La alternancia de los partidos en el poder es el síntoma más claro de la madurez y fortaleza de una democracia. Las causas de esa saludable rotación, siempre son múltiples y no somos precisamente nosotros quienes debemos determinarlas, respecto a las últimas elecciones. Esa tarea la han iniciado las autoridades del Frente Amplio (FA) y en su comienzo ya se vislumbra, que no han podido digerir su derrota. Obsérvese que lo primero que se anuncia desde el comienzo de su balance electoral es que “le faltó identificar claramente a los enemigos”. Es decir que su competencia no ha sido con adversarios o contrincantes u opositores políticos, sino con “enemigos” a quienes no supieron o no pudieron identificar (El País – 12/2020).
Según la Real Academia Española (RAE), enemigo es la “persona que tiene mala voluntad a otra y le desea o hace mal” o el “conjunto de personas o países contrarios a otros en una guerra”. Siendo así, parten de la base de que solo los frenteamplistas tienen un proyecto adecuado para lograr el bienestar colectivo y quienes no lo son, aunque hoy significan la mayoría de la Nación, quieren de forma perversa, el mal, el daño o la infelicidad de los habitantes del país.
Es decir, que el escenario nacional ofrece la visión de una verdadera grieta en la que están de un lado los que ganaron, ungidos por las urnas, y del otro los perdidosos que se definen a sí mismos como “enemigos”, pues así califican a la contraparte. No hay enemigo si no hay a quien odiar.
Los enemigos ocultos
No debe llamarnos la atención, entonces, que hace unas pocas semanas, una publicación de izquierda -de cuyo nombre no quiero acordarme- afirmaba que “el odio es un derecho humano”. Desde estas mismas columnas, le contestamos que el odio, según la RAE es “la antipatía y aversión a una cosa o persona cuyo mal se desea”, por lo tanto, no es un derecho, sino un sentimiento que se ubica en el ámbito de la ética.
Y que el derecho encarna valores, como dice Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote y el odio conduce a la aniquilación de los valores, y al igual que el rencor, es una emanación de la conciencia de inferioridad de los pueblos pobres, es decir de los pueblos débiles.
Cuando la coalición de partidos que conforman el conglomerado del lema Frente Amplio gobernó por el extenso plazo de 15 años el país, lo hizo con el apoyo de la mitad de la población, y la otra mitad, o un poco menos, tuvo su representación opositora, no enemiga, que cumplió, con muy pocas armas, su papel de contralor.
A pesar de que la coalición gobernante, que como corresponde presidía el Poder Ejecutivo y tenía mayoría en el Parlamento; además, el Poder Judicial estaba sometido “relativamente” al gobierno, según expresó la senadora Constanza Moreira, en su momento con toda sinceridad. Si lo desmiente, los archivos son muy claros.
Como dicen los franceses, “el homenaje que hace el vicio a la virtud” con frase de una singular elegancia y agudeza. O sea, que el FA tuvo la suma de poder más grande que puede tener un partido o una coalición de gobierno para su ejercicio pleno y sin cortapisas.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿dónde habrán de buscar sus enemigos los frenteamplistas para identificarlos? ¿Quiénes fueron sus ocultos e indescifrables enemigos que les impidieron continuar en el poder?
¿Acaso la prensa y los medios de comunicación? No lo parece, porque tienen varios medios en su apoyo y la simpatía indisimulable de muchos de los comunicadores.
Las Fuerzas Armadas no actúan por mandato constitucional ni participan del proceso eleccionario. Los sindicatos, son uno de sus pilares y las cámaras empresariales no gravitan. El movimiento agrario llamado Un solo Uruguay, si bien les es adverso, no es de suficiente envergadura. Así podremos recorrer todos los distintos factores de poder o los grupos de presión, sin encontrar, a nuestro criterio, una respuesta adecuada.
Pero a nadie se le ha ocurrido mirar hacia adentro del Frente Amplio, para ver si encuentra las causas de la debacle, porque se los impide la soberbia. O la dura realidad de una gestión plagada de fatales errores. Mejor dicho, lo han hecho, pero de forma muy particular como veremos en siguientes artículos.
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