Las sanciones económicas “del infierno” adoptadas contra Rusia y sus ciudadanos por el Occidente colectivo no fueron suficientes. En el marco de una histeria antirrusa se han implementado medidas restrictivas en la esfera de cultura, arte, educación, deporte, etc. Somos testigos de una imprescindible campaña discriminatoria en los países occidentales autoproclamados “civilizados” contra la herencia cultural rusa (que es el patrimonio de toda la humanidad) y obras maestras de grandes talentos rusos en diferentes ámbitos, así como contra varios artistas, deportistas y representantes rusos. Además de eso, de algunas universidades se expulsan estudiantes de nuestro país, se suspenden participaciones de nuestros atletas en diferentes competiciones internacionales solo por ser rusos(as). Este fenómeno es bien conocido y tiene un nombre concreto, la “rusofobia”, que significa el miedo y rechazo a todo lo ruso. La rusofobia se practicaba en los países occidentales durante siglos pero ahora ha alcanzado un nivel sin precedentes.
Debido al odio promovido por los medios de comunicación y los políticos occidentales hacia la gente rusa, en los últimos días muchos ciudadanos de nuestro país y en general personas rusohablantes en Europa, quienes absolutamente no tienen nada que ver con la situación actual en Ucrania, han sido víctimas de discriminación. En las así llamadas capitales culturales europeas, se echan a los rusos del transporte público, ponen carteles en los restaurantes con las palabras: “No servimos a los rusos. Comed piedras”. Hay muchísimos casos de maltrato de los niños y muchachos rusoparlantes en las escuelas y universidades. Periodistas y ciudadanos locales en estos países que simpatizan con nuestro país también reciben diferentes amenazas.
Entre los casos más indignantes que han tenido una repercusión global se destaca la cancelación de los conciertos del mundialmente famoso director de orquesta Valeri Guérguiev y uno de los mejores pianistas del mundo, Denís Matsúev. El contrato de la famosa soprano Anna Netrebko fue cancelado en la Ópera Metropolitana de Nueva York por solo no condenar directamente a la operación especial de Rusia en Ucrania (aunque estos artistas están lejos de política). La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) prohibió a los jugadores rusos usar su bandera nacional y les solicitó condenar públicamente al Gobierno ruso. El rechazo del famoso ajedrecista ruso Sergey Karyakin, nacido en Ucrania, generó una ola de amenazas y sanciones en su contra. Entre estos casos, especial mención merece la recomendación del Comité Olímpico Internacional (COI) a las federaciones deportivas internacionales de que no inviten a atletas rusos, inclusive paralímpicos (¡que vergüenza!), a las competiciones. De hecho, estos llamamientos de la dirección del COI no solo violan los principios olímpicos, sino también golpean la mera idea tanto del movimiento olímpico como del deporte global.
Los ejemplos de rusofobia son infinitos y la discriminación total no alcanza solo a las personas. También quieren castigar a los representantes de flora y fauna procedentes de nuestro país. Incluso los árboles han sido castigados, como el roble plantado hace siglos por el escritor ruso Iván Turguénev, que fue excluido del concurso “Árbol Europeo del Año”, así como los felinos rusos, a los que la Federación Internacional de Gatos se les prohibió participar en sus exposiciones.
Estamos convencidos de que la cooperación en materia de educación, ciencia, deporte y cultura siempre fue y debe estar fuera de intereses políticos. Los intentos de los gobiernos occidentales, alejados de los principios de tolerancia y humanismo, de aislar e incluso de excluir a nuestro país del espacio humanitario internacional tendrán las consecuencias más destructivas para sus propios pueblos. Condicionar la participación en las actividades culturales, científicas, deportivas a la “lealtad política” de los artistas, científicos y atletas es un camino directo a la crisis de civilización. Incluso en la época de la “Guerra Fría”, durante la lucha de dos ideologías, los músicos, bailarines, actores, pintores y científicos famosos podían ofrecer conciertos, participar en exposiciones y simposios en el extranjero, y los deportistas, en competiciones internacionales. El Occidente comete un gran error cultural proyectando sus decisiones políticas hacia la cultura de una nación multiétnica que representa el patrimonio humanitario de toda la humanidad.
Pero hay otros ejemplos, particularmente en muchos países de América Latina, incluso en Uruguay, donde la gente rusa no siente (por lo menos por ahora) persecución o discriminación, sigue viviendo, trabajando, estudiando y pensando de manera normal. Estamos agradecidos a las autoridades locales por su sabiduría, tolerancia y respeto de los derechos humanos.
Solo nos queda esperar que las fuerzas sanas de los países occidentales no permitan a sus políticos irresponsables sembrar en las mentes de la gente un odio ciego contra personas de otras nacionalidades, sus culturas y otros puntos de vista.
No hay cómo prohibir la música de Chaikovski, la poesía de Pushkin, la prosa de Tolstoi y Dostoevski, los espectáculos de Ballet Bolshoi, representaciones de grandes atletas rusas en gimnasia y natación sincronizada. Todo el mundo civilizado admiraba, admira y va a seguir admirando nuestros logros indiscutibles en diferentes esferas de la vida.
Andrey Budaev
Embajador de Rusia en Uruguay
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