Más de una vez he reconocido y valorado la postura del gobierno de actuar con equilibrio, buscando preservar las libertades y los derechos de los ciudadanos a la hora de tomar decisiones. Esa ha sido la filosofía que ha prevalecido desde que se declaró la emergencia sanitaria, y vaya si ha habido presiones para restringir libertades y limitar derechos.
Pero algo cambió a raíz del aumento de casos y a medida que comenzaron a llegar las vacunas. Si bien siempre se aclaró que estas no eran obligatorias y que el gobierno iba a respetar a quien libremente eligiera no vacunarse, la realidad viene mostrando que hay una actitud diferente en cuanto al respeto a las libertades y los derechos; desde el discurso de autoridades, representantes y dirigentes políticos, que acusan de egoístas e irresponsables a quienes no están convencidos de vacunarse, a otros que proponen identificar y presionar a aquellos que no se agendan. Hasta algún legislador se animó a promover una ley para establecer solo para vacunados el derecho de admisión a los espectáculos públicos. Una especie de legalización de la discriminación y una quita de derechos, a un determinado grupo de la población por su libre decisión.
Después vino el atropello de las detenciones a disidentes por realizar un acto público al aire libre en oposición a las medidas pandémicas y a las vacunas, hecho inédito en esta pandemia, porque vaya si hubo aglomeraciones en actos públicos llenos de autoridades y representantes políticos, algunos incluso multitudinarios y en lugares cerrados.
Ni que hablar de lo presionada que está psicológicamente mucha gente en sus trabajos donde se les pregunta constantemente y hasta se confeccionan listas de quiénes están vacunados, algo que hasta ocurre en organismos públicos.
Ya fue realidad al menos por unas horas en el papel, que en una intendencia se había tomado la resolución de exigir tener al menos una dosis de la vacuna contra el covid para tramitar la licencia de conducir.
Lamentablemente se está llegando a una etapa en la que avanzan, casi sin reparos, todos esos planteos que parecían más amagues o actitudes demagógicas para buscar votos, que medidas viables y efectivas. Hoy se están transformando en una realidad prácticamente sin discusión con pocas voces disidentes desde el sistema político.
Público en el fútbol del interior
La instalación del pase responsable es un claro ejemplo. Es el mismo perro llamado derecho de admisión, pero con un diferente collar, puesto directamente por el gobierno sin esperar la discusión o la aprobación de la ley propuesta a la que hacía mención.
Ya de por sí, este pase es una medida muy cuestionable, sea para la actividad que sea. Establecer categorías de ciudadanos con más derechos que otros, por el hecho de tener una vacuna que ni siquiera es obligatoria, promueve más la división y puede generar nuevas fracturas en la sociedad.
Pero pensarlo para autorizar público en el fútbol del interior, no solo es cuestionable desde ese punto de vista, sino también, por lo lejano a la realidad por la falta de criterio y de sentido común.
Integro hace muchos años la comisión directiva de un club del interior afiliado a OFI y conozco el funcionamiento de cerca. Como prácticamente todos los clubes en el interior, estos son instituciones fuertes en lo local, con objetivos deportivos, pero también culturales y sociales. En muchos casos son la única institución en el pueblo que cumple este rol tan importante. Y sus dirigentes son vecinos que se comprometen a trabajar y dedican muchas horas de sus vidas para que –en especial– niños, adolescentes y jóvenes de la comunidad tengan la posibilidad de acceder a infraestructura para practicar deporte, competir, sociabilizar, integrarse, ser parte de un equipo, de un grupo; grupo del que también son parte padres, familiares y amigos que acompañan, pero que además apoyan cada actividad ayudando y colaborando constantemente.
Los clubes del interior que yo conozco son una gran familia, donde para ser parte, no importa cuánto tienes, la ideología, a qué partido político vota cada uno o si se es hincha de Nacional o Peñarol. Por encima de todo, lo que une e integra es la identidad local, con los colores, con la historia, con el lugar donde uno vive, pero también con las ganas de crecer y lograr mejoras para el futuro.
Si lo del pase responsable avanza y se instala, no tengo dudas que puede dañar enormemente ese vínculo y esa integración tan importante, tan necesaria para convivir en sociedad.
Inaplicable desde el punto de vista logístico y humano
¿Qué se pretende? ¿Que los dirigentes nos enfrentemos con nuestros deportistas, nuestros vecinos o con nuestros socios, y no los dejemos entrar a un lugar que les pertenece y del cual son parte? ¿Pretenden que obliguemos a vacunarse a menores de edad? y si no aceptan, ¿impedimos realizar deporte en nuestras instalaciones a niños y adolescentes? ¿Impedimos a sus padres que los acompañen si no están vacunados?
¿Cómo se hace con infraestructuras que son tan difíciles de controlar y de evitar que entre gente por vías alternativas? (como ocurre en gran cantidad de canchas, donde muchos ingresan por los muros o por espacios abiertos). Lejos de beneficiar, esto afectará aún más, una venta de entradas insignificante, que no da ni para cubrir los gastos de cada jornada.
Además, ¿cómo podrían ejercer las instituciones el control? ¿El gobierno piensa poner un policía en cada cancha? ¿Piensa hacerle pagar a los clubes plata que no tienen, por seguridad privada? ¿O piensa hacer la vista gorda?
Resulta dañino por lo que dije anteriormente, pero también ineficaz por donde se lo mire. Desde el punto de vista sanitario, ¿qué se quiere prevenir, que los vacunados se crucen con los que no lo están? Lo hacen 5 minutos antes o después del partido, en el mostrador del boliche, del almacén, en el ómnibus, o en la propia familia.
La verdad, difícil de entender que se elija aplicar esta medida en un lugar al aire libre, tan abierto y con tanto espacio para la distancia. No creo que puedan existir mejores condiciones que las canchas del interior para el desarrollo de un espectáculo público sin limitaciones y con tan bajo riesgo de contagios. Es tan insólito como absurdo que se entienda que esto pueda tener algo positivo para los clubes y para la gente. Quizás sin poder decirlo, quienes lo impulsan creen que lo positivo de estas prohibiciones puede estar en lograr que más gente se vacune solo para no ser aislada, discriminada y poder volver a participar de las actividades que disfruta, una especie de presión o chantaje.
Todo muy desmoralizante, la normalidad que nos imponen, como también el silencio y la quietud de buena parte de quienes representan a los ciudadanos.
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