Mi opinión sobre los criterios ESG (Environmental, Social and Governance, en español “Ambiental, Social y Gobernanza”) no es un secreto. Creo que la ESG es, en el fondo, una estafa para sentirse bien que está enriqueciendo a los consultores, los servicios de valoración y los gestores de fondos, mientras que no hace casi nada por las empresas y los inversores a los que dice ayudar, y aún menos por la sociedad. Este juicio puede ser duro, pero a medida que las hostilidades en Ucrania sacuden los mercados, los eslabones más débiles de la cadena de ESG se están exponiendo, y a medida que las mismas viejas racionalizaciones y excusas se despliegan, creo que está llegando el momento del ajuste de cuentas.
Cuando un concepto se vende y se compra tan ampliamente como ESG, es poco probable que se abandone rápidamente, por muchas pruebas que se acumulen de que no funciona o de que tiene consecuencias perversas. Sin embargo, según mi experiencia, esos conceptos vacíos que prometen el mundo y proporcionan poco, acaban alcanzando su punto de inflexión, momento en el que incluso sus seguidores más fieles los abandonan y siguen su camino. Ese momento llegará para ESG y si usted es un consultor, asesor o evaluador de ESG, necesitará algo que lo reemplace, la próxima gran cosa, que pueda vender como la respuesta a todas las preguntas que se presentan en el mundo de los negocios.
Cuando hace dos años escribí por primera vez sobre ESG, lo hice porque era escéptico ante el convencimiento incuestionable que la gente tenía de su éxito. Al principio creía que era un concepto defectuoso que necesitaba ser corregido, pero después de dos años de interactuar con personas que aseguran conocer muy bien el concepto, pero que no parecen ser capaces de esgrimir argumentos sólidos a su favor, y de ser testigo de su apropiación por parte de entidades bien financiadas y con agendas, estoy convencido de que pronto solo habrá lugar para dos tipos de personas en el espacio de ESG. El primero será el de los idiotas útiles, individuos bienintencionados que creen que están promoviendo la causa del bien, mientras trabajan en la trinchera de los servicios de medición de ESG, las ramas de ESG de las empresas de consultoría y los fondos de inversión de ESG. El segundo será el de los truhanes irresponsables, que conocen perfectamente el vacío que hay detrás del concepto, pero ven una oportunidad de hacer dinero. Sé que no son opciones muy edificantes, pero no veo ninguna buena, aparte de abandonar el espacio por completo. Buena suerte.
Aswath Damodaran, profesor de finanzas de la Stern School, New York University. Experto en valuación de empresas reconocido mundialmente
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