Que el mundo entero padece un exceso de información sobre la pandemia, es algo bastante evidente. Lo que no parece ser tan evidente, es la preocupante falta de capacidad de los receptores de la información, para discernir lo bueno y útil, de lo dudoso u opinable y de lo malo y descartable.
Para empezar, el grado de conocimiento que podemos tener sobre la realidad –pandemia incluida-, no siempre es el mismo: es posible tener certezas –hay cosas evidentes o fácilmente demostrables-; es posible tener opiniones fundadas –hay cosas más probables que otras-; y es posible tener dudas –cuando nada nos convence, ni de un lado ni del otro-.
El problema en este caso, es que las certezas son pocas; las opiniones, no siempre bien fundadas, y las dudas, cada vez mayores. A mí, personalmente, me preocupa no poder discernir qué videos, de los que recibo por whatsapp, dicen la verdad. Lo peor de todo, es que no sólo dudo de la información contenida en videos grabados por completos desconocidos, sino que también dudo –y mucho- de la información que dan conocidos periodistas de grandes medios de comunicación, internacionales y locales.
¿Por qué? Porque si bien parece estar reviviendo el argumento de autoridad –tal cosa es cierta porque la dijo Fulano- han habido y hay reconocidas personalidades que han metido la pata hasta el cuadril, al opinar sobre asuntos más o menos relacionados con su profesión, pero que en realidad desconocen. Por ejemplo, Yuri Gagarin, cuando dijo que Dios no existía porque él había estado en el Cielo y no lo había visto. ¿Cómo saber en quien confiar, en un mundo donde la información suele ser contradictoria, y nadie –salvo Dios- es omnisapiente?
En este terreno –no en todos-, quizá podamos partir de la duda, como Descartes. Si dudamos, no nos quedaremos con lo primero que veamos y oigamos, sino que trataremos de verificar si la noticia recibida es o no verdadera o falsa. A propósito, si bien parece haber un plan para eliminar las fake news de la web, en lo personal, prefiero la apuesta a la libertad y a la responsabilidad personales que hizo Internet cuando se fundó…: peor que la mentira, es la mordaza.
Otras veces, puede ser interesante contrastar la información recibida, con datos históricos. Por ejemplo, comparar los datos de la pandemia actual con los de la peste negra, la gripe italiana o la gripe española, permite ver la información en perspectiva.
También puede ayudar contrastar distintos datos actuales recibidos de las mismas fuentes, para ver si son coherentes entre sí. Las estadísticas, suelen dar una mejor idea de la realidad que las noticias sobre casos aislados. También hay que tener en cuenta que las gráficas se pueden manipular para exagerar o disminuir la gravedad de los hechos. No se necesita ser conspiranoico para darse cuenta de que tras la información, presentada de uno u otro modo, suele haber algún interés. A veces sano, a veces espurio, y con frecuencia compuesto…
Quizá, uno de los mejores métodos para evaluar la información, es profundizar en nuestra formación, en nuestra cultura. Porque a mayor cultura general, mayor capacidad de discernimiento. Leer La Ilíada o La Divina Comedia, no nos ayudará, ciertamente, a saber si la información que recibimos sobre las vacunas es correcta o incorrecta; pero sí nos permitirá saber cuáles son las razones por las cuales tienden a moverse los hombres luego del pecado original.
En mi opinión, ni siquiera el hombre más sabio del mundo puede evitar errar al momento de interpretar la información que recibe. Por eso, si bien puede que algún día sepamos quién dio la información más certera sobre esta pandemia, no deberíamos culpar a ningún espectador, televidente, lector o receptor de mensajes de whastapp, por creer lo que unos u otros le informan. Es comprensible que la gente crea, de buena fe, en versiones totalmente opuestas, porque en casi todas las versiones, hay parte de verdad. Y porque en todas las personas –me incluyo- hay mucha ignorancia.
Pienso que para salir unidos de esta crisis, deberíamos evitar los adjetivos y los estigmas hirientes. Ni los que están de un lado son todos “antivacunas”, “negacionistas” y “conspiranoicos”; ni los que están del otro son todos “ovejas”, “crédulos” y “globalistas”. Puede que de un lado y otro los haya, pero el pueblo sencillo y llano está entre ambos extremos, rezando y esperando que la crisis pase, para poder abrazar y besar a sus seres queridos.
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