El sistema centro/periferia, al menos en Occidente y en concreto en Europa, se define en función de un eje esencial de la estructura y del funcionamiento de las economías, de las sociedades, de las civilizaciones en el espacio.
Jacques Le Goff, Diccionario razonado de Occidente medieval
Una nueva legislatura debería implicar, más allá del obvio recambio de personalidades en ambas cámaras y de la agenda que el nuevo gobierno pretenda imponer en el Parlamento, una nueva posibilidad de avanzar en lo importante y urgente que quedó por hacer, especialmente viendo cómo la violencia del narcotráfico ha avanzado de tal forma que lo que antes sucedía en la periferia hoy sucede en el centro de Montevideo o en barrios normalmente considerados tranquilos.
Sin embargo, por momentos quienes escribimos estas líneas sentimos estar –no sin un sesgo de preocupación– en el mundo del revés, especialmente cuando se trata del problema de la inseguridad y de los remedios que se le quieren aplicar a esta “pandemia global y local del crimen organizado”. Pues parecería que se le está dando continuidad a lo que funciona mal y dejando en piloto automático lo que funciona bien. Lo que nos lleva a preguntarnos cuál es el centro de la política uruguaya, tanto a nivel de las ideas como también desde la perspectiva del espacio y la territorialidad.
Según Le Goff, el concepto de centro/periferia no solo es aplicable a la Edad Media, sino que también es compatible con otras circunstancias vitales e históricas, como por ejemplo las que estuvieron presentes en el período colonial del Río de la Plata, en el que el centro estaba fijado en las ciudades portuarias de Buenos Aires, en primer término, y de Montevideo, en segundo, siendo de ese modo la periferia aquel espacio llamado desierto, pampa, campo, tierra, lugar por excelencia de conquista y de misterio, de gauchos e indios, en la que los componentes míticos, legendarios, históricos se diluían en un imaginario propio, una cosmovisión particular.
Afirmaba Fernand Baudel: “El centro reúne todo aquello que se define como más avanzado o diversificado […]. La inmensa periferia, con sus asentamientos poco densos, es, por el contrario, lo arcaico, el retraso, un terreno a explotar con facilidad por los otros”.
Sin embargo, en la actualidad las nociones de centro y periferia han variado, ya que en una capital como Montevideo –que es el “centro” político, administrativo y económico del país– también podemos encontrar una periferia de similares características a las que aludían los historiadores franceses. Porque no solo encontramos otra cultura en la periferia, sino también otros valores morales y éticos, y otro sistema económico, con un perfil informal y delictivo.
De forma que la interacción entre el centro y la periferia en términos espaciales y territoriales refiere justamente a lo que sucedió el pasado domingo en la rambla de Montevideo, un lugar en que la gente suele ir a pasear y a compartir momentos con amigos y familia, cuando una mujer y un niño fueron baleados por una disputa entre bandas que se dedican al narcotráfico en el Cerro Norte, dejando en evidencia que lo que sucede es que, en definitiva, la periferia está penetrando en el centro y no el centro en la periferia.
En principio hay que reconocer que el Estado uruguayo ha dejado crecer este problema desde hace muchísimo tiempo y que, al día de hoy, en términos culturares y económicos el centro de la política uruguaya ha fracaso en su interacción con la periferia.
En efecto, las declaraciones de quien será el próximo ministro del Interior realizadas en una entrevista para radio Sarandí dejan en claro que no hay ningún plan por parte del gobierno entrante que se ofrezca como solución efectiva ante del crimen organizado trasnacional. Y parecería que se terminaría adoptando el poco exitoso plan de Sanjurjo, por la simple cuestión de que es el único que tiene un plan funcionando. Decimos funcionando, porque hubo durante estos cinco años diversas propuestas en materia de seguridad que fueron aportadas por Cabildo Abierto, por ejemplo, pero que no tuvieron escucha en el gobierno. Además, el ministro Martinelli tampoco ayuda al afirmar que no hubo nada de insólito en el hecho del domingo, lo que también genera preocupación. Porque más allá del debate que generaron las declaraciones de Negro, es evidente que la estrategia que adoptará su gestión frente a la inseguridad y el crimen organizado, al afirmar que se debe “trabajar en esos lugares” y que quizás se debería buscar “una forma de intervenir en las zonas más calientes y de forma permanente, estable”, no parecería un gran hallazgo.
Ahora bien, si pensamos el centro y la periferia en términos de política económica, productiva y social, quizás el resultado podría ser otro al que venimos teniendo en las últimas décadas, causado fundamentalmente por un completo desconocimiento de la realidad. Pues hay una enorme porción de nuestra población, y en la misma medida de nuestro sistema político, que por diversas razones, como por ejemplo estar vinculada laboralmente al Estado indirecta o directamente, ha perdido la noción de cómo es emprender en Uruguay. En efecto, en un momento de grandes concentraciones y oligopolios, un país pequeño como el nuestro debería blindar su sistema productivo, pues esa la única forma de blindar a su población de los problemas económicos que, en definitiva, son los que ocasionan los principales problemas sociales.
Entonces, ¿cómo se debería blindar a nuestro sistema productivo y por inherencia nuestro sistema social? Quizás las respuestas habría que buscarlas en aquellos interlocutores que han estado junto a la producción en diversos momentos de nuestro país, buenos y malos, como por ejemplo Guido Machado, vicepresidente del INAC, que en esta edición de La Mañana mencionó varios aspectos que deberían ser fundamentales –no en la agenda del próximo gobierno, sino en del país, más allá de los colores político-partidarios–. Más ahora que el tema de la concentración en la industria frigorífica vuelve a estar en discusión.
“Los uruguayos nos hemos dado un arreglo legal y de formato de acción que nos permite dar garantías, fundamentalmente, a quienes son los sujetos de esta acción, los productores nacionales. Nosotros tenemos una masa de 45.000 productores uruguayos, ¿quién los representa? No están representados por ninguna empresa ni por ninguna organización que nuclee a todos. La responsabilidad de defenderlos es de la estructura jurídica que nos hemos dado los uruguayos a lo largo del tiempo, mejorándola. Y esa es la garantía que tiene que preservar el gobierno, en este caso la Comisión de Defensa de la Competencia [Coprodec], que depende directamente del Ministerio de Economía y Finanzas [MEF]”, indicó Guido Machado.
Al final de cuentas, si algo nos han enseñado las sucesivas legislaturas y gobiernos que hemos tenido desde la vuelta a la democracia es que no se pueden tratar los problemas de manera aislada, sino que más bien como un todo, de una manera holística. Pues, ¿se puede pensar un país productivo sin productores? Entonces, el desafío de los próximos cinco años, no para el gobierno de turno, sino para el país –especialmente ahora que el Parlamento tendrá que tener una vocación negociadora y limitante en algunos aspectos– será cuidar nuestra cultura y sistema productivo, y que lo que hoy llamamos periferia vuelva a ser, como debería haber sido desde siempre, una parte esencial del proyecto país de Uruguay.
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