Después de la muerte del General De Gaulle, el escritor, sociólogo y filósofo Raymond Aron dijo que la izquierda se había quedado con la cultura y la derecha con la economía.
Que la izquierda se haya quedado con la cultura, según la observación de Aron, puede ser relativo, ya que la cultura marxista al reducir la historia y los acontecimientos humanos a la lucha de clases, ha desestimado consecuentemente varios aspectos que son cruciales para describir o comprender la realidad cultural de una sociedad.
Que la derecha se haya quedado con la economía, ha sido, por cierto, un beneficio para la humanidad, después de lo que hemos visto que ha ocurrido en los países en donde la izquierda asumió su manejo.
No es el objeto de este artículo hablar sobre economía, disciplina que nos es ajena y tiene y ha tenido especialistas de renombre universal a quienes respetamos y que si bien enseñan que son innegables los ciclos económicos de auge y depresión, también desnudan la poca solvencia de sus cultores para prevenir las crisis profundas que han afectado con duros golpes el sistema.
Por esa razón solo hablaremos del comportamiento de la economía en aquellos países en que, gobiernos de izquierda con signo marxista, se han hecho cargo del manejo de la economía y de las finanzas.
Empezando, como corresponde por la ex URSS diremos que desde el comienzo mismo de “la Revolución de octubre” con la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, la socialización de los medios de producción encontró la resistencia de los agricultores a entregar la mayor parte del producto de sus cosechas. Sintetizando, diremos que la reacción de la “Nueva Economía Política” propugnada en las tesis de Lenin, fracasó al tomar el poder Stalin que decretó que todos los alimentos serian de propiedad del Estado y comenzó con sus “pogroms” condenando a morir de hambre a millones de personas (ver “La Hambruna Roja” de Anne Appleround) y a confiscarle a Ucrania casi toda su producción de trigo. Luego de los duros años del stalinismo, por la historia más reciente sabemos el progresivo declive de los niveles de vida, del enorme deterioro de la producción, de la falta de incentivos, el descontento de las masas, la represión y, en aquel mundo bipolar, de su claudicación y derrota ante el sistema capitalista de Occidente. El sinceramiento de Gorbachov, la caída del muro de Berlín y la implosión soviética, son las muestras cabales y terminantes del descomunal fracaso del más grande, el más real y verdadero imperio de la economía socialista en el mundo.
Cuba, una micro experiencia del colectivismo integral, es otro estrepitoso fracaso. Dueño el Estado por apropiación de todos los medios de producción, Fidel siempre tuvo que recibir el apoyo y la ayuda económica de la URSS para subsistir y caída ésta, el apoyo de Chávez. Dice el laureado novelista Carlos Liscano, ex tupamaro, en un libro de reciente aparición que lleva 3 ediciones, (“Cuba, de eso mejor ni hablar”) que en Cuba nada se produce, que la comida es escasa, al punto que se raciona con libretas y hay continuamente apagones por falta de energía. Que cuando en 1967 Fidel Castro en el paroxismo de su ideología socialista estatizó hasta los oficios más elementales como el de peluquero, el fontanero y el zapatero remendón, esos servicios casi desaparecieron o eran el ridículo de que el que cortaba el pelo estaba siempre acompañado por dos o tres funcionarios estatales que lo ¡controlaban!.
Del mismo modo Venezuela, hoy en la mayor crisis de su historia, al verse impedida de explotar sus inagotables reservas de petróleo, con un Estado omnipresente que ha destruido todo el aparato productivo al haber desestimulado la iniciativa privada, se ha empobrecido y no encuentra salida para su estancamiento.
Por el contrario la China, a diferencia de la URSS que hizo primero la reforma política, al introducir parcialmente el sistema capitalista, con una economía de mercado, de libre iniciativa y afán de lucro ha tenido un formidable crecimiento que la ha convertido en la segunda potencia mundial, sin haber hecho aún la reforma política. Su líder Xi Jinping ha sido reelecto por tercera vez como Secretario del PCC.
En América Latina, las otras experiencias colectivistas como el Chile de Salvador Allende, a los tres años tenía una inflación del 600% y una economía quebrada y hoy navega en la confusión de una severa fragmentación de partidos sin mayorías para legislar.
Ante esos reiterados fracasos, llegó la hora de los “populismos”, que sin reformas estructurales ni socializar los medios de producción se empeñaron en distribuir antes de producir, en gastar en lugar de generar inversiones productivas, agrandar de forma innecesaria el tamaño del Estado para atender su clientela electoral, y financiar el dispendio de sus ruinosas administraciones o con una emisión de consecuencia inflacionaria o con endeudamiento. O sea de hipotecar el futuro a cambio de alguna efímera e irreal mejora en lugar de consolidar un crecimiento sustentable.
La cercana experiencia de Argentina, país que ha quedado sin moneda en medio de una inflación galopante es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer. Pero tampoco, lo que hizo el Frente Amplio en el nuestro, dejando un 5% de déficit y un aumento de 1.400 (mil cuatrocientos millones) de dólares en la deuda externa. Porque también padeció de los dos grandes males que afectan al populismo y son la incapacidad de gestión y la corrupción.
La incapacidad de gestión ha sido notoria, los ejemplos lamentables de la Pluna de Campiani, personaje que embaucando al Cr. Astori, hizo perder al país más de 100 millones de dólares que estamos pagando todavía, el mal remedio de ALUR, el Puerto de Aguas profundas, Aratirí y la Regasificadora, la compra por UTE de la energía al Parque eólico pagando por el megavatio un precio seis veces superior al mercado y que le hace perder 500 millones de dólares por año en un plazo que se pactó a 20 años, las pérdidas irrecuperables de Envidrio y todas las demás empresas que han sido autogestionadas que nunca devolvieron ni un sólo peso. Todo lo que demuestra que quienes manejaron la economía y las empresas del Estado eran totalmente incompetentes, en el mejor de los casos. Agregándose a esa incompetencia las corruptelas que la justicia demostró con el enjuiciamiento de quienes ocuparon cargos de altísimo nivel.
¿Eso es lo que promete el Frente Amplio para el país?
TE PUEDE INTERESAR