La crisis de la familia es uno de los factores que mejor explica la decadencia social, cultural, educativa, económica y espiritual de Occidente. Quienes peinamos canas hemos visto aumentar dramáticamente el número de divorcios, caer estrepitosamente el número de matrimonios y crecer vertiginosamente el número de parejas de hecho. Esto ha llevado a una ulterior caída en el número de divorcios: los que no se casan tampoco se divorcian. Ha aumentado el “sexo casual”, se ha retrasado la edad de matrimonio, ha descendido escandalosamente la natalidad y ha crecido el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio.
¿Qué pasó? El sociólogo de la Universidad de Texas, Mark Regnerus, explica que el sexo se ha vuelto libre, fácil, “barato”: es la versión actual del opio de las masas. Es mucho más accesible que antaño, tiene el “costo” más bajo de la historia.
Si bien hombres y mujeres buscan algo más que sexo cuando forman una pareja, en general, a los hombres les interesa más el sexo y las mujeres son las que tienen “la llave del sí”. Cuando los novios esperaban al matrimonio para mantener relaciones sexuales, la mujer se aseguraba una cuota de compromiso y fidelidad por parte del varón.
¿Por qué se “abarató” el sexo? En primer lugar, porque los anticonceptivos –salvo que ocurran “accidentes”– permiten desligar el acto sexual de la procreación y evitar sus “consecuencias”. Incluso si hay “consecuencias”, está legalizado el aborto. En segundo lugar, porque la pornografía digital ha facilitado y extendido la práctica de la masturbación.
La “liberación sexual” ha llevado a que las mujeres de hoy digan “sí” con mayor facilidad que sus abuelas, y a que esperen menos “retorno” en términos de tiempo, atención, compromiso o fidelidad. Además, al no depender económicamente del varón, no necesitan retrasar las relaciones para asegurar el compromiso y, con él, el matrimonio.
El sexo fácil, sin compromiso, ha llevado a un incremento en el número de hombres que no están dispuestos a formar y sacar adelante una familia. Por eso, en Estados Unidos abundan los hombres que en lugar de aprender las habilidades sociales que les permitirían encontrar el amor real y duradero, quedan rezagados en su educación y son seducidos por las pantallas, sobre todo por los videojuegos y la pornografía en línea.
En suma, al adelantar el sí, las mujeres perdieron el poder de negociación: lo que no cuesta, no vale. Ahora bien, cuando suena el “reloj biológico” –cuando la mujer madura procura formar una familia y tener hijos–, se encuentra con que no es fácil comprometer a hombres acostumbrados al sexo “barato”.
Si bien, según Regnerus, la mayoría de los hombres sigue queriendo casarse, postergan el matrimonio para el futuro, para un momento en el cual su independencia sea menos valiosa. Además, cuanto más viejos somos, más nos cuesta adaptarnos a convivir con otros. Y si bien la fertilidad de las mujeres tiene un límite, la tecnología facilita el embarazo: por eso, hoy abundan las madres solteras.
¿Quiénes son las principales víctimas de semejante descalabro? Los hijos que, por la gracia de Dios, logran sobrevivir a la anticoncepción y al aborto. Muchos de ellos, lamentablemente, no nacen en familias estables: hoy son muchos –demasiados– los padres ausentes, física o emocionalmente.
Según el Centro Nacional para la Paternidad de Estados Unidos, “si se clasificara como una enfermedad, la falta del padre sería una epidemia digna de atención como emergencia nacional”. De hecho, los hijos sin padre son más propensos a suicidarse, a huir, a tener problemas de conducta, a abandonar la secundaria y a terminar en prisión.
Estos chicos tratan de llenar el vacío que deja el padre de cualquier manera, incluidas las satisfacciones temporales –e irreales– que les proporcionan las pantallas…
En Uruguay, nuestros gobernantes pueden tomar muchas medidas para reformar la seguridad social, para evitar el suicidio, para hacer más CAIF o para controlar la vida de los chicos hasta que alcancen la mayoría de edad… pero si no atacan el problema de fondo, que es la brutal crisis familiar que estamos padeciendo, todo será en vano.
Esperamos que algún legislador agarre el toro por las guampas y se disponga a impulsar políticas de fortalecimiento familiar mucho más agresivas que las que se han implementado hasta ahora. Porque lo que está en juego –nada menos– es nuestra viabilidad como nación…
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