Las “cortinas de humo” constituyen una estrategia milenaria hoy empleada cada vez con más frecuencia por políticos y medios de comunicación, que tratan de desviar la atención de la gente de las cosas verdaderamente importantes, distorsionando u ocultando la realidad con camuflajes a base de frases hechas, que a fuerza de machacar la conciencia de los humanos se termina imponiendo su vacía inconsistencia semántica.
La expresión tiene hoy, un uso metafórico, pero no hace mucho se utilizaba (y todavía se sigue haciendo) en el campo militar para confundir a los adversarios y adquirir ventaja estratégica.
A vía de ejemplo en la Guerra de Secesión estadounidense (1862) las tropas sureñas quemaban alquitrán y leña para generar un denso humo negro en el mar y romper el bloqueo de los puertos.
En la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) utilizando hojas y paja seca, se creaba una neblina que ayudaba a ocultar las tropas propias. A partir de entonces, los métodos empiezan a hacerse más sofisticados empleando sustancias químicas.
En la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) los pilotos dispersaban tetracloruro de titanio desde aviones equipados con tanques de gas. En contacto con la humedad el líquido se hidroliza y se transforma en un denso gas blanco. Las cortinas podían alcanzar los 30 metros de longitud y servían para ocultar barcos, aviones y tanques.
Si nos remontamos a la antigüedad clásica (siglo lll a.C.) el matemático griego Arquimedes hizo maravillas utilizando espejos para incendiar a distancia a las naves romanas que sitiaban a su ciudad de Siracusa. El rayo de calor equivalente a los modernos misiles, consistía en utilizar espejos ustorios (un espejo cóncavo de gran tamaño) para concentrar los rayos solares que reflectaban en un único punto de la nave, preferiblemente velamen o aparejos, provocando un rápido incendio a bordo.
Es lamentable reconocerlo, pero esa calamidad llamada guerra, con los perjuicios y dolores que implica, aún careciendo de sabios del porte de Arquimedes, siempre ha actuado como detonadora de innovaciones tecnológicas.
Parafraseando a Clausewitz, uno de los más influyentes teóricos de la ciencia militar, podríamos decir que la política es a su vez la guerra por otros medios. Y ahí no quedamos demasiado distantes del actual mundo globalizado, cuyo control se ejerce, más que por armas, por poderes mediáticos.
Si disipamos las cortinas, podemos observar que en estos días un director de UTE respondió las recientes críticas del exdirector de Energía del Frente Amplio y aseguró que hubo una “privatización elocuente” en el periodo 2010-2020, que determina que hoy la empresa pública produzca dos tercios de la potencia disponible y deba pagar a privados cientos de millones de dólares anuales por “contratos inexplicables”.
La semana pasada, mientras la mayor parte de la dirigencia política se agotaba en discusiones estériles (por ejemplo, si hubo o no hubo falta de respeto, en rutinarios entredichos de discusión a nivel parlamentario, etc.) las autoridades económicas reducían a la mitad los aranceles que fueron aprobados en 1994 en Ouro Preto para compensar la asimetría en los costos industriales de algunos artículos entre Uruguay y Argentina. En este caso se trata de dos productos claves como la harina y el aceite. Esto pone en situación de alerta a varios molinos trigueros, sobre todo los más frágiles, que se sienten impotentes de competir con toda la gama de subsidios que utiliza el gobierno argentino favoreciendo la compra de las materias primas (detracciones 33% a las exportaciones) con una moneda sumergida a la que se le agrega un tipo de cambio diferencial, etc.
En paralelo se autorizó a cinco empresas de televisión por cable de Montevideo, Canelones y Colonia a prestar servicios de Internet, sin imponerle ninguna contrapartida económica por utilizar la infraestructura de Antel obligando a la empresa estatal a que quede con menos recursos para ofrecer los mismos servicios en los segmentos menos rentable de su negocio.
Se impone que medidas subrepticias como estas, para su mejor aplicación, cuenten con una espesa cortina de humo que no responde a la clásica nomenclatura de izquierda y derecha sino a los voraces intereses que rondan en los gobiernos más allá de las ideologías que dicen sustentar.
TE PUEDE INTERESAR