Como si no faltaran problemas en nuestro país, apenas inaugurado el nuevo período legislativo, el diputado Pasquet presentó su proyecto a favor de la eutanasia. Avezado orador e iniciado en las más fieles tradiciones cicerónicas, el hoy presidente de la Cámara de Representantes no logra articular más de una carilla para fundamentar un proyecto que bien merecería cientos de documentos que permitieran ilustrar a la ciudadanía los pros y contras de una medida tan trascendental para cualquier sociedad desde la antigüedad hasta hoy.
Ante la ausencia de una sólida argumentación, no queda más que deducir que se trata de un proyecto más de esos “urgenciados” por intereses inconfesables. Quizás una pista para comprender la motivación del proyecto se encuentre en el mismísimo primer artículo, que arranca con “está exento de responsabilidad el médico”. Decididamente lamentable, pero nada sorprendente de este trapecista del sistema político que, utilizando la expresión del presidente Mujica, sabe “tragarse los sapos”. ¿Pero cuál es el sapo que se está tragando el diputado que en esta instancia fue electo con los votos del economista Ernesto Talvi?
La realidad es que este renovado impulso por la eutanasia es uno de los pilares de ese proyecto globalista financiado por las elites financieras, tecnológicas y farmacéuticas. Apenas estamos saliendo de una pandemia traumática que se llevó las vidas principalmente de la gente mayor. ¿Qué necesidad de introducir justo ahora un proyecto removedor como este? ¿No hubiera sido mejor darle un respiro a la población antes de introducir algo con tanta carga emocional, ética o religiosa?
La realidad es que el capital financiero no tiene paciencia. Desde hace años los organismos reguladores del sistema financiero global vienen advirtiendo del problema que el envejecimiento de la población presenta a la sostenibilidad de las economías y los planes jubilatorios. Son precisamente las compañías de seguros las mayores interesadas en darle mayor previsibilidad a esta instancia final del hombre que es la muerte. Solo la reducción del riesgo haría subir el precio de las acciones en miles de millones de dólares. Ni que hablar si se logra acortar la media de vida, recortando ese segmento final que resulta el más costoso para los seguros privados de salud.
Para el que tenga dudas respecto a lo anterior, que investigue un poco qué viene ocurriendo con los precios de las acciones de Pfizer y Moderna a raíz de los millonarios juicios que empiezan a entrarle por parte de las compañías de seguros. Todavía se puede leer, ya que ni Facebook ni la OMS lo han censurado aún.
Hannah Arendt nos alertaba en la Banalidad del mal cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos, cuando el mismo es disfrazado como un procedimiento burócratico ejecutado por funcionarios. Esto explica la importancia del “Artículo 1” del proyecto de Pasquet, que no es más que la banalización del Pentotal. ¿Qué tiene que ver esta gente con Don Tomás o Don Luis?
Sigfrido Vaz
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