El pasado fin de semana culminó la Expo Prado 2019 con una exitosa muestra agroindustrial acompañada por un público multicolor, que desbordó el predio de exposiciones. Al mediodía del sábado, como es tradicional, tuvieron lugar los discursos con que año a año a la vez que se pauta la clausura, se produce la clásica controversia entre gobernados y gobernantes, es decir entre los representantes de los intereses rurales y del gobierno de turno. En esta ocasión fue un diálogo, que a pesar de los buenos modales, no disimuló la rispidez subyacente que provoca un modelo de país fallido.
El presidente de ARU, Gabriel Capurro en una larga y pausada alocución, fue deslizando, con medida calma, un ramillete de verdades, que al estar matizada en alguna oportunidad con algún reconocimiento a las autoridades presentes, pintaba con mucha más verosimilitud la inexorable caída del país productivo.
Citó una aguda observación que hiciera sobre nuestro país, hace más de 20 años, el destacado profesor de la Universidad de Harvard, James Austin y que su anatema recae – no solo sobre este equipo de gobierno- sino también sobre los anteriores: “Los políticos de Uruguay deberían analizar, antes que nada y cuidadosamente, cada medida que toman, para saber cómo afecta los a sectores estratégicos de su economía.”
Es a partir justamente de esa confusión en saber discernir cuales son los sectores estratégicos y cuáles no, donde comienza el drama que hoy nos desborda.
El mayor debe del gobierno, manifestó Capurro, “fue no generar condiciones estructurales para mejorar la competitividad del país mientras en muchas áreas se acentuó lo contrario”…desde el sector agropecuario se hicieron importantes mejoras en pos de la productividad, la eficiencia y la innovación”, destacando el arroz, la lechería, la agricultura y la ganadería de carne intensiva.
En el caso del arroz y la leche la excusa de los gobernantes -para disimular su fracaso- es una supuesta caída de los precios internacionales, cuando la verdad son los costos insostenibles que tienen que enfrentar. Para poner un solo ejemplo, en el sector arrocero (que exporta el 95% del arroz que produce) en los últimos 5 años, a pesar de haber obtenido excelentes cosechas, sus cuentas no cierran, padecen números rojos . Situación que no se compadece con los precios de exportación, que se han ubicado en el eje de los USD 500 por tonelada promedio fob Montevideo, que es un excelente precio internacional logrado por nuestras exportaciones.
Cuando se golpea el punto de crecimiento de la competitividad, se castiga a las inversiones – sobre todo del capital nacional- a el trabajo, a el crecimiento. Y es ahí cuando se fabulan esos sueños gubernamentales de tenderle caminero rojo al inversor extranjero, que imaginan con su maletín cargado de divisas postizas, para sustituir la generación de riqueza genuina.
La que solo debiera ser capaz de crear el capital productivo.
Es la alucinación de la república celulosica o de la producción audiovisual. Y ni que hablar del sueño del pibe de introducir a nuestro país en el mundo del cannabis. La quimera de UPM y Netflix y de los prohombres del IRCCA.
Nos conmueve el Ing. Capurro cuando ubica a la tierra en su justa dimensión: los productores “no viven del valor de la tierra, sino de lo que la tierra produce…”Es bueno tener claro este concepto, que aventa las peregrinas teorías que miran con ojos indulgentes las alzas y los desmoronamientos de los valores que se repiten en forma cíclica y que generan las llamadas “oportunidades de las crisis”. Visión que justifica a esa fauna de aves carroñeras que están al acecho de las crisis (cuando no, son ellos mismos los que colaboran en fabricarlas) para adquirir por 10 lo que vale 100.
Y nosotros subimos la apuesta del presidente de ARU: que no nos agreguen ni nos quiten ningún impuesto. ¡Sólo que nos devuelvan aquí y ahora, las condiciones de competitividad que nos fueron ininterrumpidamente arrebatando en estos últimos años!