En este mes que culmina dentro de dos días, han surgido dos iniciativas que apuntan al diálogo político.
La primera, a instancia del Frente Amplio, logró congregar a los presidentes de los principales partidos en el salón del Palacio Legislativo y tuvo como objetivo bajar el nivel de tensión entre la Oposición y el Gobierno. Al decir del presidente del FA “enmarcar las diferencias y las críticas procurando evitar los agravios y las descalificaciones, así como no pasar determinadas líneas”.
A su vez la Mesa Política de Cabildo Abierto resolvió convocar a todos los partidos con representación parlamentaria a conformar un Ámbito Multipartidario con la finalidad de buscar consensos en políticas de larga duración, que atraviesen distintos períodos de gobierno.
Ambas determinaciones conformaron un loable impulso componedor, en momentos que la crispación de las disensiones partidarias oscurecía el horizonte político creando un clima enrarecido.
Cabildo Abierto, con el propósito de aplacar los ánimos y constituir ese ámbito que permitiera desarrollar acuerdos largoplacistas, se reunió con cada uno de los partidos con representación parlamentaria.
El primero en acceder a juntarse fue el Partido Nacional, recibiendo el miércoles 14 a los senadores Manini Ríos y Domenech en su sede histórica de la Plaza Matriz. Una vez finalizada la reunión, el presidente del Directorio blanco en compañía del líder de CA se acercaron juntos a los medios de prensa: “Creemos que hacen más falta políticas de Estado a nivel nacional, siempre es bueno que las miradas sean de largo plazo”, dijo Iturralde. Y por su parte Manini recalcó que la propuesta “es crear un ámbito de diálogo donde tratar los grandes temas, aquellos que trascienden a una o varias administraciones de gobierno”.
Con mucha meticulosidad se fueron realizando una a una las reuniones planificadas con todos los partidos.
Así el martes 20 se llevó a cabo en la sede central del FA, donde al culminar la reunión su presidente Fernando Pereira, manifestó a la prensa que la mesa política de su partido “va a analizar con profundidad la propuesta”.
La última de estas reuniones tuvo lugar el pasado viernes 23 con el Secretario del Partido Colorado Dr. Julio María Sanguinetti y el diputado Ope Pasquet, en una distendida reunión, donde se manejaron criterios que no le eran ajenos a quien le correspondió jugar un papel preponderante en el regreso en paz a la democracia representativa.
Finalizada el encuentro, Sanguinetti manifestó a la prensa: “Algo como la Conapro ahora no tendría sentido, cuando la actual gestión transcurre la mitad de su mandato y cuando ya hace tiempo se definió sus orientaciones básicas…”.
El término Conapro, que emplea el ex presidente fue una figura consensuada por él mismo de gran utilidad no solo para rehacer el tejido institucional, sino también para enfrentar la profunda crisis económica que había creado el inadecuado manejo de la economía por parte de los técnicos del proceso Cívico Militar donde la adopción del modelo de la dictadura argentina de “la tablita” había creado un letal atraso cambiario a la par que un alto déficit fiscal y fuerte pérdidas de reservas que en noviembre de 1982 obligó al gobierno del Gral. Álvarez a abandonar el régimen tabular.
Pero el punto que más cuestionaríamos es ponerle fecha a los instrumentos que puedan servir para mitigar la escalada de la conflictividad político o social. El alto al fuego o el armisticio que interrumpe una guerra se puede dar porque una de los beligerantes destruyo a su contraparte, se puede dar por agotamiento de ambos o se puede dar porque ambos contrincantes llegaron a la conclusión de que la disputa marcial es superable antes de la destrucción de ambas partes.
Nuestro país dentro de muy poco va a cumplir 200 años de vida independiente y su historia esta perlada de acuerdos entre adversarios en aras del bien común. Queremos evocar el acuerdo de Venancio Flores con Manuel Oribe del 11 de noviembre de 1855 que intentó frenar la nueva escalada de violencia que los doctores desde las sombras azuzaban al enfrentamiento armado. Washington Lockhart en su libro Flores: un caudillo trágico, lo llama el Pacto de los caudillos, “dos prestigios personales algo heterogéneos, pero que sumados significaban una garantía de poder. Los unía el compromiso de defender la legalidad y el presidente que designara la Asamblea; y otra vez a predicar la extinción de odios y perpetuo olvido, por lo menos por algunos meses…”.
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