En la segunda mitad del siglo XIX Europa se consolida como el indiscutido centro del poder mundial. Tocqueville en su lúcido análisis de los sistemas políticos de su época (1840) avizora que en un futuro se iban a ir consolidando dos nuevas potencias, Estados Unidos por un lado y Rusia por otro, que emergerían como nuevo centro de poder compitiendo con el statu quo de aquel entonces. Si bien la primera estaba poblada por emigración europea y la segunda forma parte del continente se trataba de una visión novedosa. La profecía del agudo analista francés recién se concretó cien años después finalizada la Segunda Guerra Mundial. Y para que eso ocurriera fue necesario que Europa fuera golpeada por dos brutales guerras.
Alemania en 1884 con la exitosa guerra contra Francia y su consecuente unificación, gozaba del mayor aval para actuar como mediadora y su capital Berlín se constituyó en sede obligada de encuentros para dirimir las diferencias entre las principales potencias de la época. Al primero de estos encuentros se le llamó Congreso (en reminiscencia del de Viena) y al segundo Conferencia. El segundo era el corolario del primero, que ya había resuelto el equilibrio de poderes continentales. Ahora se trataba de reglamentar los límites del reparto del mundo.
En palabras de su anfitrión Bismarck, se trataba de “establecer las condiciones del desarrollo del comercio, la civilización y el bienestar moral y material de los africanos”. Por eso también se le denominó Conferencia del Congo y durante más de 90 días se fue articulando en términos leguleyos toda una normativa que apuntaba a la nueva realidad de controlar desde el interior el Continente Africano en base a las grandes vías fluviales que habían sido minuciosamente relevadas por exploradores, que muchos de ellos habían adquirido romántica fama universal, como Livingstone y Stanley entre otros.
Por ejemplo, en el art. 35 se expresa: “Las potencias signatarias de esta acta reconocen la obligación de mantener, en los territorios que ocupen en la costa del continente africano, la autoridad competente para hacer respetar los derechos adquiridos y, en caso necesario, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones que se hubieren estipulado”.
Esta conferencia intentó sentar las bases jurídicas para la ocupación efectiva de África, lo que no significó la ausencia de conflictos armados. Uno de los episodios más sangrientos que tiró por la borda esta normativa fue la llamada Guerra Bóer, donde Gran Bretaña durante casi 3 años devastó y saqueó todo tipo de propiedades de los fundadores del Estado libre de Orange y la República Sudafricana con ribetes muy semejantes a la última etapa de la guerra de Secesión de EEUU. Los bóeres una vez capturados (hombres, mujeres y niños) fueron internados en campos de concentración donde se calcula que murieron, fruto del trato inhumano, cerca de 30.000 personas. Todo un tema recubierto de escrupuloso silencio.
Colonialismo en Asia
Simultáneamente en Asia, la presión colonial europea de despojo no fue muy diferente, aunque en muchos casos se realizó por otros caminos.
La excepción fue Japón, que a su vez se transformó en ávido ocupante de territorios de sus vecinos y en oportunidades logró alguna asociación tácita con alguno de los colonialistas más pesados europeos. Caso del Reino Unido que lo consideró un estratégico freno a la expansión rusa y un socio al despojo de China, guerra del opio incluida.
La descolonización asiática se produjo finalizada la Segunda Guerra Mundial y mucho tuvo que ver con el comportamiento de Japón.
En mayo de 1961 y con motivo de su visita a Uruguay, el Semanario Marcha resumía las palabras del líder indonesio nacionalista, Sukarno, con respecto a la posición de su país en este momento del mundo. “Nos Hallamos entre dos bloques gigantes en conflicto, en un mundo donde la política de poder se ha convertido en la más alta moralidad, donde los gobiernos son impelidos a actuar por motivos de violencia, donde las armas atómicas y de hidrógeno son consideradas como meros juguetes…”. La Mañana, con motivo de la visita del líder indonesio a la redacción publicó el lunes 8 de mayo de 1961: “Sukarno fue uno de los inspiradores del nacionalismo indonesio; en la lucha por la independencia de su patria sufrió prisiones, persecuciones y destierro, y hasta asumió una simulada disposición a colaborar con los ocupantes japoneses mientras seguía trabajando en sus consignas”.
No hay que olvidar que los japoneses derrotaron y desalojaron a los holandeses en 1942, favoreciendo el desarrollo del movimiento nacionalista dirigido por Sukarno. Poco antes de retirarse las tropas niponas, el 17 de agosto de 1945, los nacionalistas indonesios proclamaron la independencia del país.
