—¿Qué hacés? —le preguntó un ateo a un católico que estaba rezando.
—Estoy hablando con Dios —dijo el interpelado.
—¡Ah! ¿Con tu amigo invisible? —respondió el primero.
Esta es la creencia que muchos tienen acerca de Dios. Piensan que es un “amigo invisible”, como el que imaginan los niños solitarios. Lo mismo creen algunos sobre Dios: que sólo existe en la imaginación de los creyentes, pues al parecer, no existe prueba empírica que avale su existencia.
¿Es realmente así? Veamos…
A nuestro juicio, es mucha casualidad que el planeta Tierra, con su atmósfera, su parte sólida y su parte líquida, esté a una distancia del Sol tal, que permite la vida de humanos, animales, plantas, insectos… Unos kilómetros más cerca o unos kilómetros más lejos, y no existiría vida.
Es mucha casualidad que el universo esté tan perfectamente ordenado, que hasta goza de sus propias leyes; muchas de las cuales, pueden ser descubiertas por el hombre mediante la razón. Estos descubrimientos han permitido al ser humano usar y adaptar la naturaleza que le rodea en beneficio propio.
Es mucha casualidad que gracias al orden mencionado, los árboles crezcan siempre con la copa hacia arriba y las raíces hacia abajo. Es mucha casualidad la imponente belleza que existe en la naturaleza: las flores y las hojas de árboles y plantas, siempre guardan entre sí la debida armonía y proporción. Además, la naturaleza no produce basura; somos los humanos los que la generamos.
Es mucha casualidad que en nuestro planeta abunde la tierra para producir alimentos y el agua para calmar la sed. Que los días duren lo suficiente para calentar la tierra y las noches lo suficiente para enfriarla. Que podamos admirar las estrellas y hacernos quizá, las mismas preguntas que aquel joven del que habla Scupoli en El combate espiritual, cuando «le decía a su padre en una noche estrellada mirando el firmamento: “Padre, si el cielo es tan hermoso por este lado, ¿cómo será por el otro?”. Y se emocionaba pensando en el Paraíso que nos espera».
Es mucha casualidad que haya ciento treinta y dos “milagros eucarísticos” documentados: hostias consagradas que durante la celebración de la Eucaristía, que tomaron la forma de carne y/o de sangre… Lanciano, Bolsena, Santarem, Casia, son nombres que nos obligan a rendirnos ante la evidencia…
Es mucha casualidad que hayan existido tantas curaciones de enfermos “sin explicación científica” … Es demasiada casualidad que estos “milagros” hayan ocurrido a partir de la oración sencilla, perseverante y confiada de fieles católicos que rezaron con fe por la curación de un pariente, de un amigo, de un vecino…
Es mucha casualidad que una aparición de la Virgen como la de Nuestra Señora de Fátima haya ido acompañada de una especie de baile del Sol, hecho confirmado por ateos que lo presenciaron. Y es mucha casualidad que en la aparición de Garabandal, las jóvenes videntes protagonizaran hechos imposibles de explicar como “correr de rodillas”, quedar “clavadas” en tierra mientras rezaban –ni el hombre más fuerte las pudo levantar–, o devolver a sus dueños, sin cometer un solo error, los cientos de rosarios que les daban para que la Virgen los bendijera.
Es mucha casualidad que el pueblo judío haya escapado como lo hizo de la esclavitud y el dominio del faraón; que haya podido vivir del maná durante tanto tiempo y que Moisés encontrara agua en el Monte Horeb.
Es mucha casualidad que Santo Tomás de Aquino haya sido dotado de una inteligencia preclara, justo en el momento en que Occidente estaba descubriendo a Aristóteles… justo cuando era más necesario.
Es cierto que algunos de estos hechos, podrían ser casualidad, pero considerados en conjunto, ¿no es demasiada casualidad para ser casualidad? A mi modo de ver, si no existiera un ordenador al que llamamos Dios, la probabilidad de que todo esto ocurriera es parecida a la de que quede escrito el Quijote tirando las letras que lo componen desde la ventana de un rascacielos. Podría ocurrir, pero…
Desde luego, para creer que Dios existe es necesaria la fe. Pero quizá valga la pena pensar sobre estas “casualidades”… Pensar, contemplar… Son costumbres bastante olvidadas en este mundo loco, donde muchos tienen tiempo para ir a ver la película de moda o un partido de fútbol, pero pocos lo dedican a pensar en las cosas importantes de la vida: ¿de dónde venimos?; ¿a dónde vamos después de la muerte?; ¿existe Dios?; ¿qué es Dios?
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