Hace unos días el periodista de investigación argentino, Hugo Alconada Mon, dijo en una conferencia en Montevideo que nuestro país, al que calificó de “baluarte para los piratas”, sigue siendo un “enclave para el lavado argentino”.
Ya de por sí a los uruguayos nos irrita bastante cuando desde la otra orilla del río intentan enmendarnos la plana. Pero si hay algo que nos saca verdaderamente de las casillas es cuando percibimos que puede haber algo de cierto en lo que nos dicen. Cabe recordar que en 2005 Jorge Lanata intentó hacer en Uruguay un programa de investigación. Luego de salir dos semanas, Canal 12 le levantó el programa. “En Uruguay son todos primos”, explicó tiempo después el periodista argentino, amargado por el ejercicio de soberanía investigativa ejercido por el canal.
Algo similar ha ocurrido con las conexiones del Lava Jato en nuestro país. El único esfuerzo investigativo en serio lo llevó adelante el extitular de la Secretaria Antilavado, quien apareció muerto en la piscina de su casa solo días después de haber comprometido su apoyo al juez federal brasileño Sergio Moro en la investigación de los vínculos uruguayos. Durante la campaña electoral se habló por un rato de las supuestas “propinas” recibidas por el “chefe da casa civil uruguaia”, supuestamente en compensación por facilitar la entrada de la constructora brasileña en la obra de la regasificadora. Pero todo quedó convenientemente enterrado, ya que como descubrió Lanata a los 15 días de encontrarse en nuestro país, la trama era muy densa y traspasaba todo tipo de fronteras familiares, políticas o empresariales.
Por ende, no nos podemos sorprender que hoy en Uruguay el Lava Jato siga vivito y coleando. A través de su “banco estrela” y sus vínculos locales, acumula decenas de miles de hectáreas productivas y medios de comunicación. Sin embargo, a nadie parecería llamarle la atención, tal como advierte Alconada Mon. Cada tanto, para exorcizar la culpa, a algún periodista se le ocurre agarrársela con la Ing. Marta Jara y su supuesta responsabilidad en un proyecto en el que había políticos y abogados de alta gama. Probablemente algunos lo hagan de ilusos. Pero seguro no faltan los que lo hacen mandatados por los titiriteros de siempre, fieles seguidores de los valores promovidos en la obra de Lampedusa.
Walter J. Pangallo
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