“El análisis de Vallcorba y Zelko olvida, ignora, la evolución del precio del petróleo. No tengo ningún otro comentario adicional para hacer”. Esa fue la respuesta de la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, al diario El País el domingo pasado, cuando se le preguntó acerca del análisis de los economistas astoristas respecto a la suba en el precio de los combustibles.
El “análisis” no es más que un rebuscado sofismo contable de dos pichones de astoritos para criticar el gobierno por una suba de combustibles claramente provocada por la suba en el precio internacional del petróleo. Al asumir el nuevo gobierno el 1º de marzo de 2020, el petróleo cotizaba en torno a 45 dólares el barril (índice WTI). Hoy el precio oscila alrededor de los 90 dólares. El precio se duplicó. Entonces, ¿qué es lo que no logran entender? La ministra fue muy educada e hizo bien en no responder una provocación por parte de individuos que, a Dios gracia, conseguimos desalojar de la cueva de Colonia y Paraguay.
Estos personajes son los mismos que –“inclusión financiera” mediante– entregaron a la población a los bancos y la dejaron a merced de la usura de las financieras. Son los mismos que tercerizaron servicios rentables del BROU y que hoy son parte de los reclamos de una dirigencia de AEBU que los responsabiliza de tejes y manejes oscuros durante sus 15 años de hegemonía absoluta en el manejo de los bancos públicos. Dedicados a pegarle al gobierno como sea –tal futbolista frustrado que comete una grave falta ante una goleada vergonzosa–, estos personajes aprovechan cualquier oportunidad. Resulta lamentable verlos actuar como abogados defensores de un operador portuario que acciona contra el Estado uruguayo, en rol confuso, que los asemeja más a consultores rentados que a asesores económicos de la oposición. Habría que preguntarse cómo es que a estos Sherlock Holmes de la contabilidad se les escaparon las millonarias pérdidas de ALUR, o los estrafalarios gastos de marketing de ANTEL, por solo mencionar algunos de los múltiples desaguisados que presidieron; como la “obra maestra” de otro par de iluminados astoritos que compraron, entre gallos y medias noches, un software para el BROU que costó más de 100 millones de dólares. Y que todo el país sabe que funciona peor que el anterior. Ni que hablar de la privatización de PLUNA y la casi inmediata compra de los aviones con deuda avalada por el Estado, y que seguimos pagando hasta el día de hoy.
Con razón el presidente Mujica intentó colocar –sin éxito– un equipo económico paralelo. ¡Los astoritos volaban más rápido que los jets regalados a Campiani! Ah… otro juicio al Estado en puertas. ¿A dónde mandamos la factura?
Antonio Raimondi
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