.
Disimulado como hincha de la Roma, quizás sintiéndose por un rato Caracalla, se exhibía en el palco oficial el que fuera el todopoderoso monje negro de los 15 años de la era frenteamplista.
Pero no es momento de distraerse con historias pasadas, y mucho menos, con aspectos menores de la parodia. Por más esfuerzos que hagan los mandatados de siempre, la joven contadora no tiene responsabilidad en la trama, y actúa de mera distracción a la ciudadanía.
Tampoco se debe centrar la atención en los gastos de viaje o las excentricidades de este personaje oscuro que pareciera presumir de su rol de Mazarino. Pero si este último ayudó a que el Rey Sol consolidara el Estado francés, la preocupación de la caterva “progresista” pareció estar más cerca del oro que del bronce. Y cuando el gobierno responsable dio lugar a la alquimia de mezclar metales, todo el andamiaje montado cuidadosamente por décadas comenzó a desmoronarse.
En su omnipotencia, Toma pareció olvidar la afrenta que significó para Italia la forma como se escapó Morabito de la cárcel central, en un oscuro episodio que el gobierno anterior enterró como tantos otros. Su adquirido sentido de la impunidad no le permitió captar que para los italianos el combate al crimen organizado no es una parodia. Muchos militares, policías y magistrados fueron asesinados junto a sus familias en su combate. Basta recordar los casos del Gral. Carlo Alberto dalla Chiesa y los jueces Borsellino y Falcone. Toma se equivocó, no estaba en el Uruguay “progresista” donde controlaba prácticamente todo el aparato de inteligencia del Estado, la fiscalía y varios otros organismos de control.
De hecho, la imagen de nuestro país no quedó bien parada ante las autoridades italianas, que observaron con estupor cómo el líder mafioso que habían perseguido durante décadas, se había fugado sospechosamente de la cárcel central.
Lo que resulta más preocupante de todo este episodio es ver a la luz del día el tráfico de influencia de la persona de confianza del presidente Vázquez sobre importantes organismos de control, como la Jutep y Senaclaft; organismos que acumularon gran poder e información durante la administración frenteamplista, y que al parecer funcionaban en algunos aspectos como meros apéndices del poder ejecutivo.
En el caso de la Jutep, la ciudadanía ya había tenido oportunidad de observar la mecánica de funcionamiento de este organismo de control, cuando decidió emprender una investigación sobre la pertinencia de que el consuegro de Tabaré Vázquez fuera también su chofer. La Jutep señaló en su momento al entonces presidente la conveniencia de cesar al chofer, aduciendo motivos de “sensibilidad” entre la ciudadanía y el “compromiso del presidente con la transparencia”. Como si no hubiera existido otro tema importante para investigar.
Pero el involucramiento de la Senaclaft en las redes de influencia del exsecretario de la Presidencia es mucho más grave. El accionar de Toma parecería demostrar un amplio poder de hecho por sobre las decisiones del Cr. Espinosa, quien fuera el director del organismo de control del lavado de dinero en Uruguay. En este caso, los interrogantes que se plantean son varios. ¿Incidió Toma en la contratación de la contadora por la Senaclaft? ¿Le fue solicitada a la Senaclaft que investigara 40 años después operaciones de lavado de dinero en el contexto del Plan Cóndor? ¿Sirvió esto como excusa para que Senaclaft investigara a uruguayos en la actualidad? ¿Presentó algún informe la contadora? ¿Con qué excusa autorizó la Senaclaft el viaje de una funcionaria a Roma? ¿Qué garantías tenemos los uruguayos que la información de Senaclaft no haya sido utilizada para fines políticos? ¿Planea algún fiscal interrogar a la dirección anterior de Senaclaft al respecto? ¿A ningún periodista se le ocurre una asociación de este tema con el caso Watergate?
Los viajes de Toma y su costo es evidentemente lo menos relevante en toda esta intriga, por más esfuerzos que se quieran hacer para desviar la atención de la ciudadanía. En juego está poder determinar si estos supuestos organismos de control se habían convertido en otro instrumento más de poder y coerción al servicio del presidente Vázquez. Resulta inimaginable pensar en el poder que llegó a acumular un individuo como Toma, en cuyas redes cayeron la Fiscalía, la Jutep y la Senaclaft.
A propósito del Plan Cóndor y el supuesto espionaje a los gobiernos civiles. ¿Qué garantías tenemos los uruguayos que toda la información acumulada durante años sobre individuos y organizaciones por estos potentes organismos no se encuentre en archivos privados?
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