En términos generales el borrico sigue dando vueltas atado a la noria, a pesar de que hay otra forma de hacer las cosas.
No obstante, unos y otros parecen ignorar, o al menos miran para otro lado con una actitud acomodaticia, por no decir servil y al tiempo pusilánime, por ser educado y no llamar decidida y francamente cobarde a esa postura, tan forzada como absurda e incomprensible que adoptan muchos en aras de lo políticamente correcto y que sin dudas va en detrimento de la igualdad, el derecho y la justicia.
En verdad, no quisiera personalizar, pero a fuer de sincero el tema me molesta como a muchos y aunque cueste, es menester reconocer que mucho se otorga al no decirlo decididamente desde el vamos.
En efecto, para no ser obsecuentes ni tampoco parecer obcecados, es preciso definirse claramente. Hace ya mucho tiempo que los gritos de algunas minorías han logrado avasallar los derechos e intereses de las mayorías silenciosas. Y esto se comprueba cuando asistimos a las declaraciones destempladas y de barricada que regurgitan líderes de papel, que en realidad supuestamente representan a las mayorías y palpablemente solo arremeten con falacias demagógicas y decimonónicas preñadas del más rancio estalinismo, o tal vez de sus edulcoradas y remozadas versiones del castrochavismo y similares, solo sustentadas por el gramscismo y sus forúnculos del Foro San Pablo o el Grupo de Puebla.
El enorme riesgo que se corre por delicadeza o quizás por evitar los epítetos de lengua chasqueante que suelen utilizar estos profetas del denuesto apocalíptico es el de no opinar, el no declararse fuerte y claro en contra de esa prédica disolvente.
Los temas son archiconocidos por todo el que medianamente informado esté atento a los medios de comunicación y las redes sociales. Campean allí las opiniones, absurdas unas y criticables la mayoría, a favor tanto del aborto, la eutanasia; las descalificaciones generalizadoras contra la fe, la religión cristiana, los valores tradicionales, la patria, el honor, la familia; incluso hemos presenciado a conocidos comunicadores llenarse la boca y hacer gárgaras tan burdas como payasescas acerca de que el Pabellón Nacional es meramente un trapo.
Entonces comienza a surgir con mucha claridad que hemos permitido sumisamente la subversión y la tentativa de abolición de los principios fundamentales de la civilización occidental y cristiana; a que la piqueta ideológica siga demoliendo día a día los valores básicos de la sociedad tal como la concebimos y que intereses de foros plutocráticos y organizaciones internacionales nos intenten dictar qué y cómo hacer con nuestra libertad y la soberanía nacional.
Uno llega a preguntarse cómo fue que el Poder Legislativo voto a tapa cerrada no solo el “Código Díaz”, el cual ha permitido este birlibirloque en que se ha convertido la administración de justicia; sino aún más como nuestros legisladores de manera incomprensible han caído en la trampa de votar incluso contra la Constitución y no solo la ley que permite el abuso usurario sobre los más afligidos, sino incluso la superioridad de un género sobre otro. Porque una minoría bulliciosa y carnavalesca ha gritado y vociferado acerca del patriarcado, del machismo y no sé cuántas cosas más.
Y mientras tanto y ya no para nuestra sorpresa: muchos padres se ven impedidos de ver a sus hijos, despojados de los frutos del trabajo de media vida de un día para otro; muchos hombres, de manera desmedida y claramente arbitraria han sufrido, sufren y lo seguirán haciendo hasta que se ponga un definitorio párate, la injusta persecución a causa de una ley que irrespeta el principio de inocencia, así como el de igualdad ante la ley.
El tema no hace más que fortalecer nuestra sólida argumentación y es apropiado para justificar aún más nuestras iniciativas.
Parece ser tiempo de que tirios y troyanos –todos pasibles de ser perjudicados por las denuncias infamantes– se pongan de acuerdo y voten para representar a las mayorías que sí son silenciosas, pero que para vuestra preocupación votan y están atentas al accionar de quienes actúan de acuerdo a proclamas hechas a los gritos en fechas señaladas o bien según la voluntad del pueblo trabajador y que ya no aguanta mucho más tanta pavada y atropello.
Ayer, después del mate y algo de fútbol, tal como acostumbro, me disponía a ver alguna película por streaming, sin embargo, me recordaron los repetidos anuncios acerca de un inefable personaje al que le han dado prensa y permitido aparecer tal vez demasiado y en la búsqueda de una pretenciosa carrera política, de la que ahora no parece quedarle más que un trote entrecortado.
Honestamente no veo frecuentemente ese programa, dado que no me agrada su formato y buena parte de las actitudes de su conductor y panelistas. A esa hora a menudo y si no encontré un filme adecuado, veo LN+ y me pongo al día acerca de la política argentina, con Majul primero y luego Del Río. Pero bueno, como temí perderme algo interesante y verdaderamente presagié que algo de razón tenía con mis dichos acerca de la inocencia tanto del uno como del otro, puse el 4…
Como era de preverse en esa absurda y fangosa malange tan amoral como inmoral, de manera un tanto ilógica pero explicable, un travesti confesó que ahora dice la verdad –el quid de la cuestión es desentrañar cuándo miente y cuándo no–, sin duda empujado por alguna razón que desconocemos, pero fácil es imaginarse y sale al descubierto a develar como una mente febril de hirsuta imaginación, pergeño no solo el enchastre de un precandidato, sino también aleccionó a varios jovencitos, tanto como al arrepentido de su amistad, para vengarse de un connotado senador de la República, quien le había negado su pertenencia al partido, luego de un lamentable episodio frente a la Intendencia.
Es penoso ver la terrible afectación que han sufrido uno y otro políticos por la caprichosa insidia de Papasso. Cabe preguntarse quién puede devolverle a uno el tiempo de pérdida de la libertad y la continuidad de una carrera política de cuatro décadas, además de los daños y afectación de su familia, amigos y correligionarios. Bueno, de los que no lo dejaron de lado y desecharon sumándose a la correntada fangosa de esta moda vituperante a favor de una minoría y del caiga quien caiga. Y respecto al candidato de la izquierda, contrario sensu de lo que podría pensarse, nunca creí que fuera culpable tampoco, probablemente este absurdo disparate no le haya dañado en lo político, pero imaginémoslo hablando en familia con sus hijos. De solo pensarlo resulta espantoso y debería llevarnos a enmendar la malhadada hora en que se promulgo esta disparatada ley. En mi caso tengo la plena certeza de que la fiscal Dra. Sandra Fleitas estudiará este entramado y decidirá imparcialmente según dispongan nuestras leyes.
Ahora bien, cabe preguntarse si caso nuestra sociedad y el sistema político –Partido Nacional y Frente Amplio– pueden darse el lujo de la complicidad para que la Ley 19.580 continúe permitiendo que se dañe a personas inocentes sean de las tiendas que sean. ¿Pues parece que no?
Pero me temo que como lo ha planteado Cabildo Abierto puedan surgir varias voces discordantes. Eso sí, luego vendrá el pronunciamiento de las urnas, de eso no tengan dudas…
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