Señor director:
Leyendo una nota titulada “Santos: un bello gesto”, en la edición de ese prestigioso semanario del 4 del corriente mes, me surgieron algunas reflexiones.
Comparto con el autor que, más allá de que la idea haya sido sugerida por alguno de sus asesores, la decisión la tomó el general Santos. También es cierto que tenía unas Cámaras muy comprensivas, porque sin votos, las mejores ideas naufragan en los archivos. Sin ir más lejos, el proyecto de reestructura de deudas, o el de restauración de la Ley de Caducidad presentados por Cabildo Abierto y torpedeados por fuego enemigo y… “amigo” también.
Mandar un proyecto de Ley y que se apruebe en el mismo día es un ejemplo de celeridad poco común. Puede pensarse que devolver banderas al Paraguay no tiene la misma entidad que permitir a deudores acosados por las financieras resucitar de la muerte civil. Pero toda decisión resulta beneficiosa para algunos y perjudicial para otros. “Nunca llueve a gusto de todos”, dicen en España y es cierto que algunos se empapan y otros poseen grandes paraguas.
Otro aspecto que me pareció interesante fue rescatar la figura de Nicolás Granada. Un personaje secundario que, sin embargo, parece haber tenido bastante influencia en el gobierno de la época y que tal vez merecería una nota aparte.
Aunque lo que quedó rondando en mi mente ante ese hecho ocurrido a fines del siglo XIX, al que el articulista decidió sacarle el polvo es una pregunta. Hablando de devolución de banderas: ¿no sería hora de que sus sustractores devolvieran la Bandera de los Treinta y Tres a todos los uruguayos?
Lo saluda atte.
Prudencio Plá
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