Hace unos días recordamos el fallecimiento del R. P. Pedro Richards CP, sacerdote pasionista, de ascendencia irlandesa, nacido en Argentina, que dedicó su vida al apostolado de la familia.
Para quienes no lo conocieron, aquí puede aplicarse aquello de que «por los frutos se conoce el árbol».
La genialidad de su legado yace en la inspiración de centrar su apostolado en el matrimonio como camino de santidad y su intuición de que las definiciones culturales pasan por el escenario familiar, desde donde la riqueza de una espiritualidad conyugal vivida en plenitud se irradia a todos los ámbitos de la sociedad.
Esta espiritualidad conyugal radica en descubrir el «Cristo nupcial», es decir, a Jesús como el «Tercero del Matrimonio». «El Cristo nupcial, si es vivido debidamente, es fuente de gozo; provee a los esposos satisfacciones de diversas maneras: ante todo, la tranquilidad de saber que es Iglesia doméstica va por rumbos indicados por los pies ensangrentados de Jesús; es por el camino estrecho que van esos cónyuges procurando que su amor refleje el de Cristo-Esposo, que manifiesta a su Esposa, la Iglesia». En «comprender que lo más importante es lo que se hace adentro de la familia y no afuera de la familia».
Así, funda el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) para toda Hispanoamérica, tomando como modelo central de su carisma a la Iglesia doméstica de san Juan Crisóstomo. Y le da una doble misión: hacia adentro, invita a una ‘conversión interior’, a descubrir que lo más importante es lo que pasa dentro de la familia, donde se forman seres humanos, y no en las estructuras comerciales, laborales, científicas, políticas, o en el deporte o el entretenimiento; y hacia afuera, porque desde allí se irradia e impregna toda la vida social.
A imitación de Jesús, que dedicó 30 años de su vida a ser miembro de una familia, decía que los padres deberían prepararse para ser esposos y papás como se preparan para una carrera, ya que, para el casado, lo más importante en su vida es su matrimonio, no su profesión; las profesiones terminan en esta vida, el matrimonio comienza en esta vida y sigue en la eternidad; que los esposos, por naturaleza y por el sacramento, son pedagogos. La palabra pedagogo viene de Paidós ‘niño’ y ágo ‘conducir’: ‘conductores de niños’; significa formar la mente, educar el corazón y fortalecer el carácter. Y esto es mucho más importante que cualquier otra empresa material.
También fue un gran difusor el Método de la Ovulación Billings y fundó el CENAPLANF (Centro Nacional del Planificación Natural Familiar) para ofrecer a los matrimonios un método natural y efectivo que les permitiera regular la natalidad sin dañar su salud ni su fertilidad, respetando la dinámica propia de la sexualidad como parte del plan de Dios para la vida conyugal.
Fue un ferviente defensor de la vida en todas las circunstancias; así fundó Provida Esperanza Uruguay.
Destaca también por su infatigable labor misionera. El celo por las almas lo consumía. Se acercó con perseverancia y ternura a muchas personas y familias a las que ayudó con su ministerio sacerdotal y entusiasmó a muchas otras para que se sumaran al servicio de la Evangelización. Al igual que Mons. Jacinto Vera, cuya beatificación celebramos este año, recorría la campaña cada año con el grupo misionero Esperanza, llevando catequesis, los sacramentos y ayuda material.
Hoy, en que las familias están heridas por el divorcio, el abandono, el adulterio, la promiscuidad, la anticoncepción, el aborto, la pornografía, la droga, la eutanasia, la violencia y tantos otros males, su legado está más que nunca vigente.
Frente a una sociedad donde los vínculos son cada vez más efímeros, el Padre recordaba las características del matrimonio: «uno con una» —y no uno con muchas—, «para siempre» —no mientras ella no tenga arrugas— y «para ser mejores» (para ser santos, no a pesar de estar casados, sin precisamente por estarlo).
Frente a un mundo que ha apartado a Dios del matrimonio, el Padre nos recuerda la importancia de que los matrimonios vivan en gracia de Dios, que recurran al sacramento de la Confesión, que nos libra de las ataduras del pecado y se alimenten con el pan la Eucaristía, que da la paz.
De las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, decía que no hay ninguna virtud que tanto se necesite hoy día como la esperanza. Esta se funda en la certeza de que Jesús va en la misma barca que este matrimonio, desde el día de su casamiento; Él es el Tercero del Matrimonio, el que los sostendrá en sus cruces y les dará la felicidad y trasformará estas tribulaciones, por medio del amor, como la ostra transforma la piedra en perla.
Para quienes lo conocimos, sabemos que vivió heroicamente las virtudes, con un corazón dispuesto a la santidad y a la misión. Se ha abierto su causa de beatificación. Ojalá avance, para que muchas otras familias puedan conocerlo y revitalizar su vida conyugal.
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