Han sido años buenos, regulares y malos. Sí, como de costumbre. El Uruguay es un país de continuo vaivén. Hemos vivido una sequía de las peores de la historia. Luego, una inundación inmediata, que para algunas zonas también fue de las peores de la historia. Ya hace unos meses que los modelos internacionales y climatólogos nacionales dan alta probabilidad de concreción de La Niña a partir de noviembre. Esto significa en Uruguay alta probabilidad de menores lluvias en verano.
Todo esto en medio de una importante caída de precios de nuestras exportaciones y con una expectativa de no reversión por, al menos, dos años (eso pronostican los entendidos). Que China, que las guerras de allá y más allá, que las tasas de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, que el yen japonés y el oro, que las grandes producciones de Estados Unidos y Brasil, que Trump o Harris. Un rosario de incertidumbres que no cooperan con los precios.
¿Y por casa cómo andamos? ¿Qué novedades nos traerán las elecciones nacionales? ¿Quién será nuestro próximo presidente? ¿Quién será nuestro próximo ministro de Economía?
No voy a responder esas preguntas. Dejemos que nos cuente el tiempo. Ya falta menos. En tres meses se comienza a develar la nueva realidad y al final de noviembre sabremos todo o casi todo.
Sin embargo, no es mucho aventurarse (los dos candidatos con mayor chance nos han mostrado sus barajas) y ganaremos tiempo si miramos a los muy probables candidatos al Ministerio de Economía. Uno en representación de la Coalición Republicana y el otro por el Frente Amplio.
Comencemos con Diego Labat, a quien Álvaro Delgado presentó con bombos y platillos y la prensa se encargó de retrasmitir. De las notas periodísticas, rescato dos posiciones que resaltan: cuentas y economía en orden y peso fuerte. Lo demás surge de esas premisas: inflación en rango, dinamismo económico, aumento de PBI, reducción del déficit fiscal y aumento de empleo.
Labat no precisa contarnos demasiado más, pues integró el actual equipo económico como presidente del Banco Central. Demás está decir que quién se negaría a compartir esos dichos y propósitos. Pero que no dice cómo. Quizás Labat dé por conocido y aceptado (con toda lógica, agrego) que para llegar a la misma meta hay que recorrer el mismo camino. Pregunta: ¿atraso cambiario? ¿Tendremos asegurados, en caso de triunfar la Coalición Republicana, cinco años más de atraso cambiario?
¿A quiénes favorece un peso fuerte? ¿A los capitales “golondrina” que vienen y se van según altas y bajas de intereses de peso fuerte y dólar barato? Me imagino que si la Reserva Federal comienza a bajar tasas grandes capitalistas del norte y del sur (incluidos los nacionales) ya estarán a la expectativa. Lo bien que hacen. Lo mal que nos hace a los productores y a todo el sector agroexportador, al turismo nacional (no al que se va, sino al que viene a dar trabajo y divisas) y a los servicios informáticos y demás.
Sabemos que países productores de materias primas como el nuestro manejan la fortaleza de sus monedas en sentido inverso a la fortaleza del precio de sus productos. Es decir, por ejemplo, si bajan en el mercado los precios de la leche, la carne, la soja, la miel, la madera (que se venden en dólares), debilito la moneda nacional. Es decir, abarato el costo país o aumento los ingresos en pesos del complejo turístico/exportador. Por supuesto que cuando se da la inversa, puedo operar en contrario.
Deseo preguntar a Diego Labat: ¿no será que confundimos “peso fuerte” con “peso serio”? En el mundo serio las economías serias mueven la fortaleza de sus monedas a conveniencia y no se ruborizan.
¿Qué decir de Gabriel Odonne, candidato a ministro? Que es otro connotado y respetado economista como Labat. Que también, si lo dejan hacer (porque la política es compleja), será un ministro ordenado, prolijo, previsible (si lo dejan, reitero). Un ministro que subirá impuestos, porque es más sencillo culpar de desprolijidades a quienes dejan el gobierno anterior y aprovechar la “luna de miel” que a todo gobierno se concede. Y porque todos sabemos que siempre hay que subir impuestos, abiertos o encubiertos. Entre otras cosas porque nuestro Estado es gordo, ineficiente, lento y sufre el embate de la corrupción con más frecuencia de la necesaria.
Estimados colegas productores, la frutilla para el final. No descartemos que se revoque la reforma previsional. Los uruguayos somos tercos, sí. Y seguimos a nuestros líderes hasta que nos tocan el bolsillo. Ojalá esto último no suceda. Y lo anterior tampoco. Y que quienes tomen las decisiones al más alto nivel aprendan (si no lo saben ya) que la producción agropecuaria es más que una empresa: es una forma de vida que queremos mantener.
*Ingeniero Agrónomo
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