La edición del 6 de mayo de 2024 del prestigioso diario francés Le Monde, pone a Dubái como el refugio 5 estrellas de los narcotraficantes del mundo. El pequeño país del Golfo, con tan solo 35 km cuadrados y 3.500.000 de habitantes, de los cuales el 93% son extranjeros, alberga la crema y nata del mundo de las drogas.
De los 50 narcotraficantes más buscados en Francia, el 90% está en Dubái. Con escaso o nulo control policial y jurídico, pueden blanquear todas sus ganancias y vivir muy cómodamente manejando sus narconegocios en Europa sin mayores contratiempos.
No es que todo sea color de rosa, ya que todos los gobiernos presionan constantemente al gobierno de Dubái para que cumpla con las órdenes internacionales de arresto y extradición. Una sola regla que no pueden violar: ni un gramo de droga en Dubái.
El país cuenta con un sistema de leyes de los más represivos del mundo respecto al narcotráfico. Todo consumo o posesión está prohibido y castigado enérgicamente. No resulta entonces de extrañar, con este panorama al que hace referencia Le Monde, que, en Uruguay, todo el caso Sebastián Marset haya salido a luz por su detención en aquel país.
El narco uruguayo de escasos 32 años, con orden de captura internacional por narcotraficante en Colombia, Bolivia y Paraguay, fue detenido en Dubái, centro de operaciones y residencia de los principales narcotraficantes de Europa. Cabe preguntarse entonces: ¿todavía debemos suponer que en materia de narcotraficantes Uruguay está fuera del contexto regional y mundial? ¿Estamos capacitados profesionalmente y en equipamiento para este tipo de combate?
Mientras seguimos escuchando a gritos los ingenuos e infantiles argumentos de quienes quieren liberalizar todos los consumos porque los narcos cerrarán sus negocios y desaparecerán; por detrás, toneladas de cocaína pura salen de nuestros puertos, dejando un enorme “peaje” para el micro narcotraficante local.
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