Esta especie de dictamen, o como pudiera llamársele, terminó convirtiéndose en una auténtica profecía y, como toda profecía, si es verdadera se cumple.
La frase se veía pintada a brocha gorda en uno de los muros aledaños al ex Hospital Psiquiátrico Musto, que tuvo una no muy larga vida y que fue creado en el contexto del Plan Nacional de Salud Mental (PNSM) por los años 90. La mayoría de su tipo de pacientes terminaba antes en el Hospital Vilardebó, en donde probablemente conocerían uno de los infernales círculos de Dante Alighieri en La Divina Comedia.
Médicos visionarios y familiares consideraron importantísimo poder crear un espacio mucho más digno para atenuar el estigma de ser un enfermo mental, y así se creó el Musto. Sin embargo, la falta de presupuesto, solo por mencionar una de las dificultades del momento, hizo que se clausurara y se convirtiera en un Centro Penitenciario. “En el campo de la salud mental, y en un contexto de motines, se produce el cierre del Hospital Musto en 1996. Podemos decir que con este hecho comienza una segunda etapa (1997 a 2005), en donde luego de consolidarse algunas acciones plasmadas en el PNSM, las políticas económicas implementadas durante el período anterior llevaron a que éste dejara de existir y se detuviera el proceso de cambios que se había iniciado” (Rudolf, 1996). Muchos estudiantes del último año de Psicología pasamos por allí para poder tener un mayor acercamiento al conocimiento de las distintas patologías mentales y sus formas de abordaje, lo cual nos dejó una experiencia cruda pero muy enriquecedora.
Lo pintado en el muro que rezaba “Cuando nosotros seamos mayoría los locos serán ustedes” a muchos nos hacía reflexionar acerca de una especie de misterio, de algo que si bien parecía un pensamiento loco aparentaba prometer también una idea, es más, una intencionalidad ordenada a un deseo que podría llegar a cumplirse. Pero éramos muy inocentes aún y ni siquiera imaginábamos el impacto ideológico que tal frase escondía, y yendo incluso más allá, que de frase loca no tenía nada.
La locura es la ruptura total con la realidad y ella ocurre cuando un individuo o más padecen de un estado de psicosis, sea pasajera, secundaria al consumo de sustancias de abuso (alcohol, marihuana, cocaína, crack, LSD, hachís y demás), consecuencia de otra clase de intoxicaciones, resultado de lavados de cerebro sectarios, o endógena, esto es, natural en la constitución de la psiquis de la propia persona. Pero ¿qué es la realidad? Es que la cosa o el sujeto son lo que son en sí mismos, y no pueden ser otra cosa o sujetos más que sí mismos. La realidad puede modificarse en cuanto a sus aspectos no esenciales, pero su esencia, su alma, eso que le otorga el ser, eso no cambia. La realidad es la verdad.
Desde hace algunos años ya, sin embargo, no es esto con lo que estamos conviviendo, sino que, por el contrario, nos vamos viendo obligados a convivir con graves locuras en tanto se renuncia al sentido de realidad y a la cualidad de real pero como si fueran reales. Así, un perro o un gato es un hijo, un hombre es una mujer o una mujer un hombre, e incontables disforias más que autoproclaman ser la verdad; quien no la acata puede terminar entre rejas como solemos enterarnos de que sucede en otros países. Y si no se llega a tanto, la persecución sin tregua es soltada como perro rabioso contra quien todavía hoy conserva su sentido común y su sentido de realidad intactos.
Veamos un ejemplo en Reino Unido: “Los tribunales respaldan a cristianos perseguidos por homofobia” (Aceprensa, 10 junio, 2015).
“En Inglaterra una acusación de homofobia puede bastar para ser despedido o incluso detenido. Ante estos atropellos, el Christian Legal Center ha asumido la defensa de algunos afectados por sus creencias religiosas, y está consiguiendo que los tribunales les den la razón. Un juzgado de lo laboral ha respaldado la demanda por discriminación laboral interpuesta por Sarah Mbuyi, extrabajadora de una guardería londinense que fue despedida acusada de haber hecho comentarios homófobos sobre una compañera lesbiana.
