Después de que a principios de los ´90 se formaran tribunales penales internacionales para ocuparse de las atrocidades cometidas en materia de derechos humanos en Rwanda y la ex Yugoslavia, se consideró que debía establecerse un tribunal permanente para ocuparse de los DDHH. Estados Unidos no solo apoyó la idea, sino que fueron uno de sus principales defensores y organizadores. Pero algo curioso sucedió en el proceso de creación de la Corte Penal Internacional (CPI). Algunas ONG de derechos humanos y un grupo de pequeños países formaron una coalición para cambiar por completo la naturaleza y el alcance de la corte que se proponía. En lugar de estudiar casos que eran referidos por el Consejo de Seguridad de la ONU, tal como había funcionado hasta ese momento, este grupo presionó para que existiera un fiscal independiente que recorriera el mundo y tuviera la iniciativa de presentar sus propios casos.
En lugar de limitar las partes –en un eventual juicio – a los ciudadanos de las naciones firmantes del tratado de creación del tribunal, la corte reclamó jurisdicción sobre cualquier persona que hubiera cometido un delito en el territorio de un país firmante. Esta corte también procuró añadir un nuevo crimen a los habitualmente comprendidos: el crimen de agresión.
El objetivo de estos politizados activistas de los derechos humanos era crear lo que llamaban “un tribunal digno de existir”; no un tipo de institución que hubiera recibido amplio respaldo internacional. En lugar de tomarse el tiempo para negociar y así convencer a la mayoría de las naciones a unirse al acuerdo, la corte se formó cuando solo sesenta de las más de ciento noventa naciones del mundo lo habían firmado. Es así que una institución con audaces pretensiones como la CPI se convierte, en los hechos, en política por otros medios.
David Davenport, en artículo publicado en Hoover Digest. Davenport es co-autor junto a Gordon Lloyd de “How public policy became war” (Cómo las políticas públicas se convirtieron en guerra), publicado por Hoover Institution Press (2019)
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