El día 8 de diciembre, The Washington Post publicó un artículo de la académica Erika Edwards que llevaba por título: “¿Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial?”. Al leer semejante titular, lo primero que uno piensa es que, para la autora, los argentinos son racistas.
“En marcado contraste con otros países sudamericanos como Brasil –dice Edwards–, el equipo de fútbol de Argentina palidece en comparación con su representación negra”. El artículo original daba la cifra correcta de población negra que había en Argentina en 2010: 149.493 personas, pero el porcentaje sobre la población total era erróneo, al punto que el Washington Post debió modificarlo. Tras la rectificación, queda claro que la cifra “es mucho menos del uno por ciento del país”.
La tesis principal de la autora es que las autoridades que gobernaron Argentina durante los últimos 200 años procuraron, con mayor o menor énfasis, borrar la “negritud” de su país con la intención de europeizarse y aparecer frente al mundo, como un país blanco y moderno. Edwards sostiene, sin embargo, que la diversidad racial en Argentina sería mucho mayor que lo que se admite. Para probar su tesis, intenta demoler varios “mitos” con los que los argentinos explican la baja densidad de población negra en su país.
Ahora bien, sea cual sea la causa de que la población negra de Argentina sea extremadamente baja, es inadmisible que se siembre la sospecha –mediante un titular muy poco feliz– de que los argentinos son racistas. Aunque no somos perfectos ni mucho menos, creo que los rioplatenses podemos darles a los estadounidenses de todos los colores algunas clases de convivencia interracial.
Argentina y Uruguay son hijos de España. Allí, el matrimonio interracial se legalizó en 1514, mientras que en los Estados Unidos se legalizó recién en 1967. A mediados de la década del ´50, la Sra. Rosa Parks, de raza negra, fue enjuiciada y condenada en los Estados Unidos por sentarse en un ómnibus en el que personas blancas iban de pie. En Argentina, sin embargo, más de diez años antes del suceso protagonizado por Parks y casi veinticinco años antes de que se legalizara el matrimonio interracial en los Estados Unidos, la popular revista de deportes El Gráfico puso como portada de su edición del 22 de enero de 1943, una imagen de dos jugadores de fútbol. Uno de ellos era Ernesto Lazzatti, mediocampista argentino. El otro era un jovencísimo Obdulio Varela, el mismo que siete años más tarde sería conocido como el “Negro Jefe”, el héroe de Maracaná. Cada uno vestía la camiseta de su selección. Obdulio aparece con su brazo derecho apoyado sobre el hombro de Lazzatti, que está de frente y sonriendo.
Esa no fue la única vez que El Gráfico homenajeó a Obdulio. Más de treinta años después de la hazaña de Maracaná, los periodistas de esta revista argentina lo visitaron en su casa de Villa Española. Del principio al fin del reportaje, lo trataron de “Maestro”.
Obdulio quería mucho a los argentinos y recordaba a sus rivales con enorme admiración: “¿Saben lo que eran ustedes los argentinos…? Monstruos… Yo jugué contra todos ellos. Fuimos amigos… ¿Tiene idea de lo que fue Moreno? ¿Pedernera? Y ese centrohalf, el mejor que hubo en América, que fue Ángel Perucca? Porque ése era local en cualquier parte: en Buenos Aires, en Brasil o en Montevideo. Y Labruna, Rossi… De la Mata y un wing que había en Rosario, la “Milonga” Heredia. Y Pontoni, Canteli, Sastre… Eran dioses del fútbol… Cuando jugaban contra nosotros, ¿saben cuándo la tocábamos…? Cuando el balón se iba afuera…”.
Obdulio no se fijaba en el color de la piel. Admiraba a los argentinos porque eran “monstruos” jugando al fútbol. Lo siguen siendo: no necesitaron traer a nadie de fuera para ganar el Mundial. Queda claro entonces que lo único que le importa a cualquier hincha del mundo no tiene nada que ver con la negritud o blanquitud de los jugadores. Tengo buenos amigos argentinos y doy fe de que a ninguno le importa el color de quien vista la albiceleste, si eso ayuda a obtener la victoria. ¡Merecida victoria!
Sin embargo, parece que en este mundo de cuotas, ahora lo importante ya no es la habilidad de los jugadores, sino que las minorías estén representadas. Así las cosas. No sería de extrañar que, en breve, otros académicos empiecen a cuestionarse por qué no hay más nadadores negros o por qué no hay más corredores blancos… O por qué no convertir las Olimpíadas en una feria de la diversidad.
TE PUEDE INTERESAR