La gente, en Uruguay y en el mundo, suele estar muy pendiente de la información. Hay para todos los gustos: desde información sobre el jet set hasta información sobre política, pasando por policiales, deportes, finanzas, agro, etc. Muchos sostienen que hay un exceso de información. Otros, que hay un exceso de credulidad en la información recibida. Nosotros, creemos ambas afirmaciones son ciertas.
Coherencia de los datos
Bien decía Chesterton que cuando la gente deja de creer en Dios, termina creyendo en cualquier cosa. Así pasa hoy con los medios de comunicación y con las redes sociales. Y no es que los periodistas o que los que reenvían mensajes de whatsapp quieran, intencionalmente, engañar a los destinatarios de sus mensajes. El problema es que la opinión pública está muy habituada –quizá demasiado- a creer en lo primero que lee sin contrastar, sin chequear la información; incluso cuando se trata de información contradictoria.
Cómo hacen algunos para conciliar dos noticias que afirman cosas opuestas, es un misterio. Hasta hace poco, las noticias que eran contradictorias, eran publicadas o enviadas por personas distintas… Lo preocupante, es que hoy son cada vez más las personas y los medios que publican o comparten información contradictoria.
Contrastar la información
Una forma sencilla de discernir donde está la verdad en muchos temas –hay otros que son más complicados-, es contrastar la información. Basta poner algunas palabras clave en Google, para ver qué otras entradas hay sobre determinado asunto. Si aparecen varias entradas advirtiendo que un artículo más o menos descabellado es una fake news, lo más probable es que se trate efectivamente, de una fake news.
Formación para analizar la información
Otra forma -un poco más complicada- de saber dónde está la verdad –o el error-, es procurar adquirir una muy buena formación cultural. Requiere tiempo y esfuerzo, pero permite detectar sutilezas y desarrollar cierto “olfato”. Si contamos con una buena base metafísica y antropológica, es muy probable que podamos detectar la veracidad –o no- de buena parte de las noticias que recibimos a diario.
¿Por qué es importante tener una buena base metafísica y antropológica? Porque nos ayuda a entender por qué la naturaleza humana, ante los problemas fundamentales de la vida, casi siempre se comporta igual, independientemente de tiempo y espacio. Por eso, cuantos más clásicos leamos, y cuanto más aprendamos sobre la naturaleza humana, más fácil será distinguir la verdad del error.
Para no desesperar
Para ubicarnos en el tiempo, también es bueno estudiar historia, aunque sea por nuestra cuenta. Y sobre todo, historia de las ideas. ¿Por qué? Porque la historia nos ayuda a poner nuestros problemas en perspectiva, desde el covid, hasta la política, pasando por la religión, la economía, la salud, etc.
Si por ejemplo, tenemos en cuenta que el Papa Eugenio IV, en el siglo XV, se vio obligado a huir del Vaticano en una lancha, mientras sus perseguidores lo apedreaban desde la orilla del Tíber, podremos concluir que la crisis de la Iglesia es grave, pero que han habido otras crisis muy graves, de las que la Iglesia ha salido.
A veces nos parece que los problemas de nuestro tiempo son los peores de la historia, y olvidamos que para los habitantes de otras épocas, sus problemas también fueron –o parecieron- los peores de la historia.
Argumento de autoridad
Otra forma de saber si una información es fiable o no, es la autoridad de quien transmite la noticia. Por ejemplo, si nuestra fuente de información es una de esas personas que como nos dice una cosa, nos dice la otra, lo más recomendable es chequear la información que nos transmite una y mil veces. Por su parte, si quien nos informa es de esas personas sin doblez, que son conocidas por llamar al pan, pan, y al vino, vino, sus afirmaciones serán más dignas de nuestra confianza.
Pensar, comprender y no etiquetar
Un último detalle, que no es menor: si bien hay gente que dice mentiras con intención aviesa, en mi opinión, la mayor parte de los errores o inexactitudes en la información proviene de la ignorancia, de la credulidad, y aún de la ingenuidad. Por tanto, es muy importante tratar de “bajar la pelota al piso”, y comprender a las personas, sin etiquetarlas. Ni siquiera como ignorantes e ingenuas: todos nos podemos equivocar. Eso nos ahorrará muchos problemas de relacionamiento, sobre todo con personas que piensan distinto que nosotros.
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