Parece ser que los emblemáticos dichos del candidato Guido Manini Ríos de que Cabildo Abierto venía a oxigenar la política, causó escozor en miembros de un establishment político con altos grados de colesterol, que trasluce un fuerte nivel de consenso tácito más en lo que no hay que tocar, que en los imprescindibles cambios estructurales que la sociedad demanda (por ejemplo, la reforma del estado, y sus gastos incluidos).
Fue el economista Talvi, de los que más puso el grito en el cielo con lo de la “oxigenación”. Curiosamente quien, además de reiterar su énfasis en la educación al público en general, a la interna de su partido, actuó como un acérrimo renovador disruptivo tomando distancia de liderazgos arcaicos y de viejas formas de hacer política, a quienes ninguneó rechazando su apoyo, y los segregó políticamente, no siendo ni muy inclusivo (salvo con el grupo de Pasquet) ni habiendo mostrado la más mínima camaradería con sus compañeros de lema.
El manido argumento de la “fragmentación”
También el dos veces expresidente Julio Sanguinetti, segundo en la interna colorada, quien promete encabezar su plancha al Senado, le endilgó al novel Cabildo Abierto que venía a fragmentar a la oposición. Que los nuevos partidos llevarían a un debilitamiento de la misma, y esto a la postre sería funcional al FA en general (y en la adjudicación de bancas parlamentarias, en particular). De éstas afirmaciones -muy machacadas- por el enjundioso expresidente, podrían oponérseles razonamientos varios, de ángulos distintos. Podremos sintetizar, que por un lado vienen de parte (tremendamente) interesada, pues destila la aversión a nuevas configuraciones electorales, de representaciones que no pasen por el mando central de partidos (y sus cúpulas) ya constituidos, y desde otra mirada, hasta inferir razonamientos al punto del absurdo, donde en todo caso los no frentistas, debieran votar -con las cartas vistas, previo al 30 de junio- solo al Partido Nacional, para evitar in extremis la fragmentación de la oposición, como así lo proclama el histórico referente político.
O sea, entre líneas nos dicen: El club ya está cerrado. ¡Y somos nosotros!
La pronunciada idea de la “fragmentación” del abanico opositor al gobierno, prioriza las necesidades del mandante, antes que la real voluntad del mandatario, el pueblo, o dicho en clave de derecho constitucional: el cuerpo electoral.
Si, por fuera de la coalición de partidos que hoy ejerce el gobierno, hay un muy variado abanico opositor repartido en varios partidos, se explica porque el ciudadano así lo quiere, pues con su libertad de conciencia elige que liderazgos le son empáticos y tienen la capacidad de generar soluciones de fondo a la vida de sus connacionales.
Esto es lo asombroso, ¡la carreta delante de los bueyes! La idea subyacente de no reconocer que el mandante se debe a su mandatario, y no viceversa.
Chiquito, pero hace bullying
En el Partido Independiente, su líder, el senador Pablo Mieres, y su compañera de fórmula, la periodista Mónica Bottero, rotan para tirarle piedras a Cabildo Abierto, al punto de sostener que no tienen interés en de participar en una mesa de diálogo con el mismo, de cara a una eventual segunda vuelta en noviembre. En vez de realizar su mea culpa por incapacidades propias en conformar un espacio un poco mayor con disidentes colorados y frenteamplistas, el partido en retroceso, con su muy magra votación de tan solo 2073 votos en junio, siempre es llamado a escena por los candidatos de los partidos fundacionales, de quienes recibe un cálido apadrinamiento, quizás la explicación sea exhibir que dentro del espectro opositor hay un partido que se considera a sí mismo de izquierda.
Por otro lado, como contracara de la misma moneda, encorsetan a Cabildo Abierto como que ha absorbido toda la energía de la derecha vernácula, exorcizando de esa forma a clásicos sectores que, aliviados de todo mal, ya pueden respirar tranquilos. Pues, eso les da la añorada chapa de centro (tipo la jugada del “30, tirar la pelota por un lado y correr por el otro…).
No condice con su escasa estatura, la esbozada pretensión de ser los independientes quienes más fielmente representan a la socialdemocracia local -algo tan fuerte en la idiosincrasia de nuestra sociedad amortiguadora que se desparrama entre los límites de los tres partidos grandes, es decir el batllismo y su natural soporte en el Colorado, el FA y sus sectores moderados, y el propio wilsonismo en el Nacional-. A su vez, el PI es una centroizquierda que adolece de un definido perfil propio, entre otras cosas, ya que ha sido condescendiente con el gobierno en asuntos muy controversiales, al estar a favor de emprendimientos como la megaminera Aratirí, y de la tercera planta de celulosa UPM2, pues de esta última solo ha exteriorizado críticas del secretismo de las negociaciones (y no del tema de fondo: destinarle una millonada de dinero público a un emprendimiento propiedad de una multinacional).
También, tenemos claro que nunca buscó posicionarse como una izquierda ecologista, pues Mieres ha coqueteado con la instalación de energía nuclear, en nuestro suelo. Con estos antecedentes, no es de extrañar las desafortunadas declaraciones de su candidata a vice, Mónica Bottero. Quien afirmó como “disparate” considerar a CA como el cuarto partido, y agregó que tiene “indicios” que parte de la base electoral que en junio llevó al nuevo partido a congregar 50 mil votos, fue por órdenes expresas de superiores militares a sus soldados instruyéndolos a votar. Tal dislate, consistente en menospreciar a un partido que recibió en su primera elección un apoyo electoral diez veces superior al propio, demuestra el negacionismo de la realidad imperante y, lo superfluo del enfoque de sus primeras declaraciones, bastante menos profundas que sus editoriales de otrora en la glamorosa revista Galería. No deja de ser asombroso, que el pequeño sea copartícipe de una acción de bullying en grado de tentativa, a uno mucho más grande quién -sin lugar a dos interpretaciones- desplazó al PI de su -más mimado, que trascendente- cuarto lugar.
Cabildo Abierto, ya tiene su propia carta de ciudadanía y no surgió para ser un partido meramente testimonial, por eso no precisa de tutorías ni golpecitos en la espalda (zalamereadas) de otros elencos.
Por lo que viene de expresarse, observamos como muchas veces quienes se auto-catalogan de muy liberales, no llevan a la práctica sus propios principios, como la racionalidad y la tolerancia por citar algunos, con el mismo énfasis que lo usan como estandarte.