La empresa multinacional finlandesa UPM por fin anunció ayer su decisión de construir su segunda planta de celulosa en Uruguay, que aumentará su capacidad global de producción de celulosa en un 50%.
Del anuncio surge que la inversión que planea la empresa es de U$S 2,700 millones en la planta y U$S 350 millones entre el puerto de Montevideo y otras instalaciones en Paso de los Toros. Con esta inversión la empresa espera lograr un costo de U$S 280 por tonelada de celulosa entregada en el mercado de destino. Según la multinacional, esto hará a la nueva planta una de las más competitivas del mundo y permitirá a sus accionistas obtener retornos muy atractivos en varios escenarios de mercado futuros.
De hecho, la acción de UPM subió en la Bolsa de Helsinki en más de un 10%, aumentando el valor para sus accionistas de forma inmediata en aproximadamente U$S 1,400 millones. El mercado confirma así que la segunda planta de UPM es un muy buen negocio para sus accionistas.
Hasta allí llegan las certezas, ahora algunas consideraciones. En primer lugar, el monto de la inversión parece significativamente menor al anunciado originalmente. En segundo lugar, UPM confirma en su comunicado que los requisitos para realizar la inversión fueron preparados con la cooperación del Estado uruguayo, no haciendo referencia al memorándum de entendimiento y sus sucesivas correcciones. También afirma que el proyecto ofrece a Uruguay una significativa oportunidad para desarrollarse económica y socialmente, aspecto de la inversión poco conocida hasta ahora por los ciudadanos.
Curiosamente, y de acuerdo a la misma UPM, la única fuente estable de ingreso de la nueva planta será la compra de energía que le asegura UTE por el excedente, que representa aproximadamente 110 MW. Por otra parte resulta impreciso decir que UPM operará en “una de las tantas zonas francas que existen en Uruguay”, cuando en realidad Uruguay les otorgó una licencia exclusiva de zona franca.
El anuncio no hace ninguna mención a una cláusula de paz laboral o a ningún acuerdo especial al respecto, lo que constituía uno de los pilares del memorándum de entendimiento firmado con el Estado uruguayo. ¿Será que esto dejó de tener relevancia? Es importante para la ciudadanía saber – en el caso que esta condición estuviera en forma subyacente- cómo es que UPM logró esas condiciones de relacionamiento laboral tan ansiadas por el resto del sector privado. El Uruguay entero las necesita.
La empresa finlandesa afirma también que la planta cumple las “estrictas” regulaciones uruguayas sobre el medio ambiente. Esperemos que esto sea efectivamente así, ya que son las mismas regulaciones y gestión que dejaron al Río Negro en su pobre situación actual.
Finalmente cabe reflexionar qué habría ocurrido si Uruguay en lugar de ser una nación soberana fuera una empresa con acciones cotizadas en bolsa. ¿Cómo habrían reaccionado nuestras acciones frente al anuncio? Nuestro principal termómetro, el mercado de cambios, reaccionó con una apreciación del peso de aproximadamente 1.5%, en anticipación a las fuertes ventas de dólares que la construcción de la planta ocasionará. Más razón aún para revisar la ecuación de costos del resto del sector productivo, que tendrá otro factor que incidirá negativamente en su competitividad en los tres años que duren las diferentes construcciones.