En el día de hoy, junto a nuestra edición habitual de los miércoles, hemos dedicado nuestras páginas centrales para conmemorar a mi padre a un año de su fallecimiento.
Me emociona con particular cariño leer a quienes hoy han enaltecido a Hugo a través de sus columnas. Y quisiera que esta puntual publicación pudiese recordar algunos aspectos de su personalidad como al Hugo visionario, al emprendedor agropecuario, al joven periodista y al hombre que fue capaz de volver a reconquistar este medio de comunicación.
Escribir sobre mi padre no es una tarea que me sea fácil, y ante todo quisiera expresar la gratitud que siento por seguir adelante manteniendo de pie este legado suyo que semana a semana nos impone el desafío de ser coherentes y consecuentes con su pensamiento.
“Reformarse es vivir” fue el lema que mi padre escogió para reinaugurar una nueva etapa de La Mañana, y esa misma consigna es la que se ha convertido en símbolo de nuestro quehacer. Porque para continuar analizando la realidad que nos rodea es fundamental saberse adaptar a los tiempos que corren y sobre todo escapar a los moldes prestablecidos. Por eso quienes trabajamos junto a papá en la redacción de La Mañana, en los días y noches interminables de cada martes en el cierre de la edición sabemos de su particular forma de ser y de pensar, imposible de ser encasillada bajo un rótulo cualquiera que sea.
Mi padre siempre había soñado con volver a recuperar a La Mañana que había dejado de pertenecer a nuestra familia hacía ya más de cuatro décadas. Y fue por eso que siempre estuvo presente en él la búsqueda de nuestra historia impresa y gráfica buscando recuperar el archivo fotográfico y periodístico de esta empresa. Y ni bien tuvo oportunidad de comprar la marca de La Mañana en un remate público, no dudó en hacerlo.
Al ser esta la cuarta generación dentro de este medio de prensa, agradezco a mi familia de origen y a mi núcleo familiar la confianza que depositaron en mí desde el primer momento en que me tocó estar al frente de este proyecto. Un especial reconocimiento a nuestros lectores los de la vieja y la nueva Mañana que con su fidelidad y compañía nos animan a mantener nuestra línea editorial fiel a la de sus fundadores. Y el agradecimiento a nuestros anunciantes y colaboradores que hacen posible salir esta publicación semanalmente y en nuestra página web.
Recordamos un editorial que papá dedicara a La Mañana y a Rodó, en el que mencionaba a Max Henríquez Ureña, quien veía en Rodó la estampa de un profeta, siempre apelando a la superación espiritual, utilizando la voluntad. Aunque su recio mensaje no fue a través de la palabra hablada, como es habitual en este género de conductores de almas, sino como escritor. Y citaba este pasaje “Hombres hay, muchísimos hombres, inmensas multitudes de ellos, que mueren sin haber nunca conocido a su ser verdadero y radical, sin saber más que lo de la superficie de su alma, sobre la cual su conciencia pasó moviendo apenas lo que del alma está en contacto con el aire ambiente del mundo…”.
Doy fe de que nuestro director,que hoy homenajeamos, supo devolver a nuestro medio “nuestro ser verdadero”.
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