Uruguayos engrampados
La semana pasada nos enteramos que la Cancillería había comprado engrampadoras con un costo unitario de 400 dólares, lo que obligó a la cartera a revertir la compra. Convenientemente filtrada, la información tenía el objetivo de causar indignación entre la población y obligar al gobierno a dar marcha atrás. Sin embargo, resulta que ese precio es el vigente y habitual en plaza, por lo que la Cancillería tenía poco que hacer si necesitaba ese útil de oficina. Más aún, el programa Santo y Seña presentó un cálculo el domingo indicando que el precio del bien colocado en Uruguay debería rondar los 100 dólares, un cuarto de su precio al público. ¿Es esto problema de Cancillería? ¿O será parte de un problema más generalizado en la economía?
Si analizamos otros rubros como el de pasta dentífrica, la diferencia de precios es similar. Y lo mismo se repite en varios productos de la canasta de consumo habitual. ¿Dónde radica el problema entonces? Si el Estado con su poder negociador no logra comprar productos importados a precios razonables, ¿qué dejamos para el uruguayo de a pie? Los países desarrollados ya están tomando cartas en el asunto de la protección a la competencia.
En Canadá, el Competition Bureau está promoviendo activamente revisar las regulaciones a la luz de la irrupción de las nuevas tecnologías en el mundo de la distribución y el comercio minorista. Recientemente, las autoridades canadienses entrevistaron a los directivos de las tres principales cadenas de supermercados luego de detectar que todas habían cancelado un bono incentivo de los empleados, sospechosamente el mismo día. “Fue una gentileza hacia mis colegas”, admitió el directivo de una de estas cadenas, respecto a este “acuerdo” implícito de salarios. En este caso las autoridades no pudieron actuar, pero es parte de lo que está bajo revisión.
Más cerca nuestro, la Secretaria de Comercio de la Argentina limitó recientemente el porcentaje que una conocida empresa de delivery cobraba a pizzerías y heladerías, que habría llegado a niveles del 30%. El gobierno intervino para limitar la comisión al 10% por el simple uso de la app, y al 18% si utilizan el mecanismo de delivery de la aplicación. ¿Alguien piensa que estos comercios pueden absorber comisiones similares? Supuestamente, el valor agregado del uso de herramientas informáticas debería hacer que la economía sea más eficiente. No se puede permitir que se convierta en un instrumento más de extraer rentas a los más débiles. Y peor aún, ante la mirada indiferente de los reguladores que cobran sus sueldos justamente para evitar este tipo de situaciones.
Algo similar ocurre con las tarjetas de débito y crédito, que cobran a los comercios como si fueran socios del negocio. En el caso de los estacioneros, el uso de estos medios de pago electrónico les lleva el 15% del margen bruto. Sin riesgo alguno para los bancos. El que pensó todo esto para implementarlo, ¿desde qué ángulo lo hizo?
La pandemia ha reforzado la concentración y la cuota de mercado de las grandes empresas, lo que supone un freno para el crecimiento y la innovación, apuntó un estudio publicado este lunes por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Vemos crecientes signos en muchas industrias de que el poder de mercado se está arraigando ante la ausencia de fuertes competidores para las firmas dominantes”, afirmó Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI en una conferencia organizada por los centros de estudios Bruegel y Brookings.
Georgieva destacó como la crisis desencadenada por la pandemia del coronavirus ha golpeado con especial contundencia a las pequeñas y medianas empresas, lo que ha permitido que las “firmas dominantes emerjan aún más fuertes mientras sus rivales más pequeños se quedan atrás”.
En conclusión, es tiempo que nuestra legislación se actualice para empoderar a los agentes reguladores y defensores de los consumidores; y que estos asuman su responsabilidad de actuar en beneficio de todos y no de aquellos que deben regular. Antes de que terminemos todos engrampados.
Jaime Buchanan
Abuso de los empleadores
Ya se cumplió un año de pandemia en nuestro país y estamos todos cansados. Cansados de protocolos, de tapabocas, del informativo, de las vacunas, de no ver a familiares y amigos con normalidad, pero sobre todo hay gente que está cansada de hacer el trabajo de dos, tres y más personas a la vez y ver sus ingresos disminuidos a consecuencia de que hay trabajadores que aún se encuentran en seguro de paro y los que quedan trabajando deben realizar las tareas de los que no están.
Es el caso por ejemplo de los restaurantes. Se han enviado al seguro a la mayoría del personal de las cocinas e incluso a los de limpieza, quedando solamente los cocineros y algún que otro ayudante que no hace todo el horario. Esto significa que todo el trabajo de los que faltan recae sobre el cocinero, que a la vez de cocinar debe realizar además tareas de limpieza y más actividades y en algunos casos fuera de horario para poder hacer todo, al tiempo que ve reducido su salario, no llegando a cobrar siquiera su sueldo completo.
Esto perjudica a los empleados que están agotados, se les debe mucho dinero que no saben si recuperarán algún día, pero favorece a los dueños de los locales que se ahorran mucho dinero abusando de los pocos trabajadores que tienen. Y ahora salió la resolución de que los seguros se extienden hasta el 30 de junio. Seguirá el abuso…
Carolina Machado
La pandemia de la mentira
Las expectativas están puestas en las vacunas. La realidad es que los casos van en aumento cada día, la gente está agotada y ya no quiere saber de la pandemia, falta trabajo, falta comida, falta confianza.
Conozco mucha gente incluso médicos que no se quieren vacunar, hicieron vacunas en menos de un año, cuando la experiencia dice que las vacunas demoran en desarrollarse años por no decir décadas.
Y que nos vengan a decir porque con la tecnología de hoy en día hay muchos más avances y todo es más rápido y quieren dejar a la población contenta y tranquila de que todo estará bien. No lo sabemos, nos inyectan cosas que no sabremos qué harán en nuestros cuerpos hasta muchos años después.
Nos dijeron que el covid salió de un murciélago, luego la culpa recayó en el pangolín, luego en la gente que consumía estos animales, una población milenaria como la china que hace siglos y siglos viene comiendo las mismas cosas resulta que en el 2019 causó esta enfermedad, y la gente alrededor del mundo lo cree, quieren tener una población ignorante, controlada, consumista de lo que ellos ordenan.
Cada vez que apareció una enfermedad nueva en los últimos 30 o 40 años pónganse a averiguar qué sucedía en esa época en el mundo, qué guerra, qué conflicto existía, las enfermedades las inventan para desviar la mirada del mundo y mientras las grandes potencias se centran en enriquecerse y favorecerse con la miseria mundial.
Rogelio Molinari
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