Es tarea de todos. Y se la debe cuidar sin vacilaciones, especialmente en sus flancos más frágiles, que son aquellos en que los ciudadanos van formando la opinión que los lleva a tomar la suprema decisión que es la emisión del voto, ya sea para elegir gobernantes o ya sea para sufragar en alguno de los referéndum que nuestro orden institucional habilita para aprobar o desaprobar normas legislativas.
Ese supremo gesto soberano es el que constituye la esencia de nuestra tradición artiguista donde lo esencial es asegurar la preservación de un clima donde la información fluya por la mayor cantidad de canales posibles y con transparencia. Así se incentivará el debate público sobre supuestos ciertos y no sobre engaños, o lo que es peor, verdades a medias.
El filósofo alemán Jurgen Habermas, analizando en profundidad lo que se denomina opinión pública, distingue entre la opinión manipulada y la opinión crítica, pretendiendo recuperar una visión compatible con la Democracia. “Los medios de comunicación son la piedra angular en las sociedades democráticas ya que actúan como ‘interlocutores’ entre el Estado y la sociedad civil al generar ‘un espacio público’ donde los asuntos de relevancia para la comunidad son discutidos abierta y pluralmente”.
No se puede medir con varas diferentes hechos que merecen respetos similares. Consideramos a la naturaleza que nos circunda en toda su biodiversidad como un tópico sagrado, pero con cuidado de no caer en adoraciones sectarias. Así como también consideramos a la biodiversidad que regula la vida humana con un respeto muy especial. A la vida no se la puede cuadricular.
Ayer 8M se conmemoró en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Expresamos nuestro apoyo a tan significativa fecha y vaya nuestra adhesión a todas las mujeres. Las de ayer, las de hoy y las del mañana, porque en ellas depositamos nuestra esperanza de un mundo mejor.
En una breve mirada al pasado evocamos a figuras que dejaron su huella indeleble en la historia. Cómo no recordar a las sufridas mujeres que integraron las familias que acompañaron a Artigas en el Éxodo. Y también las que combatieron a la par de los hombres como aquella épica lancera, Melchora Cuenca, compañera del Prócer.
En esa misma gesta emancipadora del lado del Pacífico evoquemos a otra impulsora de la Independencia: Javiera Carrera, que los revolucionarios usaban el grito de “viva la Panchita” como santo y seña y que sentía la misma desconfianza de nuestro Caudillo por los personeros de la oligarquía bonaerense.
Otra inolvidable heroína fue Juana Azurduy del Alto Perú (Bolivia), de muy destacada actuación en la guerra emancipadora hasta la muerte de Martín de Guemes, a tal punto que con un homenaje póstumo se le confirió el grado de mariscal del Ejército de Bolivia y de general del Ejército argentino.
Y para cerrar este pantallazo de heroínas de nuestra raza evoquemos a la quiteña Manuela Saenz que mantuvo aquella relación que comenzó con romanticismo con Simon Bolívar a su ingreso triunfal en Lima y combatió con grado de coronel a las órdenes de Sucre. Conocedora de las flaquezas humanas con verdadera visión de estadista, trató de impedir la traición que frustró el sueño del Libertador lo que le valió el destierro y su muerte pobre y olvidada.
Con pocas y certeras palabras, el papa Francisco resumió el Día Internacional de la Mujer: “Esta es para nosotros una ocasión de reafirmar la importancia de la mujer y la necesidad de su presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril”.
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