Al acabar la guerra, el gobierno de los Países Bajos intento por dos veces, en 1947 y en 1948, retomar el control del archipiélago por la fuerza. La resistencia indonesia y las presiones de la ONU y EEUU, que llegó a amenazar con retirar a Holanda la ayuda del Plan Marshall, hicieron que finalmente, a fines de 1949, Indonesia alcanzara su independencia bajo la presidencia de Sukarno.
Entre 1997 y 1998, Indonesia fue el país más duramente afectado por la crisis financiera asiática.
El Producto Interno Bruto (PIB) de Indonesia se estima en 444 mil millones de dólares (US$ 1129 millones PPA). En 2008, el PIB nominal per cápita era de US$ 1950 y el PIB PPA per cápita de US$ 4955.
El producto interior bruto de Indonesia en el tercer trimestre de 2022 ha crecido un 0,6% respecto al trimestre anterior. Esta tasa es 1 décima menor que la del segundo trimestre de 2022, cuando fue del 0,7%.
La variación interanual del PIB ha sido del 5,9%, 4 décimas mayor que la del segundo trimestre de 2022, que fue del 5,5%.
Un G-20 en Extremo Oriente
El Grupo de los 20, el foro integrado por los gobiernos, por los ministros de finanzas y por los directores de los Bancos Centrales de los países industrializados y de las economías emergentes que componen el 85 por ciento del producto bruto mundial, y reúnen el 66 por ciento de la población mundial, se reúnen en Bali, Indonesia, siendo la segunda vez que se realiza este foro en extremo oriente (la primera vez fue en China en el 2016).
En esta ocasión el evento se realizará en una Indonesia que actualmente es el cuarto país más poblado del mundo y la economía más grande del sudeste asiático. También es el país con la mayor población musulmana del mundo.
Sin embargo, no deja de ser simbólico en un mundo que cada vez se vuelve más multipolar, se desarrolle este foro en el hasta hace poco tiempo olvidado continente asiático. De hecho, India, China e Indonesia se han vuelto un importante contrapeso para occidente, tanto a nivel poblacional como económico. Por otra parte, ninguno de estos tres países ha suscripto acatar las sanciones impuestas contra Rusia desde Europa y Estados Unidos, lo que demuestra un alto grado de autonomía en lo que refiere a su hacer nacional e internacional.
Lo cierto es que la cita de este año viene cargada por las crisis energética y alimentaria. Primero a causa de la pandemia y agravada por una guerra que no hay voluntad política para buscarle una salida, que ha provocado inflación y problemas en las líneas de suministros de energía y de otros bienes. Pero la polémica se ha establecido a causa la participación de integrantes del gobierno ruso, como el ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov en el foro, el cual desde que se ha iniciado la guerra no ha participado de ninguna cumbre. Por lo que la UE y EEUU amenazan con no concurrir a las actividades en las que participen autoridades rusas.
El presidente de Indonesia Joko Widodo por su parte, a la par que su homólogo turco, ha tratado de mediar entre Rusia y Ucrania y pretende que esta cumbre sea un instrumento para buscar intereses en común y encontrar así una salida al conflicto.
Ahora bien; ¿cuál es el verdadero papel de Indonesia como anfitrión de esta cumbre? Si hacemos un poco de memoria, Indonesia fue el mayor proveedor de especias, como nuez moscada, pimienta y clavo de olor (que sólo se encontraba en Islas Molucas y en Madagascar) a Europa desde el siglo XVII. El comercio de especias era considerado sumamente importante para la población europea desde la Edad Media y con el inicio de la modernidad hubo aún más demanda, por lo que las primeras compañías trasnacionales fueron justamente estas compañías de Indias fundadas por los Países Bajos dedicadas al comercio de estos bienes.
De ese modo Indonesia ha ido construyendo un modelo de desarrollo que sustenta su economía gracias a una gran flexibilización de las condiciones laborales que hace extremadamente viable y tentador para las compañías trasnacionales sobre todo textiles y agrícolas instalarse allí.
Otro dato o motivo que no nos parece menor son las importantes relaciones familiares y económicas que el primer ministro británico Sunnak tiene con algunos sectores estratégicos de India. De hecho, ya está acordado que la cumbre del próximo año se realice en India.
¿Entonces por qué el G-20 quiere situarse por dos años consecutivos en Extremo Oriente?
Seguramente el tema de fondo sea Rusia y China. Tengamos presentes que Rusia en su frontera oriental también forma parte de ese Extremo Oriente.
Pero saliendo de estas historicidades, la razón principal sobre la que gira este G-20 es el encuentro de un nuevo punto de equilibrio que permita el desarrollo y no el estancamiento de la economía global, en la que el oriente juega un papel determinante. En un mundo en que las potencias dominantes comienzan a mostrar signos de flaqueza, las economías emergentes asiáticas están determinadas a encontrar un nuevo posicionamiento.
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