No es novedad que muchos artículos que se escriben sobre Uruguay en la prensa internacional son redactados por periodistas u analistas uruguayos residentes en nuestro país, que realizan algún tipo de colaboración con importantes medios de la región y el mundo.
Lo llamativo es cuando cierta prensa nacional recoge esos artículos y los amplifica con titulares como “En España dicen que Uruguay…” o “Lo que piensan grandes medios de EEUU” sobre determinada cosa que nos atañe.
Un autoengaño solo justificado para el uso “en la chiquita” de las incuestionables (por ser lejanas y autorizadas por la marca) conclusiones a las que se arriba o para satisfacer el orgullo pueblerino de ser tenidos en cuenta, al menos de vez en cuando, por los principales portales del mundo. Este mecanismo ya lo hemos advertido y si bien en ocasiones logra un nivel aceptable de difusión, generalmente no repercute más que en el ego del desdoblado protagonista.
De esta forma, los uruguayos nos generamos una idea muchas veces irreal de nuestra posición en el mundo. La amarga constatación suele darse cuando se viaja a otras latitudes y los jóvenes admiten desconocer absolutamente nuestra existencia, a no ser por una vaga referencia gracias a Luis Suárez.
En los últimos años, al compás de las tendencias ideológicas dominantes en los centros de poder mundial, a nuestro país se le colocó un sello de “paraíso progresista”. Una ocasional mayoría parlamentaria determinó que había que seguir el camino de ser el laboratorio de las políticas de última generación en materia de los llamados nuevos derechos. Se recibieron así muchos aplausos y ciertamente varios fondos y créditos para implementar estas revolucionarias medidas.
Mientras, en las periferias se multiplicaba la violencia y la fragmentación social. A su vez, el equipo económico de esta izquierda favorecía la concentración y extranjerización de la tierra, los beneficios extraordinarios a grandes multinacionales y admitía tasas de usura para los asalariados de a pie.
La derrota del Frente Amplio en las urnas sorprendió a varios desprevenidos, dentro y fuera del país también. Ahora, además, se empieza a conocer una realidad que era para todos evidente, pero que estaba maquillada por las estadísticas y sobre todo por ese discurso progresista que siempre consideró tener el monopolio de la sensibilidad social.
Recientemente, el politólogo Gerardo Caetano escribió una columna de opinión en El País de Madrid titulada “Uruguay, ¿una isla en el cono sur?”. En ella, describe al principio que existía un descontento en la población que no era tomado suficientemente en cuenta, sobre todo vinculado a la inseguridad y al estancamiento económico.
El análisis de Caetano, sin entrar en profundidad, estaba correctamente rumbeado. Hasta que, al analizar a la coalición multicolor que logró el triunfo electoral, se rindió nuevamente a una curiosa y agresiva obsesión con Cabildo Abierto que le hacen perder habitualmente cualquier tipo de objetividad e incluso veracidad.
Dice Caetano que “la gran sorpresa electoral fue la aparición de un nuevo partido denominado Cabildo Abierto, fundado en febrero del año electoral y liderado por el ex general Guido Manini Ríos, cesado por el expresidente Tabaré Vázquez en marzo de 2019 como comandante en jefe del ejército por el presunto ocultamiento de una confesión realizada ante un tribunal de honor por uno de los más connotados torturadores de la última dictadura civil miltar”.
Primera mentira: Manini no fue cesado por Vázquez por el caso Gavazzo sino que fue relevado del cargo por cuestionamientos a la justicia por las injustas condenas de otros militares como Juan Carlos Gómez que estuvieron en prisión por el falso testimonio de una persona, situación reconocida por la propia justicia que los liberó.
Más adelante sigue Caetano diciendo que “este nuevo partido, con algunos perfiles de ultraderecha en su programa y una referencia claramente castrense, que se confirmó en su convocatoria exitosa a la llamada “familia militar” durante las elecciones”.
Segunda mentira: En ningún momento Caetano podría señalar cuáles son esos perfiles de ultraderecha (vaya a saber lo que él entiende por eso) incluidos en el programa porque no existen. ¿No dirá Caetano que Cabildo Abierto, por ejemplo, observó y rechazó el borrador de la ley de urgente consideración la desmonopolización de Ancap, que las sociedades anónimas puedan adquirir campos o que los colonos puedan residir fuera de las tierras? ¿Acaso no menciona que esta nueva fuerza política ha sido la primera en proponer medidas de solidaridad para afrontar la crisis social agravada por el coronavirus?
Sin mencionar, que la referencia a partido militar no tiene asidero, desde el momento en que todos los partidos principales del país fueron fundados por militares (Rivera, Oribe, Seregni), mientras que Cabildo Abierto tiene como primer presidente a un escribano y abogado, y de sus 11 diputados y 3 senadores el único militar retirado era Manini. Además, varias encuestadoras han demostrado que los votos de Cabildo Abierto han provenido tanto de los blancos, como de los colorados e incluso de muchos frenteamplistas.
¿A que responde tanto ensañamiento?