La consigna “ni una menos” nunca es acompañada por “ni uno más”, ¿vieron?
Es muy difícil que pasen varios días sin que nos enteremos por los grandes medios de prensa que una mujer fue agredida por su pareja o expareja. Muchas incluso “simplemente” se suicidan o lo intentan, pero no aparece en los grandes medios de comunicación su nombre ni el calvario que fue su vida. Se hacen marchas por las víctimas pero de los agresores se habla poco. Aparecen sus nombres o sus rostros cuando las matan y ellos se suicidan o los detienen pero en general, no hay escraches sociales.
Rara vez son personas recién llegadas al país. Nunca son desconocidos totales y todos tienen vecinos, compañeros de trabajo, madres, hermanas, cuñados …. pero nadie se mete en líos de pareja.
Hay una creencia popular de que “uno se mete y después ellos se arreglan en la cama”, hay madres que dicen o piensan “yo le dije que no se fuera con ese tipo” o mujeres víctimas que no cuentan lo que les pasa por vergüenza y se quedan junto a ese hombre agresor muchas veces por dependencia económica o por no tener a dónde ir.
Recién se conocen los nombres de los agresores y los pormenores de la historia de violencia cuando el desenlace es fatal. Cuando solo hay hematomas o heridas leves pocas personas se enteran. A veces ni siquiera el círculo más cercano de la víctima.
Las situaciones de violencia en la pareja se van instalando de a poco. Es progresiva. Es un ejercicio de poder que se instala para someter, para controlar a la víctima y a su vez las mujeres van pasando por distintos estados: primero el miedo, después la vergüenza, la culpa, la impotencia, la soledad, y hasta la justificación, “en el fondo es bueno “, “nunca nos dejó faltar nada en la casa”, al final parecen darle la razón al agresor y la mujer a veces termina creyendo que la que estuvo mal fue ella.
El agresor desarrolla distintas estrategias de control y la violencia puede ir pasando a su vez por distintos estados que pueden estar separados o todos juntos: violencia psicológica, patrimonial, sexual, física y puede estallar en cualquier momento o ser permanente.
Ese círculo de violencia, ¿se puede transformar en un espiral? Quiero decir: ¿la víctima puede encontrar la salida? ¿Por qué hay tantos hombres agresores? Siempre se dice “ni una menos” y nunca escuché gritar “ni uno más”. ¿Por qué la sociedad genera tantos hombres violentos y por qué nadie nos dice de dónde salieron?
Los violentos están entre nosotros. Tienen familias. ¿Las madres o los padres los educaron para que fueran personas violentas? ¿Los hermanos saben que el agresor lo es? ¿En sus ámbitos más cercanos nadie sabe que le pega a la mujer?
¿No será que el hombre violento tiene un cómplice permanente a su lado que hace que tantos gritos y dolor de tantas mujeres no se escuche? ¿No será que ese cómplice se llama “silencio generalizado”?
Esto sucede en los asentamientos y en los barrios privados. Hay violentos de izquierda y de derecha, hay mujeres que sufren en el interior más profundo y en las capitales departamentales, mujeres policías que sufren mal trato y educadores o médicos que agreden. No hay sectores de la sociedad sin hombres violentos ni sin mujeres que sufran violencia. Esto atraviesa a toda la sociedad, pero hay otro grupo del que poco se habla, y son los niños y niñas testigos de tanta violencia y que posiblemente se encuentren en un rol de víctima o de victimario, pueden llegar a repetir la historia y esto, ni nuevas leyes o nuevos gobiernos o aumento de penas o marchas por las avenidas o concentraciones en las plazas creo que lo puedan cambiar.
Tal vez pueda cambiarse con aquello de educación, educación y más educación, pero en serio.
Eduardo Rodas
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