La independencia, desde una concepción nacionalista, es mucho más que simplemente formar una institución estatal que sea reconocida por sus pares en el sistema internacional, va mucho más allá. La Patria, y el pueblo que la compone es muy anterior al Estado-nación. Nuestra Patria es hija de España y de la religión católica; a su vez hija de una tierra, la Cuenca del Plata, que determina profundamente muchas de las características filosóficas, ideológicas, culturales, etc. que incorporaron previo a la colonización española los pueblos indígenas que aquí vivían, y que luego fruto del mestizaje con las poblaciones europeas y africanas que aquí se asentaron, formaron con el tiempo al pueblo Oriental que hoy conocemos. De esta manera nos unen lazos eternos, una “unidad irrevocable de destino” al decir de Ortega y Gasset, con nuestros hermanos hispanoamericanos, y principalmente con los pueblos de la Cuenca del Plata, Argentina y Paraguay; además de con la “Patria vieja”, con España, que dio origen a todos nuestros pueblos.
Hoy día esta visión histórica es bastante poco difundida tanto desde los medios como desde la academia. Prima tanto en la mayoría de las derechas como de las izquierdas distintas variables de la “leyenda negra” anti-hispánica, que busca desarraigarnos de nuestros orígenes hispánicos y de nuestros lazos con nuestros vecinos. A la clásica visión “liberal-atlantista” que sostiene que el Uruguay históricamente se ha beneficiado de incorporar instituciones de origen anglosajón o francés y alinearse internacionalmente con los representantes de esos imperios; se suma la visión “indigenista” que sostiene que debemos despojarnos de la herencia hispánica y católica de nuestra cultura. Lo importante a destacar, es que ambas visiones nos piden que arranquemos a la fuerza las raíces de nuestra sociedad y nuestra cultura, lo cual corresponde enfrentar, ya que como dice un conocido tema del canto popular de Larbanois y Carrero, “árbol sin raíces no aguanta parado ningún temporal”.
A todo esto, debemos sumarle un fenómeno relativamente novedoso en la interferencia extranjera en nuestra política y sociedad, de lo cual ya he hablado en otras columnas: la presencia omnipresente de ONGs y fundaciones varias, además de medios a servicio de potencias extranjeras como la BBC, la CNN o la Deutsche Welle, tanto en la formación de opinión como de políticas públicas. El caso de la Open Society Foundations de George Soros es harto conocido, pero existen otras menos conocidas para el grueso de la población. Quizás aún más graves, porque buscan formar intelectualmente a las juventudes de diversos partidos políticos, que luego serán formadores de políticas públicas en el futuro. La Fundación Konrad Adenauer, de la Unión Demócrata Cristiana alemana (partido de la aún Canciller Angela Merkel), mantiene estrechísimos lazos con el Partido Nacional, particularmente con las juventudes de este Partido, históricamente representante del nacionalismo en nuestro país; y también con diversos sectores del Frente Amplio. FESUR, de la socialdemocracia alemana, hace lo propio con sectores varios del Frente Amplio. Esta es una problemática a la que debemos estar en gran alerta, a fin de cuenta si dejamos este tema sin atender puede llegar a suceder que nuestra política nacional esté digitada por los debates propios de conservadores y socialdemócratas de la Unión Europea, poco relacionados con nuestra realidad nacional y nuestra idiosincrasia.
Quienes seguimos levantando en alto las banderas de Independencia, Soberanía y Federalismo debemos reivindicar férreamente nuestro derecho a mantener y reivindicar nuestras raíces culturales, profundizar los lazos entre nuestros pueblos, y enfrentar cualquier intento de desarraigarnos de nuestro pasado, que sería también eliminar cualquier perspectiva de futuro para nuestro pueblo Oriental. Como dijo Luis Alberto de Herrera, “no seremos una estrella más en la bandera de ningún imperialismo”.
Juan Pablo Grandal
Integrante del Espacio Tercerista Nacional y Popular
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