Mbuyi, evangélica, siempre defendió que solo había contestado a las preguntas de su compañera acerca de la visión cristiana de la homosexualidad. Al parecer, esta se habría molestado porque Mbuyi justificaba la negativa de la Iglesia a oficiar bodas gays, y porque considerara pecaminosas las relaciones homosexuales. Tras la denuncia a los dueños de la guardería, el despido fue inmediato. Ahora, el tribunal ha sentenciado que la empresa discriminó a Mbuyi, y que aparentemente basó la decisión de despedirla en ‘estereotipos sobre sus creencias’. La sentencia señala que estas creencias merecen respeto en una sociedad democrática, y no son incompatibles con la dignidad humana ni con los derechos fundamentales de otras personas”.
Este caso es mencionado a modo simplemente ilustrativo, porque hoy hay muchísimos más y mucho más cercanos. Cuando el niño Lucio Dupuy (Argentina, La Pampa, 2021) fue asesinado con innombrable crueldad por su madre y su pareja del mismo sexo, ningún fiscal ni juez se atrevió a mencionar el tema del “género”, pero la verdad de todas las pruebas recabadas indicó que Lucio fue tomado como chivo expiatorio por el mero hecho de ser un varón. Esto no quedó labrado en ningún acta pues serían miles de miles de puntos en contra para la llamada “Ideología de Género”.
Durante el desarrollo psicosexual de un ser humano, es claro que hay quienes nacen con cromosomas XX y otros con cromosomas XY. No hay más opciones si en sujetos saludables pensamos.
En el National Human Genome Research Institute, por ejemplo, se nos ilustra acerca de la Trisomía 21 (1 de setiembre, 2024), y se la describe como “una afección genética causada por un error en el proceso que replica y luego divide los pares de cromosomas durante la división celular, error que lleva a heredar una copia extra total o parcial del cromosoma 21 de uno de los progenitores”. Ese ADN cromosómico extra causa las características del síndrome de Down, que varía de una persona a otra. Sin embargo, las personas así afectadas son antes que nada portadoras del cromosoma XX (mujeres) o XY (varones).
Esta aclaración tiene un gran valor orientativo, ya que la sexualidad humana se desarrolla, pero no se construye. La idea constructivista que hoy impera es falaz y muy engañosa, pensada tan solo –y nada menos– para confundir al ser humano; las personas así de desnorteadas deben pasar por graves situaciones de angustia, desasosiego, pena, dolor, rechazo y muchas otras dificultades más, llegando incluso al suicidio. Existe una intencionalidad maliciosa en desorientar a algunos de los más vulnerables, seguramente condicionados por historias de vida, a dudar acerca de su propia identidad sexual; si no se sabe qué se es, menos se sabrá quién se es. Y esto hace directamente a la identidad, al “Yo soy” profundo y radical, lo que nos habilita a buscar los para qué y a hallar los cómo. Lo que le da a nuestra vida ese sentido y no otro.
Las familias y la sociedad toda se encuentran en extremo embrollada con estos “nuevos paradigmas” para los cuales se organizan marchas para defender a los cangrejos pero que aprueban el aborto a rabiar. Nos quieren hacer creer que un cuerpo humano puede tener todos sus órganos dobles o cuádruples con la trillada y disparatada frase: “Es mi cuerpo”. Por el animalismo extremo e irracional, por el feminismo extremo e irracional, por el naturalismo extremo e irracional, por todos los “ismos” extremos e irracionales parece que el mundo se ha vuelto loco, y si a esto añadimos la corrupción… podríamos decir, como la siempre recordada Mafalda: “¡Paren al mundo que me quiero bajar!”.
Pero esto no es posible; es más: hasta parece una idea jocosa pero no por ello menos delirante.
La recuperación del sentido de realidad y de la cordura colectiva parece prácticamente imposible. Quizás no la valoramos mientras la tuvimos porque jamás hubiéramos creído realmente que: “Cuando ellos sean mayoría, los locos seremos nosotros”. Hoy ¿son mayoría? ¿Somos nosotros los locos? Neguémonos a creerlo. Un Ferrari 250 GTO cargado de chatarra hace mucho más ruido que un Suzuki Swift sin carga, ocupado solo por su conductor. Es menester creer en la verdad.
“Yo os envío como a ovejas en medio de lobos: sed, pues, astutos como serpientes y mansos como palomas” (Mt 10:16).
*PSICÓLOGA
TE PUEDE INTERESAR: