El período bélico señala en el escenario nacional el avance vertiginoso del Partido Comunista al amparo de la posición internacional de la URSS enrolada entre las “democracias”. La calidad de beligerante del lado “bueno”, el aliento recibido desde el poder, envalentona a los comunistas que arremeten contra Herrera y el Partido Nacional, enalteciendo al caudillo y los suyos al reconocerles de esta manera su calidad de defensores de las esencias nacionales. La calumnia, la mentira, la agresión física y el atentado son las armas utilizadas con en apoyo o la indiferencia de las autoridades. Bandas organizadas atacan los clubes políticos herreristas, el edificio de El Debate, y desfilan frente a la quinta de Herrera pidiendo para este la cárcel. El viejo líder rechaza la custodia policial y la juventud herrerista monta guardia en los jardines de la residencia en defensa de su jefe.
La descomposición política que la Segunda Guerra Mundial produjo fue el campo ideal para la expansión comunista, siendo la URSS la única y verdadera triunfadora en ese conflicto. De aliados de los nazis a “demócratas” diplomados, los dirigentes encabezados por Stalin perseguían y lograban en el tumulto de la guerra una victoria que cambió la faz del mundo. Los conceptos de Frente Popular, lucha de clases, solidaridad obrera internacional, se usaron como instrumento en todo el mundo, contando con la complicidad de los aliados y sus secuaces locales. Así hasta el reparto de Yalta…
En nuestra patria, la táctica comunista no desaprovechó la guerra. Vestida de albas y puras vestiduras “democráticas”, ungida tal por autoridades nacionales, prensa grande y personajes con credenciales “demócratas”, se lanzó al ataque teniendo enfrente solamente a Herrera y los suyos.
Extraído de “Herrera: un nacionalismo oriental”, Dr. Luis A. Lacalle de Herrera (Serie “Los Caudillos”, Ed. Banda Oriental (1978)
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